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    Taiwán: Una historia de lucha frente al gigante asiático

    El san bei ji es un plato típico de la provincia de Jiangxi, en China, aunque también es muy popular en Taiwán. Su nombre significa exactamente “pollo de tres tazas”, ya que sus tres principales ingredientes son una taza de salsa de soja, una de vino de arroz y otra de aceite de sésamo. Se cree que tiene sus raíces durante la dinastía Song (960-1279). Esta comida es, a menudo, relacionada con un elemento de identidad cultural.

    Es que fue nada menos que la última cena de Wen Tianxiang, el héroe nacional que había sido capturado por los ejércitos de Kublai Kan, el último kan del Imperio mongol y el primer emperador de la dinastía Yuan. Tras cuatro años preso, torturado y condenado a muerte, Tianxiang fue “bendecido” por uno de los guardianes que lo custodiaba. En aquella fatídica ocasión, le cocinó san bei ji.

    San bei ji, palto típico de China y Taiwán. Imagen: Serious Eats.
    San bei ji, palto típico de China y Taiwán. Imagen: Serious Eats.

    Identidad cultural: esto define exactamente el histórico reclamo de la República de China. Una cuestión de autodeterminación del pueblo taiwanés que choca directamente con el derecho a la integridad territorial de la República Popular China.

    -Antes de que me interrumpas, como en el capítulo de Somalilandia, quiero aclararte algo: que Taiwán se proclame como la “República de China”, distinguiéndose de la República Popular China, tiene una razón de ser. Lo entenderás a medida avance el texto.

    -Gracias por la aclaración. Es bueno que conozcas la ansiedad de tus lectores.

    Esto va más allá de las legalidades del Derecho Público Internacional. China considera a Taiwán como una provincia rebelde y separatista. Pero la impronta de su pueblo ha logrado demostrar que tienen todo lo necesario para ser un Estado soberano. Excepto, claro, reconocimiento por parte de los países miembro de la ONU, que han brindado y quitado su apoyo a la isla a lo largo de los años. Esto se da exclusivamente en torno a las relaciones comerciales que pudieran mantener con el gigante asiático y por la disputa territorial que existe en el Asia-Pacífico con Estados Unidos. Taiwán representa su principal teatro de operaciones.

    “Beijing intenta alejar a los aliados diplomáticos de Taiwán. La idea detrás de esto es que pierda uno de los cuatro marcadores de condición de Estado: la capacidad de formar y mantener relaciones exteriores. Beijing está furioso por la democracia ejemplar de Taiwán y teme que el pueblo oprimido de China quiera también una democracia algún día. El presidente chino, Xi Jinping, amenaza con la guerra y la ocupación colonial. Mientras la comunidad internacional esté comprometida a defender a Taiwán contra la amenaza imperial, un Taiwán libre y democrático tendrá futuro”, explica Alexander Goerlach, filósofo y politólogo especializado en política internacional.

    Mapa de China y Taiwán. Imagen: BBC.
    Mapa de China y Taiwán. Imagen: BBC.

    Actualmente reconocen a este territorio como un país soberano: Paraguay, Guatemala, Suazilandia, Ciudad del Vaticano, Tuvalu, entre unos pocos más. ¿Alguna potencia económica? Ninguna.

    Un comienzo sinuoso

    Taiwán fue cedida a Japón por la dinastía Qing de China (1644-1912) como resultado de su derrota en la Primera Guerra Sino-Japonesa. Esta dinastía fue derrocada por la Revolución de Xinhai, liderada en parte por los ideales republicanos del Kuomintang (KMT). Sun Yat-sen, conocido como el “Padre de la Nación”, fue el primer presidente provisional y el fundador del KMT. Su ideología, resumida en los Tres Principios del Pueblo -nacionalismo, democracia y bienestar social-, sentó las bases del nuevo Gobierno republicano.

    Luego de la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, la soberanía de Taiwán fue transferida a la República de China bajo el mando del generalísimo Chiang Kai-shek. Este cambio fue confirmado en 1945, aunque sin un tratado formal. La administración de China en Taiwán culminó en una Guerra Civil, que enfrentó al Kuomintang y al Partido Comunista Chino (PCC). Este conflicto se desarrolló en dos fases principales: una antes y otra después de la Segunda Guerra Mundial.

    Vamos por partes

    La primera etapa de la Guerra Civil comenzó en 1927, luego de la ruptura de la alianza entre el KMT y el PCC, quienes inicialmente habían colaborado en la Expedición del Norte para unificar China bajo el Gobierno nacionalista. La desconfianza y los intereses divergentes llevaron a Chiang Kai-shek, líder del KMT, a lanzar una purga anticomunista, conocida como la Masacre de Shanghái. Esta acción desencadenó una serie de enfrentamientos armados que marcaron el inicio del conflicto. El KMT, que tenía una superioridad militar y de recursos, buscó eliminar a los comunistas, quienes se replegaron a zonas rurales y comenzaron a construir una base de apoyo campesino bajo la dirección de Mao Zedong.

    Durante los años ’30, el PCC consolidó su presencia en áreas rurales, especialmente en la provincia de Jiangxi, donde estableció la República Soviética China.

    -¿El mismo lugar donde se come el san bei ji?

    -Exacto.

    A pesar de las victorias iniciales del KMT, el PCC demostró una notable capacidad de resistencia y adaptabilidad. La “Larga Marcha” (1934-1935), una retirada estratégica de más de 9 mil kilómetros hacia el noroeste de China, permitió al PCC reorganizarse y ganar apoyo popular.

    Chiang Kai-shek, líder del Kuomintang. Imagen de uso libre.
    Chiang Kai-shek, líder del Kuomintang. Imagen de uso libre.

    La invasión japonesa de China en 1937 y la subsiguiente Segunda Guerra Sino-Japonesa interrumpieron temporalmente la guerra civil. El KMT y el PCC cerraron filas para enfrentar al invasor común, aunque la cooperación estuvo plagada de desconfianza y conflictos. Durante este periodo, el PCC utilizó la guerra contra Japón para expandir su influencia en las zonas rurales, ganando adeptos a través de la implementación de reformas agrarias y la organización de guerrillas.

    Con la rendición de Japón en 1945, las tensiones entre el KMT y el PCC resurgieron con renovada intensidad. La segunda fase de la guerra civil estalló en 1946, y esta vez, la situación era diferente. El PCC, fortalecido por su base de apoyo rural y su experiencia en la guerra de guerrillas, comenzó a obtener varias victorias. El KMT, aunque contaba con el reconocimiento internacional y el apoyo material de Estados Unidos, estaba debilitado por la corrupción, la inflación y la pérdida de apoyo popular.

    Mao Zedong, líder del Partido Comunista de China. Imagen de uso libre.
    Mao Zedong, líder del Partido Comunista de China. Imagen de uso libre.

    El PCC, bajo el liderazgo de Mao Zedong, adoptó tácticas militares efectivas y logró movilizar a grandes sectores de la población. En contraste, el Gobierno del KMT de Chiang Kai-shek enfrentaba problemas internos graves y no pudo sostener una defensa coherente. Las ciudades fueron cayendo una a una ante el avance comunista. En 1949, el PCC lanzó ofensivas decisivas que culminaron en la captura de Beijing y Nanjing. En octubre de ese año, Mao proclamó la fundación de la República Popular China (RPC).

    Derrotado en el continente, Chiang Kai-shek y el remanente del KMT se retiraron a la isla de Taiwán, llevándose consigo recursos y tesoros culturales. En Taiwán, el KMT estableció un Gobierno autoritario bajo la ley marcial, manteniendo la pretensión de ser el Gobierno legítimo de toda China. Mientras tanto, la RPC consolidaba su control sobre el continente, comenzando un nuevo capítulo en la historia china bajo un régimen comunista.

    ¿Una sola China?

    El principio de “Una Sola China” defendido por la RPC ha sido un obstáculo significativo para la participación de Taiwán en organizaciones internacionales. La RPC sostiene que solo hay una China y que Taiwán es una parte inalienable de su territorio, por lo que se opone a cualquier forma de reconocimiento internacional de Taiwán como una entidad soberana independiente.

    “Hace casi tres décadas, en 1995, ambas partes se sentaron por primera vez a dialogar y establecieron el principio de una sola China. Este principio implicaba un reconocimiento mutuo de una sola China, con la idea de trabajar hacia una posible reunificación en el futuro. En ese momento, el Kuomintang, el Partido Nacionalista que había perdido la Guerra Civil con el Partido Comunista en 1949, gobernaba Taiwán. Sin embargo, cada parte tiene su propia interpretación de lo que significa una sola China, lo que ha generado una brecha en el entendimiento y la conceptualización del principio“, reflexiona Sergio Cesarin, Licenciado en Relaciones Internacionales, especialista en la región e investigador del CONICET.

    Y continúa: “Para China continental, una sola China significa integrar a Taiwán como una provincia más, mientras que para Taiwán, significaría una China abierta, democrática y pluralista, similar al modelo taiwanés. Estas visiones son, hasta ahora, totalmente incompatibles. Con el tiempo, el principio de una sola China se ha ido erosionando, y hoy en día las posiciones están claramente divididas. Aunque existen diálogos en segundas y terceras líneas, estos se han atenuado, especialmente bajo el Gobierno del Partido Demócrata Progresista de Taiwán, que tiene una orientación más independentista”.

    Una historia pasada muy presente

    Goerlach insiste: “Taiwán es un caso único: bajo el nombre oficial de ‘República de China’, la isla de Taiwán y algunas islas más pequeñas circundantes son el territorio restante de esta república. Después de que Mao Zedong ganara la Guerra Civil China en 1949, el Gobierno de Beijing regresó a Taipéi. Lo que iba a ser un periodo temporal ha durado ya 75 años. Sólo después de que Estados Unidos reconoció al Gobierno comunista de la República Popular en 1979, el resto del mundo hizo lo mismo. Hoy en día sólo 13 países mantienen relaciones diplomáticas plenas, entre ellos Taipéi, Guatemala y la Santa Sede. Pero como la República de China todavía tiene territorio, gente, un Gobierno que funciona y relaciones exteriores, nunca ha dejado de existir”.

    Bandera de Taiwán. Imagen de uso público.
    Bandera de Taiwán. Imagen de uso público.

    Existen dos principios que constantemente están en conflicto y bajo tensión. Desde la perspectiva china, el país privilegia, impulsa, y define toda su estrategia de relación y enfoque hacia Taiwán bajo el principio de integridad territorial. Por lo tanto, Taiwán es considerado por el Gobierno central chino como una provincia rebelde, lo que también implica presionar para evitar cualquier declaración de independencia. China construye su narrativa internacional, discurso en foros como las Naciones Unidas, y todas sus acciones políticas, diplomáticas e incluso militares en el Estrecho, sobre la base de este principio de integridad territorial, el cual constantemente reitera frente a Estados Unidos.

    Por otro lado, desde la perspectiva de Taiwán, siendo una democracia, ha experimentado una transición política significativa. A mediados de los años ’90, pasó de ser un régimen autoritario a uno democrático, con competencia entre partidos. Desde 1996, Taiwán, como democracia, resalta su legitimidad gubernamental a través de elecciones libres y democráticas, lo que pone en tela de juicio el principio de China. Taiwán enfatiza su condición democrática, destacando la soberanía popular como un atributo central, en contraposición a lo que percibe como el régimen autocrático y autoritario, y la agresiva postura del Gobierno chino. Por lo tanto, estas dos cosmovisiones están constantemente en conflicto, y estas diferencias se reflejan en diversas tensiones y modalidades de enfrentamiento entre las partes.

    Taiwán entre dos imperios: la disputa Asia-Pacífico entre China y Estados Unidos

    “El principal objetivo militar de China se encuentra en la región de Asia-Pacífico. Por lo tanto, Taiwán no solo intenta mantener su independencia, sino que, no podría lograrlo, ya que cualquier intento de declarar su independencia unilateralmente sería una de las condiciones que teóricamente provocarían una invasión inmediata por parte de China. Esta situación representa el principal punto de tensión en la región. El papel de Estados Unidos es proporcionar un paraguas de defensa para tratar de proteger a Taiwán y se convierte en uno de los principales instrumentos de contención de la expansión del poder chino en la región“, advierte Cesarin.

    Xi Jinping, presidente de China y Joe Biden, presidente de Estados Unidos. Imagen: El Orden Mundial.
    Xi Jinping, presidente de China y Joe Biden, presidente de Estados Unidos. Imagen: El Orden Mundial.

    En las recientes elecciones, los votantes de la isla autogobernada seleccionaron a su nuevo líder en medio de las persistentes tensiones con Beijing, que en los últimos ocho años ha intensificado sus advertencias y amenazas hacia Taipéi. El Partido Democrático Progresista de Taiwán logró una histórica tercera victoria presidencial consecutiva, desestimando las advertencias de China sobre un posible aumento del riesgo de conflicto con su reelección.

    La atención global se centra no solo en el resultado de las elecciones, sino también en la respuesta que ofrecerá el Gobierno chino, encabezado por Xi Jinping, quien ha afirmado que la reunificación de Taiwán con el continente es una “inevitabilidad histórica” que se alcanzará por la fuerza si es necesario. Tras el cambio de Gobierno en Taiwán en 2016, con la llegada al poder del Partido Progresista Democrático, China cortó la mayoría de las comunicaciones con Taipéi y aumentó significativamente la presión económica, diplomática y militar sobre la isla, convirtiendo el estrecho de Taiwán en un punto clave de tensión geopolítica a nivel mundial.

    Lai Ching-te, el presidente electo de Taiwán, asumió el cargo el 20 de mayo. Desde entonces, deberá manejar con delicadeza las relaciones con China al mismo tiempo que mantiene su cercanía con Estados Unidos. Beijing, que considera a Lai un secesionista, ha intensificado tanto la escala como la frecuencia de sus actividades militares y patrullas de la guardia costera cerca de Taiwán desde su elección en enero pasado.

    Camila Mitre
    Camila Mitre
    Después de dedicar (perder) 10 años de mi vida a trabajar en procesos empresariales que solo enriquecían a los más poderosos, descubrí mi verdadera pasión: el periodismo. Hoy soy periodista y fotógrafa, especialista en Moldavia, Transnistria y Gagaúzia, regiones tan incomprendidas como yo misma. Prefiero el frío antes que el calor, tengo 21 tatuajes -la mayoría poco pensados-, una hija y no me gustan los gatos.
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