Los gatos de la Unión Soviética

¿Cómo comenzamos a amar a los gatos?  Desde tiempos ancestrales existió la creencia de que los gatos son seres benévolos que protegen a los humanos. El arqueólogo Salima Ikram, experta en Egipto antiguo, explica en su libro Divine Creatures: Animal Mummies in Ancient Egypt (2005) que los felinos eran vistos como encarnaciones de Bastet, diosa de la protección y el hogar. Su utilidad práctica se fusionó con lo sagrado: no solo cazaban alimañas, sino que se creía que ahuyentaban espíritus malignos. Esto tiene su origen en la antigüedad cuando los gatos se comían a las ratas que se acercaban a las ciudades en busca de los alimentos que los humanos almacenaban, contagiando enfermedades.

La próxima vez que acaricien a su gato, recuerden que están ante una especie que ha salvado a la Humanidad desde tiempos antiguos y denle todo su amor.

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En 1939 la Unión Soviética de Iósif Stalin y la Alemania nazi de Adolf Hitler firmaron un pacto de no-agresión y colaboración mutua, pero ambos sabían que aquello no duraría y que solo estaban ganando tiempo para un enfrentamiento posterior. Con la invasión a Polonia ese mismo año se iniciaba la Segunda Guerra Mundial.

La Operación Barba Roja, en la que Alemania invadió la Unión Soviética, se inició en 1941. Al llegar las tropas alemanas al Leningrado, actual San Petersburgo, Hitler ordenó que la ciudad no debía ser tomada hasta que esta no redujera su población, ya que sus habitantes representarían un gasto de alimentos, iniciándose un cerco a la ciudad con el fin de matarla de hambre. El historiador británico Michael Jones, en Leningrado: State of Siege (2008), detalla que el plan nazi incluía un cálculo macabro: “La hambruna eliminaría 3 millones de personas en 8 semanas, limpiando el terreno para colonos alemanes”.

Durante el sitio, que se extendió hasta 1944, más de 600.000 personas murieron por la hambruna. La situación desesperada llevó a los habitantes de la ciudad a tener que comer lo que encontraran, incluyendo perros y gatos. En sus memorias La guerra no tiene rostro de mujer (1985), la premio Nobel Svetlana Alexiévich recoge testimonios de sobrevivientes: “Mi madre cocinó su gato con corteza de abedul. Lloraba mientras pelaba el animal, diciendo que nos traicionaba”. La ausencia de estos últimos generó un aumento en la población de ratas, que propagaron gran cantidad de enfermedades, agravando la ya insostenible situación de la ciudad. Las personas buscaron combatir como fuera a las ratas, incluso disparándoles, pero nada resolvía el problema.

La solución llegaría en tren, cuando en 1943, durante un breve momento en que se logró romper el cerco que afectaba a la ciudad, las autoridades soviéticas enviaron varios vagones cargados de gatos siberianos provenientes de Yaroslavl (los cuales no fueron alimentados durante el viaje para garantizar sus ganas de cazar a las ratas) a los cuales se los conoció como la División Maullido. Según documentos del Museo Estatal de Historia de San Petersburgo, los felinos viajaron 1.200 km en condiciones extremas, y solo el 40% sobrevivió al trayecto. “Eran héroes involuntarios”, escribió el cronista Piotr Gubchenko en El asedio de los gatos (1997).

Vaska, otro gatito héroe que durante la invasion nazi salia a cazar para alimentar a sus dueñas. Créditos: San Petersburgo museum

Los pequeños héroes fueron distribuidos a las familias, enviados a los almacenes de alimentos, museos y palacios. El Hermitage, que había convertido sus sótanos en refugios antiaéreos, reportó en sus archivos que los gatos salvaron obras de arte al evitar que ratas royeran cuadros de Rembrandt y Rubens. En pocas semanas los gatos habían logrado normalizar la población de roedores. En el año 2000 se construyó un monumento en San Petersburgo a la heroica hazaña de los felinos. La escultura, ubicada en la avenida Malaya Sadovaya, muestra un gato llamado Elisha junto a una placa que reza: “A los defensores peludos de Leningrado”.

La Operación Acoustic Kitty

Durante los años de la Guerra Fría era una prioridad para los servicios de inteligencia, tanto de la URSS como de EEUU, poder escuchar las conversaciones de los gobiernos del otro. En este marco, la CIA realizó un descubrimiento llamativo: a la gran mayoría de los líderes soviéticos les encantaban los gatos y solían tenerlos como mascotas. Un informe desclasificado en 2001 (CIA-RDP96-00792R000400470001-4) confirma que Nikita Kruschev, Leonid Brézhnev e incluso el jefe de la KGB, Yuri Andrópov, tenían felinos en sus oficinas.

La agencia de inteligencia estadounidense creyó que esa podía ser una buena forma de espiar a sus enemigos, por lo que diseñaron un plan para introducir micrófonos en los felinos, la llamada operación Acoustic Kitty, o Gatito Acústico, en español. Robert Wallace, exdirector de la Oficina de Servicios Técnicos de la CIA, reveló en su libro Spycraft (2008) que el proyecto costó 20 millones incluyó cirujanos veterinarios para implantar dispositivos en el tímpano y la cola de los animales.

Durante cinco años, desde 1961 a 1966, la CIA buscó la forma de insertar un micrófono, una antena y una batería, lo más pequeñas posible, en el cuerpo de un gato. No obstante, lo más difícil fue entrenar a los espías felinos, ya que estos no hacían caso a ninguna orden. Víctor Marchetti, exagente de la CIA, declaró al diario The Guardian en 1997: “Los gatos seguían persiguiendo pájaros o durmiendo en lugares absurdos. Era como intentar reclutar a un poeta anarquista”.

Operación Acoustic Kitty. Diagrama del "gato espía" (CIA)
Operación Acoustic Kitty. Diagrama del “gato espía” (CIA)

El día de probar los resultados de aquellos años de investigación y entrenamiento llegó en 1966 cuando se soltó a un gato espía a las afueras de la embajada de la URSS en Washington con el objetivo de que escuchara las conversaciones de los funcionarios y espías. Sin embargo, el gato fue atropellado por un taxi sin que llegara a transmitir ninguna información relevante. El informe final de la CIA, fechado en marzo de 1967, concluyó con ironía: “El sujeto exhibió una preocupante tendencia a priorizar su supervivencia sobre las misiones asignadas” (Documento 0005516667, Archivos Nacionales de EE.UU.). Tras el fracaso del único intento de la Operación Acoustic Kitty la CIA tuvo que dar por cancelado el insólito proyecto.

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