El último dilema de Francisco

La alarma de cruce indica que el tren está llegando a la Estación Flores. Faltan 15 minutos para las 19, hora en la que Jorge García Cuerva, Arzobispo de Buenos Aires, convocó una misa en homenaje al Papa Francisco. Ya no es una novedad a esta hora: el Papa falleció en horas de la madrugada, la noticia conmovió al mundo. El tren arriba a la estación y se detiene; hay personas que suben, otras que bajan. Al momento nada fuera de lo común. Un lunes cualquiera… pero no.

Una multitud está en las afueras de la Basílica de San José de Flores, el barrio que vio nacer a Jorge Bergoglio. Quien cotidianamente recorre la Avenida Rivadavia a la altura de Plaza Flores, sabe que hay una regla implícita que es propia del lugar: al ser una zona muy concurrida es demasiado ruidosa, muchas veces se torna intransitable. En esta oportunidad esa regla no se cumple. Si bien hay mucha gente, un silencio solemne inunda la avenida. Parece que el tiempo circula con más lentitud, que el ambiente no está cargado de sonidos, al contrario. La seguridad urbana y la Policía Federal así como la de la Ciudad intentan un operativo para ordenar a la multitud. A esta altura de la noche, hay dos carriles habilitados de los cuatro que tiene la avenida. 

“No vendí mucho, pero no importa”, cuenta Nahuel quien lleva unas banderas papales que tienen un valor de siete mil pesos. Distinta es la suerte de Ramiro, que vende calendarios por mil pesos con el rostro de Francisco. Agrega que es imposible entrar. Como hay mucha gente afuera, cree él que le permitirá vender algún que otro calendario más. Mariana es vecina del barrio, tiene 74 años y la Basílica de San José de Flores es la Iglesia a la que habitualmente va. Está sorprendida con la cantidad de personas. Tiene una sonrisa en su rostro: “Cuando falleció Juan Pablo II no recuerdo tanta gente en la Catedral de la Ciudad de Buenos Aires, acá me faltó el aire adentro, tuve que salir”.

El arzobispo de Buenos Aires, Garcia Cuerva dirige la misa de despedida del Papa Francisco

Es una lástima para ella no poder estar adentro, aunque afuera se escuchan las palabras del Arzobispo a través de parlantes que están instalados en la puerta. Algún apresurado podría decir que es un símbolo de que nadie debe quedar afuera de la comunidad que alrededor de las 19 horas se congregó para recordar a Francisco. Pero los parlantes no fueron instalados para la ocasión, ya existían. Son siempre visibles desde afuera. Días atrás, en la celebración del Domingo de Ramos, la misa del mediodía se realizó en la calle, precisamente en la Plaza Flores. En aquella oportunidad no hubo una multitud.

Francisco nos dijo “hagan lío”

Inicia la ceremonia, se escucha al Arzobispo decir “nos ponemos de pie para celebrar el paso a la inmortalidad del Papa Francisco” e inician sus palabras. Nuevamente, el silencio. Nadie se pone de pie afuera de la Iglesia, ya estamos todos parados. Es la calle, son las escalinatas que están ocupadas salvo por una porción a la derecha de las mismas: ahí hay una bandera de San Lorenzo que cubre unas cuantas escaleras y que nadie pisa. Algunos rostros atentos, los periodistas bajan sus micrófonos. Hay un mensaje para escuchar: no es un día cualquiera.

Mientras que las palabras resuenan en los altavoces instalados afuera de la Basílica, todos siguen atentos la ceremonia: desde afuera no se ve, pero se escucha. García Cuerva es un muy buen orador. No sólo lee, sino que comenta y da cuenta de un mensaje que conmueve a quienes lo están escuchando. Predica y dice en un momento “caminemos juntos, como hermanos”. Hay aplausos sostenidos, adentro y afuera de la Basílica y no son de cortesía. Habrá que hacer mucha memoria para recordar cuándo fue la última vez que se escucharon aplausos sostenidos por tantas personas adentro y afuera de una Iglesia. Nadie se mira sorprendido por esto, parece que el mensaje atraviesa a todos.

Continúan las palabras y sigue diciendo: “Todos somos portadores del mensaje que Francisco intentó llevar siempre, sobre todo en esta Argentina que es el de la revolución de la ternura”. Diagnóstico y desafío contra la indiferencia. Los aplausos vuelven a tomar protagonismo. Nadie duda de lo que quiso decir, en particular cuando sostuvo con énfasis esto de “en esta Argentina”. Es un mensaje para todos, no hay duda de eso, aunque desde afuera no se puede divisar a quiénes miró a los ojos al decirlo.

Pocos lo saben afuera, pero adentro hay varios políticos y personalidades de la cultura: Leandro Santoro, candidato a legislador porteño; Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz; Victoria Villarruel, Vicepresidenta de la Nación. Un auto oficial está estacionado en la puerta de la Basílica, tiene una leyenda que dice Senado de la Nación. Pero por ahora eso no es lo importante; por unos cuantos minutos sólo importa la voz de un pastor hablando a una multitud que escucha atentamente. 

Una multitud de fieles dentro, y fuera de la Iglesia, despide al Papa Francisco.

Ernesto se acercó junto con su esposa, Dolores, a pesar de que no sea de la zona. Cuenta que estuvo en China hace poco y se sorprendió al ver cómo en Oriente se expanden religiones como el budismo mientras que el catolicismo está en retroceso y pierde influencia cultural en Occidente. Según Latinobarómetro, en 1995 el porcentaje de católicos en la Argentina era de 87% cayendo 22 puntos porcentuales entre ese año y 2017. Honduras, Nicaragua, Panamá y Chile presentan números similares. El catolicismo no desaparece, aunque su corazón occidental pierde influencia. Hay quizás una explicación, cree Ernesto, y es que las religiones orientales son muy distintas al catolicismo que tanto conocemos y que “representa la idea del Dios dinero que tanto criticó Francisco”.

En esa idea hay una denuncia social fundamental que es la de la mercantilización de la vida humana por encima de su propia dignidad. En estos tiempos en los que los mil millonarios ganaron un protagonismo desmesurado, las palabras que trae Ernesto no son poca cosa. Agrega que la jerarquía de la Iglesia cambió muchísimo porque en principio “el mensaje desde hace más de una década fue empezar por abajo”. Ante la pregunta de cuánto y cómo lo cambió el accionar del Papa Francisco, no duda en citarlo: “Como él decía no hay que fijarse en la vanguardia, ni en la retaguardia, sino en el común”. Algo de eso que dice queda resonando en el ambiente, es lo que parece verse afuera de la Basílica. 

***

El reloj marca las 20:10, justo cuando comienzan los murmullos que en cuestión de segundos se transforman en gritos. La gente que estaba adentro comienza a irse. La Vicepresidenta es una de estas. Sale de la Basílica, escoltada por un operativo de seguridad algo improvisado que la traslada hacia el auto oficial, no sin antes recibir muchos insultos de quienes están afuera, de esa multitud que eligió no quedarse callada. La situación es tensa, incómoda, eléctrica. Es el único momento en el que hay unos minutos desagradables, en plena avenida Rivadavia. Un cántico suena: “Ole, ole, ole, ola… como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar”.

Los medios dirán que fueron unos pocos, que son violentos, agresivos o que fueron ahí sólo para eso. Otros dirán que no es lo que el Papa hubiese querido, que era el Papa del diálogo, de la escucha. Nadie lo sabe aún pero entre Villarruel y Pérez Esquivel hubo un saludo antes de comenzar la ceremonia. Algunos se preguntarán si estuvo bien, si estuvo mal, si el contraste es o no válido.

Imagen del Papa Francisco.

La consigna que se escucha no viene de un grupo aislado: el momento es crudo, desordenado. Muchos de los que estuvieron desde el inicio de la ceremonia se sorprendieron ante la salida de Villarruel porque nunca pudieron ingresar y mucho menos ver el interior de la Basílica como Mariela, quien explica que “él nos dijo que hagamos lío, hacemos lío entonces”. Parece que la Iglesia está en la calle ahora, movilizada, enardecida, queriendo ser escuchada. ¿Será esta idea del “común” que explicó Ernesto unos minutos antes?

Un legado incierto 

Flores volverá a ser Flores en los próximos minutos. El momento tenso dura -justamente- sólo un momento. La avenida recuperará sus cuatro carriles, el bullicio cotidiano, lo de siempre. Bajo el asfalto, como las raíces de esos árboles centenarios que rodean la Plaza Flores, algo ha quedado plantado hoy: la certeza de que la Iglesia estaba también en la calle, como tantas veces exigió Francisco y que habla, dice, se expresa, cuestiona. Ese es el encuentro. Flores, el barrio que vio nacer a Bergoglio, despide a Francisco con un dilema: ¿en qué medida, con quién, cómo pueden las personas construir con otros muy distintos? ¿Es eso posible? Mirian, visiblemente emocionada, explica que el Papa se “acercaba con el corazón” y que no le gustó lo que sucedió con la Vicepresidenta.

Otra persona, con quien no pudimos hablar, dijo a quien tenía a su lado que “le salió del alma” cantarle a Victoria Villarruel. Por la mañana, el mismo García Cuerva, en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, expresó que “el mejor homenaje que le podemos hacer es tender puentes, es dialogar, es dejar de enfrentarnos todo el tiempo (…). Que se vaya Francisco al cielo con la tranquilidad de que sus hijos van a tratar de vivir esa unidad nacional tan pendiente entre nosotros”. El eco de esas palabras seguirá escuchándose.

El barrio que vio nacer a Bergoglio despide a Francisco, la multitud se dispersa, la ceremonia ha terminado, las palabras quedarán resonando en creyentes y en no creyentes, en el padre que le dijo a su hijo “rezamos un poquito y nos vamos”, en esa persona que puso la bandera de San Lorenzo en la escalinata y en quien intentó vender banderas papales en ese momento. “¿Alcanza con la palabra que tanto predicó?”, escuché decir a alguien al retirarse del lugar, haciendo referencia a la manera que tuvo de obrar Francisco a lo largo de su vida para cambiar las cosas. Palabra versus acción. ¿Habrá que verlo como espejo? Algunos señalarán que sí, otros que no. Es una buena pregunta aquella que escuché, genial, si se me permite.

Vale la pena preguntarse si las palabras pueden sembrar la semilla, ¿cómo sucede el paso a la acción, si es que eso sigue a continuación? Este sea quizás uno de los tantos dilemas que nos dejó Francisco.

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