El hombre que conmociona Kurdistán

La primera impresión es que los años pasan, inevitables. El cabello y el bigote canos, las arrugas en un rostro enflaquecido, las manos pálidas y los dedos finos. La descripción no es una muestra de debilidad. Así lo piensan miles de hombres y mujeres de Kurdistán. 

Ese hombre que apareció en una foto difundida el 27 de febrero es Abdullah Öcalan, el fundador del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Hacía casi cuatro años que nadie sabía nada sobre él. Los kurdos y las kurdas que vieron el rostro de su líder estallaron de alegría. Las plazas en pueblos y ciudades de todo el territorio kurdo se llenaron de hombres, mujeres, niños y niñas, ancianos. Esperaban, confiados, el mensaje de Öcalan, que desde 1999 se encuentra encarcelado en la isla-prisión de Imrali, una base militar turca en el mar de Mármara. 

Y el mensaje llegó, otra vez, demandando paz.

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Öcalan nació el 4 de abril de 1949 en Ömerli, en la provincia de Sanliurfa, en Bakur (Kurdistán turco). Aunque su familia era campesina, pudo cursar estudios de Ciencias Políticas en la Universidad de Ankara y trabajar de agrimensor. Su juventud, en plena conmoción mundial por los procesos de liberación nacional, las revoluciones y las grandes protestas contra las guerras y el statu quo, fue cruzada por la militancia política. Por eso, comenzó a reunirse con varias personas para discutir la cuestión kurda.

¿Quiénes eran ellos, los kurdos? ¿Por qué su pueblo era negado sistemáticamente por el Estado turco, pero también en Siria, Irak e Irán? En ese territorio donde se asientan esas cuatro naciones late el corazón de Kurdistán, un “país prohibido” -como lo definió el periodista vasco-navarro Manuel Martorell- y una población, que hoy supera los cuarenta millones de personas, a la que nunca se le permitió la libertad plena.

Desde esos tiempos de convulsiones, a Öcalan lo llamaron “Apo” (“tío”, en kurdo). Y el grupo que se convirtió en la génesis de lo que vino después se conoció como “apoístas”.

¿Qué buscaban los apoístas? Problematizar sobre sus orígenes, discutir sobre las condiciones de su pueblo en Turquía (negados como kurdos y calificados como “turcos de las montañas”) y rescatar lo que, con el tiempo, se denominó su “kurdicidad”. Alrededor de ellos, crecían los conflictos y las luchas: el nacionalismo árabe, Vietnam, Cuba, América Latina y Europa que temblaban por protestas obreras y estudiantiles.

Abdullah Öcalan. Imagen: AFP.
Abdullah Öcalan. Imagen: AFP.

El año 1978 fue cuando los “apoístas” dieron otro paso. Apenas un puñado de personas se reunieron en la aldea de Fis, en la provincia kurda de Diyarbakir, y fundaron el PKK. Junto a Öcalan estaban Sakine Canzis, Cemil Bayik, Ali Haydar Kaytan, Mustafa Karasu, Haki Karer y Kemal Pir, estos dos últimos turcos que venían de la izquierda de su país.

El PKK nació al calor de lo que sucedía en muchos países: movimientos marxistas y de liberación nacional empujaban el renacimiento del Tercer Mundo. El triunfo de la resistencia vietnamita sobre la maquinaria bélica estadounidense y el fuego rebelde que ardía en la isla de Cuba también fueron procesos en lo que se vieron reflejados esos pocos hombres y mujeres que tenían como principal objetivo liberar su territorio originario y convertirlo en la base de un Estado kurdo independiente y socialista.

Öcalan y los flamantes militantes del PKK comenzaron un trabajo casa por casa, esquivando la represión y la persecución del Estado turco que, desde el nacimiento de la república en 1923, había condenado al pueblo kurdo al ostracismo y la pobreza.

Pero en Turquía la década de 1980 se inauguró con un golpe de Estado militar. El crecimiento de la izquierda turca y los cantos de las sirenas neoliberales que se empezaban a escuchar en el mundo, fueron el detonante. Los militares, siempre detrás del poder formal del país, recrudecieron la persecución contra los kurdos. Un año antes, Öcalan se había trasladado a Siria y luego a Líbano. En el país de los cedros, los militantes kurdos del PKK iniciaron su transformación a guerrilleros. Diferentes facciones de la resistencia palestina los entrenaron. Su bautismo de fuego ocurrió en 1982, cuando Israel invadió Líbano. Junto a los palestinos, los kurdos combatieron contra los soldados israelíes; once militantes del PKK cayeron en combate. Dos años después, Öcalan y la dirección del partido tomaron una decisión determinante: pasar a las armas.

De Kurdistán a Siria

Öcalan vivió varios años en Siria. En Damasco, la capital del país, el líder del PKK hacía política, encabezaba las academias de formación del partido, intermediaba entre diferentes organizaciones kurdas, dirigía a las guerrillas que se desplegaban en Bakur y calculaba hasta cuándo el régimen de Hafez al Asad iba a permitirle sostener su estancia en el país. Asad, enfrentado a Turquía, permitía que los y las guerrilleras del PKK tuvieran su retaguardia en Rojava (Kurdistán sirio). Eso le aseguraba una barrera frente los intentos turcos de expansión, una rémora viva de los tiempos del Imperio otomano que continúan hasta estos días.

El colapso de la Unión Soviética (URSS) encontró al PKK en crecimiento y batiéndose a sangre y fuego con el ejército turco. Desde hacía tiempo, Öcalan se replanteaba el destino de su organización. Pero no era algo pragmático o táctico: el líder kurdo dio largos pasos hacia atrás en el tiempo y se hundió en las profundidades de su propia historia, que comenzó mucho antes de la civilización sumeria.

En la década de 1990, Öcalan propuso varias cosas: que el PKK ya no luchara por la toma del poder y la creación de un Estado kurdo; que el sujeto político e histórico de la liberación eran las mujeres; que el pueblo kurdo junto a otros pueblos de Mesopotamia (asirios, árabes, armenios, turcomanos, etc.) crearan una gran confederación de nacionalidades y religiones que pudieran convivir en paz. Como paso previo, llamó al PKK a crear fuerzas militares de autodefensa y luchar por “autonomías democráticas” dentro de los países donde habían quedado atrapados los kurdos. Öcalan planteó que la creación de un nuevo Estado en Medio Oriente solo permitiría balcanizar la región y oprimir a otras minorías. 

En eso estaba Öcalan, entre la lucha insurgente y los debates internos, cuando el 9 de octubre de 1998 el régimen de Al Asad lo expulsó de Siria.

El arresto en soledad y las protestas sociales de una condena injusta

Luego de varios meses en Europa, donde ningún país quiso darle asilo político, Öcalan viajó a Sudáfrica, donde el gobierno le permitiría vivir. Pero en Kenia fue secuestrado en un operativo conjunto del MIT (servicios de inteligencia turcos), la CIA estadounidense y el Mossad israelí. En Turquía fue juzgado y condenado por traición a la patria y terrorismo. Quienes manejaban y diseñaban el Estado profundo turco festejaban. Su razonamiento era sencillo: muerto el perro se acabó la rabia. Pero sucedería todo lo contrario.

En la soledad de la isla de Imrali, Öcalan permaneció preso y preparó sus conocidas “defensas”, que fueron presentadas en 2008 al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), que cinco años antes había dictaminado que el juicio contra el fundador del PKK había sido injusto y que su defensa estuvo restringida de forma indebida. Aunque el líder kurdo fue condenado a muerte, las masivas protestas en Kurdistán y la presión de Europa hicieron que Ankara diera de baja la pena de muerte en su Código Civil en 2002. Öcalan fue sentenciado a prisión perpetua. 

Simpatizantes del líder kurdo protestan por su liberación.
Simpatizantes del líder kurdo protestan por su liberación.

Las defensas del líder kurdo luego se transformaron en el Manifiesto por una Civilización Democrática, el cuerpo teórico y práctico del Movimiento de Liberación de Kurdistán (MLK). Dividido en cinco tomos, el Manifiesto… abarca desde un análisis de los albores de la humanidad, con la conformación de la civilización sumeria en Mesopotamia, hasta sus reflexiones y propuestas políticas para nuestros tiempos, con conceptos como “nación democrática”, “vida libre”, “confederalismo democrático” o “Jineolojî” (ciencia de las mujeres).

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El denominado llamamiento “por la paz y una sociedad democrática” que Öcalan presentó en febrero pasado es un puñado de párrafos donde el líder del PKK ofrece encabezar un proceso de paz con el Estado turco para resolver la cuestión kurda. También convoca a su partido y a sus guerrillas, las Fuerzas de Defensa del Pueblo (HPG) y las Tropas de Mujeres Libres (YJA Star), a desarmarse.

El mensaje de Öcalan se empezó a gestar públicamente en 2024, cuando su sobrino y diputado del partido prokurdo por la Igualdad y la Democracia de los Pueblos (DEM), Ömer Öcalan, pudo visitarlo en Imrali después de casi cuatro años sin conocerse noticias del líder kurdo. Este año, una delegación del partido DEM se trasladó en dos ocasiones a Imrali, donde Öcalan está acompañado por otros tres presos políticos kurdos, bajo un régimen de total aislamiento.

Luego de difundirse el llamado de Öcalan, el PKK declaró un alto el fuego unilateral y mostró su disposición a participar en el proceso de paz. Las organizaciones armadas kurdas en Siria, que comparten el paradigma del líder kurdo, aclararon que ese pedido no iba dirigido a ellas. Algo que el líder kurdo no pudo transmitir en su mensaje (que fue filmado pero que las autoridades turcas no permitieron que se emita), es que para alcanzar un acuerdo profundo con el Estado se debía garantizar un marco jurídico y democrático. 

En un artículo reciente, el periodista kurdo Amed Dicle reflexionó sobre las palabras del fundador del PKK y sostuvo que el mensaje “no es solo una propuesta para la resolución de la cuestión kurda, sino también una iniciativa de reconstrucción radical para la transformación estructural de Turquía y el futuro democrático de Medio Oriente”.

Öcalan y la lucha de los derechos de las mujeres kurdas

Con posterioridad, se conocieron otros mensajes de Öcalan. En el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, el líder kurdo manifestó que la “cuestión de la mujer es un problema aún más profundo que la cuestión kurda. Hay más problema de mujer que problema kurdo. Solo hemos hecho un pequeño comienzo en este sentido. La cultura de la guerra y del conflicto está dirigida en primer lugar contra las mujeres. Lograr frenar esta cultura, al menos en cierta medida, es el motor de la lucha”.

Öcalan también remarcó: “El socialismo solo puede lograrse a través de la liberación de la mujer. No  puede haber socialismo y no se puede ser socialista sin la libertad de la mujer. Mi primera prueba del socialismo es saber cómo hablar con una mujer. Quien no sabe hablar con una mujer no puede ser socialista. El socialismo de un hombre está relacionado con la manera en que se relaciona con una mujer”.

Unos días después se difundió un mensaje dirigido al pueblo yazidí, en su mayoría kurdos que profesan una religión preislámica. “El futuro de nuestro pueblo yazidí se forjará sobre la base de una sociedad democrática, cimentada en su propia fuerza y voluntad democrática -dijo Öcalan-. Es necesario desarrollar una organización social que les permita practicar libremente su fe. En el punto en el que nos encontramos, la construcción de un sistema democrático es de vital importancia para la preservación y continuidad de su existencia histórica”.

Mujeres kurdas protagonizan la lucha armada.
Mujeres kurdas protagonizan la lucha armada.

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En este nuevo siglo, el fundador del PKK se manifestó dispuesto a profundizar, en un principio, la democracia en Turquía para que los kurdos y otras minorías en el país alcancen la libertad plena. Hasta ahora, desde el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan declararon públicamente su disposición a participar de un proceso de paz, pero todavía no aplicaron medidas para que ese camino sea pavimentado por confianza, hechos concretos y un plan que desemboqué en una solución real.

Por lo contrario, la represión en Kurdistán no se detiene y la posibilidad de que Öcalan obtenga espacios de libertad están cerrados. El Ejecutivo turco intentó mostrar el mensaje del líder kurdo y su llamado al desarme del PKK como un triunfo vinculado a la seguridad. Aunque durante más de cien años el Estado turco abordó la cuestión kurda dentro del ámbito militar y represivo, no tuvo capacidad de doblegar al pueblo kurdo y a su movimiento de liberación, el cual sigue teniendo un liderazgo claro: el de Abdullah Öcalan, ese hombre que cuando habla siempre conmueve a los kurdos. 

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Leandro Albani (1980, Pergamino). Periodista. Autor de los libros "Kurdistán. Crónicas insurgentes" (kunto a Alejandro Haddad), "Revolución en Kurdistán. La otra guerra contra el Estado Islámico", "ISIS. El ejército del terror", "Mujeres de Kurdistán. La revolución de las hijas del sol" (junto a Roma Vaquero Diaz), "No fue un motín. Crónica de la masacre de Pergamino", "Ni un solo día sin combatir. Crónicas latinoamericanas" y "Kurdistán urgente. Historias de un pueblo en resistencia".

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