¿Qué se siente ser el color ausente? El color que falta en las series argentinas, en las películas, y en la publicidad en general. En Argentina la mayoría de mujeres afrodescendientes e indígenas crecen sin tener un referente con su color de piel. Tampoco están representadas en los medios de comunicación. Si los medios deciden mostrar una persona de color, esta es niñera, mucama o aparece hipersexualizada.
“Soy de la época de los 90, por lo cual me crié mucho con contenido como el de Cris Morena, gente en la televisión muy blanca, muy europea, donde no entra la figura de personas marronas indígenas siendo protagonistas de novelas”, cuenta América López, docente, gestora cultural, activista y miembro de Identidad Marrón, una organización civil antirracista que busca visibilizar el racismo estructural en la región.
Además agrega que el rol que ocupa la persona de descendencia indígena o que viene de un barrio pobre o un contexto de una villa en un medio es siempre el de delincuente, de una persona que limpia, el portero, o el verdulero. “Las personas que tenemos un tono un poco más bajo, en los medios de comunicación siempre estuvimos representados como aquellos con trabajos precarizados y que denota y demarca mucho la categoría de migrante”. América también recuerda cuando veía las novelas donde el “gringo” o la persona que venía de Europa, siempre era bien recibida.
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Para Daniela Ruiz, artista y miembro del colectivo Siete Colores Diversidad, el racismo se hizo presente en el encuentro con sus compañeres, donde llegó a entender el tratamiento que los medios le dan a las personas racializadas. “Empecé a entender el racismo estructural cuando empecé a leer y empecé a hablar con mis otros compañeros y compañeras de lo que existe y lo que hay en la sociedad frente a personas indígenas. También comprendí el por qué no estaba en los lugares de las publicidades, y no había gente parecida a los fenotipos que nosotros tenemos”, expresó.
En torno al racismo estructural Jennifer Parker, activista y afrodescendiente dice: “Hay que aceptar que Argentina se autopercibe blanca y de clase media. Partiendo desde ahí, la gente empatiza con lo que le resuena, y viendo que las representaciones negras e indígenas no son tan visibles, obviamente que todo reclamo por parte de estas personas, parece una exageración”.
Jennifer recuerda que en su infancia le gustaba una serie en particular. “Me sentía bien cuando miraba ‘Es tan Raven’. Después, cuando miraba otras series argentinas, no me encontraba en ningún lado”. Esta situación la hacía sentir sola: “Si aparecía alguna persona negra me emocionaba. Más de grande, al ver siempre las mismas caras en todos lados, fui entendiendo un poco más sobre representación”, reflexiona.
En el camino de su militancia tuvo que declararle la guerra a las revistas de moda, a las publicidades, y a las programaciones televisivas para optar por mirarse en un espejo sin tener que intentar encajar en esos estereotipos imposibles. “Decidí no hacerle caso, sabiendo que nunca iba a ser eso”, puntualiza.
Racismo estructural, colonial y patriarcal
El racismo estructural existe desde la Colonización Española cuando el color de piel era motivo de segregación y diferencia social. Posteriormente, durante la creación del Estado Nación, diversas teorías como el darwinismo social y el racismo científico, materializado en obras como “Facundo” de Sarmiento se impusieron rápidamente en la sociedad con ideas de “blanqueamiento” e invisibilización de la población negra. El ámbito teórico, académico y educativo siempre está legitimado por una voz blanca.
Por eso, también la construcción del conocimiento en el feminismo es en parte colonial: se ponen en valor teorías que provienen de un norte global. “Hay una manera subjetiva y hegemónica de cómo miran nuestras vidas y cómo ven, interpelan nuestra manera de ver las cosas. En el feminismo hasta hace muy poco tiempo no se hablaba de lo plurinacional. Pero, ¿Qué es lo que pasa que todavía las mujeres indígenas, las travestis indígenas, las racializadas, son las que más viven este sistema de violencia, y todavía no son puestas como sujetas de derecho?” se pregunta Daniela. Y agrega: “Quizás habría que preguntarle a esas feministas qué es lo que pasa”.
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Las personas y las mujeres racializadas no siempre fueron productoras de conocimiento. Su propia narrativa fue, y continúa, siendo amenazada por el racismo estructural y el patriarcado. Además las mujeres racializadas están más vinculadas a las tareas de cuidado y a la llamada triple jornada que las mujeres de otras clases sociales que sí tienen el tiempo para pensar, construir y distribuir el conocimiento. “Son aquellas que parten de las cadenas sostenimiento y de economía, las que están todo el tiempo en el cuidado y en el trabajo, y haciéndose cargo de familias, ellas son las mujeres que no pueden teorizar”, explicá America respecto.
En el sentido contrario, expresa que lo que genera una visibilización es que “esas personas sean conscientes de cómo funciona la estructura racial en nuestro país, en Latinoamérica y cuál es el lugar que ocupan dentro de un sistema y una estructura, siendo las diferencias étnico-raciales el tópico sobre el que se monta la diferenciación de clase en la Argentina”.
Reconstruir la memoria para visibilizar el color
Es muy importante que los ámbitos donde circula el conocimiento estén revestidos de una
perspectiva antiracista.Lo ideal sería trabajar transversalmente, tejiendo redes para terminar con la racialización y el hecho de que algunos privilegios de clase estén ligados a la apariencia. “Así como también luchamos mucho tiempo por la implementación de una ESI en todos los ámbitos y en todo tipo de instituciones también hay que pensar una educación con perspectiva antirracista ”, dice América.
Daniela acompaña: “Creemos que tiene que ser por esos espacios, pero para eso también hay que empezar a tener capacitaciones de formación a todos los docentes, a la sociedad, de que hay cosas y hay prácticas racistas que hasta el día de hoy causan muerte que son evitables”.
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Además, expresa que a lo largo del tiempo se ha querido borrar la memoria histórica del pueblo indígena: “Como hijos e hijas, y nietos y nietas que somos, y que estamos viviendo en estos lugares, queremos reconstruir nuestra memoria y reconstruir la historia para cambiar la mirada, cultural, social y política”, enfatiza.