Anime y obsesión: opening, ending, repeat

Hay algo en los openings y endings, canciones que marcan el principio y el final de un anime, que activa un botón interno. No importa si son las tres de la mañana y estás escuchando por quinta vez “The Day” de My Hero Academia, o si es domingo a la tarde y lavás los platos mientras suena “Unravel” de Tokyo Ghoul, como si estuvieras en un recital privado. Algo te pasa. Algo te mueve.

Estas composiciones son la primera y la última palabra de una historia. Te preparan, te abren el pecho y te dejan llorando en posición fetal después de un capítulo particularmente duro. Y, sin embargo, ahí estás, reproduciéndolas en loop, como si tu corazón no estuviera ya bastante golpeado.

Pero, esta necesidad de repetición no es casualidad. Es consecuencia de una reacción química en nuestro cuerpo. Investigaciones realizadas por el neurocientífico Robert Zatorre demostraron que escuchar música agradable libera dopamina en el núcleo accumbens, la misma región del cerebro que se activa con estímulos como el sexo o la comida. Un buen opening, entonces, no es solo una experiencia emocional: es un disparador físico de recompensa que se vuelve adictivo y necesario.

Gojo Satoru – Jujutsu Kaisen
Gojo Satoru personaje principal de Jujutsu Kaisen.

Este fenómeno, conocido como “bucle de recompensa”, no es exclusivo de la música. Está presente en otras áreas del entretenimiento, como el binge-watching de series —o, dicho en criollo, maratonear una serie— y el consumo repetitivo de videos cortos en redes sociales. Los openings aprovechan esta misma mecánica; en apenas 90 segundos, generan un pico de placer que el cerebro pide repetir. Logran captar la atención de inmediato gracias a composiciones que combinan melodías pegadizas, estribillos explosivos y una energía rítmica que engancha desde el primer momento. 

La clave está en su intensidad. Los mejores temas te dan una cachetada desde el primer acorde. Muchas veces son rock o pop japonés con ritmos que harían llorar a cualquier DJ. Pero también hay baladas tristes, rarezas experimentales y cosas imposibles de clasificar. El opening “The Rumbling” de Attack on Titan parece hecho por alguien que dijo “¿y si mezclamos una orquesta con metal y gritos de guerra?” Spoiler: funcionó perfectamente. 

Desde la musicoterapia se puede entender por qué estas melodías pegan tan fuerte. Eugenia Núñez, especialista en el uso terapéutico del sonido, explica que los timbres agudos tienden a excitar y tonificar, generando sensaciones de energía y euforia. Por eso los openings, con escalas mayores y ritmos acelerados, activan cuerpo y ánimo. Los endings, en cambio, apelan a tonos más melancólicos. “Las canciones tristes no nos ponen mal, a veces nos hacen bien porque están en sintonía con lo que sentimos”, explica.

Las figuras femeninas representadas en el anime
Las figuras femeninas representadas en el anime

De esta forma, entre dopamina y replay, la conexión emocional con la serie se fortalece hasta volverse casi irrompible. Volver a escuchar la intro de un anime que acompañó una etapa importante —como la infancia o la adolescencia— puede remontarte a todo lo que creciste con esa historia. Núñez explicó: “El efecto de estas canciones se logra a partir de fragmentos pequeños, que evocan recuerdos significativos”. Las melodías quedan impresas en la memoria y reactivan vínculos afectivos que perduran. No escuchás “Silhouette” de Naruto sin pensar en cuánto creciste con esos personajes. O sin sentirte mínimamente ninja.

Y no son recuerdos individuales, son compartidos. Para muchos pibes y pibas que crecieron con Cartoon Network, los openings de anime fueron su primer contacto con Japón sin saberlo. “Pegasus Fantasy”, “Cha-La Head-Cha-La”… esas obras quedaron pegadas como un chicle en la historia afectiva de toda una generación. Si vas a una convención de anime en Argentina hoy, es probable que haya más gente cantando el opening de Digimon que cualquier tema de Emilia Mernes.

Sin embargo, este fenómeno no quedó en los 2000. Con plataformas como YouTube, Spotify o TikTok, la cultura de los openings se reinventó y se convirtió en un puente directo hacia la Japanophilia, un fenómeno global de fascinación por la cultura japonesa. Piezas como “Idol” de Oshi no Ko o “Kick Back” de Chainsaw Man no solo fueron hits en Japón, escalaron rankings internacionales y se volvieron virales más allá del anime. Gente que nunca vio una serie japonesa hace trends con esos temas. ¿El algoritmo entendió mejor que nadie cómo nos sentimos? Puede ser. Lo cierto es que lo que empezó con música terminó abriendo la puerta a todo un universo cultura.  

Muchas personas se identifican con el anime y son fanáticos de la cultura japonesa

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Lejos de ser un simple acompañamiento, las intros y outros del anime construyen sentido. Completan el universo emocional de las historias, marcan el tono de lo que está por pasar o de lo que acaba de suceder. En muchos casos, el vínculo con una serie nace o se fortalece a través de su música. Pero no es solo un lazo con la ficción, también es un puente hacia una comunidad global que comparte estéticas, costumbres y pasiones. Y así continúa el ciclo: opening, ending, repeat.

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