Gabriela, 10 años. Actualmente es docente.
Nosotros vivíamos en San Nicolás de los Arroyos. Teníamos una familia chica: mi mamá, mi papá y nosotros tres. Éramos muy unidos, íbamos a tomar mate a orillas del río y a jugar a la pelota al parque del cementerio. El protagonista de mis recuerdos es Miguel, mi hermano mayor. Era muy celoso conmigo, yo era su devoción. Él odiaba estudiar, era un vago, pero cuando se trataba de la Armada todo era distinto. Creo que tendría 10, 11 años cuando se sacó su primera foto con un casco militar en la cabeza. Siempre quiso ir a Buenos Aires a estudiar en la Escuela de Mecánica de la Armada y dedicarse a eso.
En vísperas de la Guerra de Malvinas, él aún era muy chico, 16 años, pero convenció a mi papá de que lo ayudara a enlistarse. En ese tiempo viajaba en tren porque el micro salía caro y cada vez que tenía licencia volvía a casa. A mi vieja le habían mentido, sólo le decían que estaba estudiando afuera pero no para qué ni por qué.
Fue cuando partió a la guerra que dejó una carta que explicaba toda esta historia. El tono de la carta era como un chiste, como si fuera una sorpresa grata. Bueno, cuando mi hermana y yo la leímos nos pusimos contentas, porque nuestro hermano iba a defender la Patria. Sin embargo, mi mamá casi mata a mi papá, no quería saber nada. El resto es historia… Miguel murió en el A.R.A General Belgrano. Quiero creer que fue en el acto, que no sufrió. Todavía, en algún rincón de la casa, tenemos guardada esa carta.
