Teresa, 13 años. Actualmente es diseñadora de interiores.
Nací en Paraná (Entre Ríos) el 15 de agosto de 1965. A los pocos meses de mi nacimiento nos trasladamos a Córdoba. Papá era aviador, militar de Fuerza Aérea, mamá, ama de casa. Junto con mis cuatro hermanos, íbamos a un colegio que quedaba a cuatro cuadras. Algunos días se escuchaban los tiros afuera y otros tantos transcurrían en hacer cuerpo a tierra. También estaba papá, papá que había tenido que ir a buscar a mamá y a mis dos hermanas porque se habían quedado encerradas en una galería a causa de un tiroteo. Una noche pusieron una bomba en la planta baja de mi casa, nosotros vivíamos en el primer piso. BOOM, BOOM, el frente vidriado se hizo añicos. Mis papás salieron a ver qué pasaba, mis hermanos y yo nos metimos en su cama.
Era la hora en la que mi papá regresaba de trabajar, yo lo esperaba sentada en la escalera del edificio que miraba hacia la puerta de entrada. Escuchaba que a otros papás los habían secuestrado y yo siempre anhelaba que el mío volviera sano y salvo.
En el sexto piso vivía una chica llamada Zenith, un día la secuestraron. Dijo que le habían puesto formol y la durmieron, tuvieron que internarla en el hospital. Eso fue Córdoba.
Yo arrancaba a cursar sexto grado. Vivíamos en un edificio de militares en el piso once. Mi amiga Claudia vivía en el décimo, tenía un papá como el mío y grandes planes de vacaciones de su paso a primer año. Pero un día lo mandaron a una reunión en el Ministerio de Planeamiento, y nunca volvió. Ella subió a casa y le pregunto a mis padres si sabían algo, porque habían puesto una bomba en el Ministerio. Fueron a averiguar qué pasaba. Mis dos hermanas menores y yo estábamos muertas de miedo. Mi papá volvió, el de ella no. Eso fue Buenos Aires, varios meses después a Córdoba.
Claudia se quedó sin papá y sin vacaciones. Ese año la invitamos a pasar unos días en el mar con nosotros.
Luego comenzó séptimo grado en un colegio nuevo en el que conoció a Diana, una compañera cuyo padre había fallecido, junto al de ella.
