Un día, una vida y un cura villero

-Dios, perdonanos porque a veces nos mandamos alguna cagada que otra, somos humanos. Entonces, pregunto: ¿Hay alguna petición especial hoy?
Yo quiero pedir por mi hija, estoy limpia, me estoy cuidando y quiero volver a verla rápido.
-¿Alguien más?

Misa del Padre Nacho en el Centro de Día, Barrio Padre Mugica (ex Villa 31),
15 de agosto de 2024

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Ignacio Bagattini -alias Nacho, perdón, Padre Nacho- es oriundo del barrio porteño de Belgrano. Apenas pasa los 40 años y tiene un círculo de amigos muy cercanos que conserva desde el secundario con quienes se junta a tomar mates. Cada vez que suceden esos encuentros, el Padre reniega por lo mismo: que nunca le dejan comprar nada, ni siquiera la yerba. Durante su adolescencia no le gustaba ir a misa aunque sus padres lo obligaban, prefería pasar el tiempo con su novia. Siempre quiso ser abogado, lo intentó pero no lo consiguió. Al menos no en el sentido tradicional; hoy sólo interviene en las causas que involucran a humildes y vulnerables. Es el hombro sobre el que reposan los anhelos y las tristezas de miles de fieles que asisten a sus varias misas durante la semana. También es quien se acerca a hablar con el Gobierno de la Ciudad para que le devuelvan los carritos a quienes cartonean para poder subsistir y la policía se los secuestra como si de un delito se tratase.

Misa del Padre Nacho en el Centro de Día. Imagen: Camila Mitre
Misa del Padre Nacho en el Centro de Día. Imagen: Camila Mitre

Marcelo Acosta, es uno de los damnificados a quienes la policía le quitó su carro el pasado 11 de julio de 2024. Denuncia que la situación se repite: “No nos dejan trabajar en paz, nos sacan nuestras herramientas de trabajo y si no se las entregamos nos quieren golpear y llevarnos presos. Todos los días me mato laburando con esto para darle de comer a mi familia. Encima que uno hace las cosas bien, ustedes vienen y quieren arruinar a un laburante. ¿Qué quieren que hagamos para sobrevivir, para darle de comer a nuestros hijos?”.

Y allí fue Nacho. Juntó todos los reclamos de los cartoneros del barrio, armó un escrito con la evidencia de una multa que el gobierno pretendía cobrarles de 150 mil pesos y se presentó en la calle Regimiento de Patricios. “Hoy Mugica estaría con nosotros, intentando que el Estado escuche”, suspira y reflexiona. Es que la vida en los barrios se encrudeció significativamente a partir de la asunción de Javier Milei y el gobierno de La Libertad Avanza.

El Barrio Padre Carlos Mugica, antes conocido como la Villa 31, es una de las villas más emblemáticas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Su origen se remonta a la década de 1930, cuando obreros inmigrantes europeos comenzaron a asentarse en la zona debido a su cercanía con el puerto. Con el tiempo, este primer asentamiento creció con la llegada de trabajadores del interior del país y de países limítrofes, atraídos por las oportunidades laborales que ofrecía la ciudad. Durante décadas, la villa se consolidó como un barrio popular, aunque marcado por la precariedad y la falta de acceso a servicios básicos.

A lo largo de su historia, el barrio pasó por múltiples intentos de erradicación por parte de distintos gobiernos. Uno de los momentos más críticos fue durante la última dictadura cívico-eclesiástica-militar (1976-1983), cuando el Estado llevó adelante un fuerte proceso de desalojo y demolición de viviendas, con el objetivo de “limpiar” la ciudad de los asentamientos informales. Muchas familias fueron expulsadas y obligadas a trasladarse a otros puntos del conurbano bonaerense, pero con la vuelta de la democracia, las villas comenzaron nuevamente a poblarse con la llegada de nuevas personas.

Capilla Cristo Obrero, fundada por el Padre Mugica. Imagen: Camila Mitre.
Capilla Cristo Obrero, fundada por el Padre Mugica. Imagen: Camila Mitre.

Hoy, este barrio lleva su nombre en honor al Padre Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe, un sacerdote comprometido con defender a quienes verdaderamente necesitan ser defendidos. Nacido en una familia de clase alta, Mugica decidió dedicarse a la teología con una fuerte impronta en el trabajo social. Fue uno de los curas villeros más influyentes y una de las figuras más destacadas del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Su misión pastoral estuvo enfocada en la Villa 31, donde fundó la Parroquia Cristo Obrero y trabajó codo a codo con los vecinos para mejorar sus condiciones de vida. Su fuerte compromiso con los sectores más humildes y su oposición a las políticas represivas le valieron múltiples amenazas hasta que, en 1974, fue asesinado por la organización paramilitar de ultraderecha conocida como la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A).

El crecimiento del barrio fue exponencial durante las últimas décadas. Actualmente, se estima que más de 45 mil personas viven en sus 72 hectáreas, en viviendas autoconstruidas y con un acceso desigual a los servicios públicos. Si bien en los últimos años se han llevado a cabo proyectos de urbanización, la integración del barrio con la ciudad aún es una de las grandes deudas de la democracia. La falta de acceso a una vivienda digna, el desempleo y la precarización laboral son problemas estructurales que afectan a la comunidad, agravados en los últimos años por el aumento del costo de vida y la reducción de políticas de asistencia estatal.

Pero aquí la organización mata la carencia, o al menos trata de paliarla. Mientras en algunas zonas de la ciudad se desarrollan proyectos inmobiliarios de lujo, en el Barrio Padre Mugica las familias deben organizarse para acceder a derechos básicos.

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El Centro Barrial Padre Mugica y el Centro Madre Teresa -ambos dentro del Centro de Día donde se hace la misa- funcionan de lunes a viernes de 9 a 18hs. Este lugar está destinado para que personas en situación de calle o con problemas de consumo busquen refugio durante el día. Hay talleres de cocina, arte, gimnasia y también morfi, karaoke, cumpleaños y misa. Además de un dispensario de medicamentos: “El infectólogo me dice que hay un récord de tuberculosis, incluso superior a los casos presentes en África”, explica Alicia, la asistente social del lugar, mientras está sentada en su oficina, rodeada de biblioratos y papeles.

Pasillos del Barrio Padre Mugica de noche. Imagen: Camila Mitre.
Pasillos del Barrio Padre Mugica de noche. Imagen: Camila Mitre.

Según el informe Tuberculosis y lepra en la Argentina, que también abarca otras enfermedades como VIH, ITS, Hepatitis Virales, en 2023 se notificaron 14.914 casos de tuberculosis en Argentina, lo que representa una tasa de 32 por cada 100 mil habitantes, y un aumento del 10,3% respecto al año anterior. De esos casos, en CABA se registraron 1.435 casos, y una tasa de 46.5 por cada 100 mil habitantes.

La parroquia Cristo Obrero se esfuerza por evitar que las enfermedades se propaguen dentro de la villa, hacen un seguimiento -lo más minucioso posible- de las personas en situación de calle que están enfermas y necesitan medicación. “Lo encontré a Jonatan y le pregunté qué iba a hacer, que me diera un horario y dónde iba a estar mañana para traerle la pastilla, se tiene que curar”, interrumpe uno de los tantos acompañantes pares -personas que estuvieron muy delicadas por adicción a las drogas y Cristo Obrero pudo rehabilitar-, que dedica su tiempo a establecer rutinas para quienes viven en la calle y están enfermos.

Esta búsqueda no es institucional, es personal; funciona gracias al boca en boca. Los acompañantes recorren la ciudad en busca de quienes lo necesiten. Hablan con la gente, preguntan, esperan horas en esquinas, viajan de un lugar a otro, siempre tratando de llevar a las personas al Centro de Día, donde pueden comer, higienizarse, hacer actividades o asistir a terapia con Juanse, el psicólogo del lugar.

Alicia sigue: “Trabajamos con el Hospital Fernández y con el Muñiz, ellos nos avisan si ven alguna de las personas que frecuentamos y las tratan de retener para que vaya alguno de los chicos a buscarla”. Irrumpe otro de los acompañantes pares, muy preocupado por alguien a quien llaman Tigre. Alicia empieza a bajar línea, es implacable: “Búsquenlo, tiene que estar en algún lado. Él va a algún comedor, pregúntenle a la gente de ahí. Aunque consuma, en algún momento se levanta y va a buscar comida. Hay varios comedores a los que podría ir. A veces también se va al centro a pedir dinero, hay que encontrarlo”, le dice.

Padre Nacho mientras organiza su agenda semanal. Imagen: Camila Mitre.
Padre Nacho mientras organiza su agenda semanal. Imagen: Camila Mitre.

Vuelve a nuestra conversación. Explica que es común que personas que están bajo algún tratamiento desaparezcan, que no tienen un protocolo fijo y que van improvisando según las circunstancias.Esto pasa con frecuencia. Por ejemplo, tuvimos una chica a la que le llevamos medicación durante meses, todos los días. Tenía una hija y estaba bien”, recuerda. Y agrega: “Hubo otro chico que también perdimos de vista, pero luego nos enteramos que estaba parando por Viamonte y Callao. Nos contactamos con una organización social que visitaba esa zona, para saber si él estaba ahí y cuándo lo veían para que le dieran la medicación. Después se volvió a perder, y así es como funciona”.

El trabajo de búsqueda es constante y arduo.Lo más importante sería tratar de ubicar dónde se establecen regularmente, pero a veces no se puede. También hay que ser cuidadosos porque son muy desconfiados y, en general, no quieren decirte nada. Entonces tenemos que explicar que somos de un hogar y que llevamos medicación. A veces, ni ellos mismos quieren que los encuentres”. Explica que por esos motivos muchos tratamientos se prolongan en el tiempo.

“Siempre extendemos la invitación para que se acerquen al centro. Aunque hay gente que no quiere venir, les decimos que el espacio está abierto. Entonces no se trata de presionarlos para que vengan, sino de que sepan que pueden hacerlo cuando quieran, ya sea para comer, bañarse o lo que necesiten”, reflexiona.

Cuatro horas más tarde, ubicaron al Tigre. Encontraron su colchón, hablaron con sus amigos y empezaron a llevarle la medicación ahí.

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Un plan de vida

El Plan de Vida del Hogar Cristo Obrero es una iniciativa vinculada a la obra del Padre Carlos Mugica, cuyo objetivo es ofrecer apoyo integral a las personas en situación de vulnerabilidad en villas y barrios populares. Su enfoque está centrado en brindar herramientas que permitan mejorar las condiciones de vida de estas personas a través de la educación, el trabajo y la construcción comunitaria.

Uno de los pilares del plan es el acompañamiento humano y espiritual, proporcionando un espacio de contención para quienes atraviesan situaciones difíciles. Además de dar apoyo emocional para que las personas reconstruyan su autoestima y fortalezcan sus vínculos con la comunidad. Los voluntarios y trabajadores del hogar no solo se enfocan en las necesidades materiales, sino también en el bienestar psicológico de quienes ayudan.

Consta de “tres umbrales”. El primero tiene como intención que las personas en situación de calle adopten la regularidad de asistir al Centro de Día a sus diferentes actividades y, por la noche, vayan a dormir al Parador Papa Francisco. El segundo umbral tiene que ver con la convivencia en comunidad pero a una escala menor: dentro de la capilla fundada por el Padre Mugica, hay viviendas donde se alojan hasta que terminan sus estudios y aprenden un oficio, empiezan a trabajar en las actividades deportivas del club y aprenden a cosechar en la huerta. El tercer umbral es la salida del barrio.

"Primer umbral" Papa Francisco. Una construcción entre el Hogar de Cristo y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Imagen: Camila Mitre.
“Primer umbral” Papa Francisco. Una construcción entre el Hogar de Cristo y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Imagen: Camila Mitre.

Este proyecto de viviendas involucra a las personas en la construcción de sus hogares, fomentando un sentido de pertenencia y responsabilidad. La construcción de viviendas se organiza en cooperativas que permiten reducir costos y promover la colaboración entre vecinos.

Julio “pasó 37 años en el infierno”. Hoy, es la primera sonrisa que ves cuando entrás al Centro. “Estoy acá porque llegó el momento de devolver todo lo que me han dado; si el plan A no funciona, el abecedario tiene 26 letras más”.

-¿Por qué te cagaste a piñas en el parador?
-Porque era un puto de mierda.
-No me importa la sexualidad y a vos tampoco. Portate bien en el parador.

Acá se conocen todos. A Julio no se le escapa una.

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Padre Carlos, Patrono de nuestro Club y del barrio
Acompáñanos desde el cielo para
Que siempre nos pongamos la camiseta de la vida
Que nuestro juego sirva para jugar el partido de la vida
Con fe esperanza y amor
Que nuestro club mueva al barrio
A vivir los valores la amistad, el respeto, la solidaridad y la unidad
Y seamos una gran familia
Padre Carlos regálanos tu Bendición

Esta es la oración del Club Carlos Mugica, un club de deporte que funciona en la misma capilla donde descansan los restos del Padre Mugica. Allí, entre 500 pibas y pibes se entrenan diariamente fútbol femenino, masculino y hockey. Compiten en ligas locales y en diferentes categorías. Sus colores son el rojo -por el martirio del Padre Carlos-, el blanco -por la paz-, el verde -por la esperanza- y el celeste -por el manto de la Virgen-.La institución se fundó en 2015 y su horizonte es promover la vida a través del deporte, la cultura, la educación y la acción social, colaborando con la construcción de la persona en su integridad física, espiritual e intelectual. 

“Los años de crisis de nuestro país han generado que la brecha de desigualdad se acentúe y que sean los niños, adolescentes y jóvenes de los barrios populares los más vulnerables a entrar en el consumo problemático de sustancias como la marihuana, la cocaína, el alcoholismo y el paco. Queremos llegar a sus vidas antes que la droga”. Nacho se sienta en un banco al costado de la cancha, las profes lo saludan a medida pasan, él les ofrece un mate, alguna que otra lo acepta y se queda charlando un rato.

Empiezan a llegar las chicas del equipo de fútbol. Una se acerca al Padre a mostrarle sus brackets nuevos y a contarle que le duelen un montón, pero que todavía puede seguir entrenando así que “no tiene problema”. 

Séptima división de fútbol femenino del Club Carlos Mugica. Imagen: Camila Mitre
Séptima división de fútbol femenino del Club Carlos Mugica. Imagen: Camila Mitre

El sol aún no ha salido cuando el Padre Nacho se pone en marcha. A las 7:30 de la mañana tiene que estar en Mataderos para retirar las placas que se usarán en la inauguración de un mástil el sábado. No hay espacio para el descanso en su agenda; desde las ocho en adelante, las reuniones ocupan gran parte de su jornada, como ocurre casi todos los días. En su labor, no existen horarios fijos. El trabajo lo lleva de una tarea a otra sin tregua, con la certeza de que cada acción contribuye a sostener un entramado de asistencia y acompañamiento que él considera esencial.

Pero para Nacho no hay otra vida posible. Su misión está marcada por los proyectos en marcha, por la necesidad de expandir el predio del club, por la urgencia de encontrar nuevos terrenos donde construir un polideportivo. Su día a día se compone de decisiones que inciden en la vida de cientos de personas, y él se entrega por completo a cada una de ellas.

Aunque ahora sigue sentado. Interrumpe una de las chicas para saludarlo, en consecuencia, él cuenta:

-Blanca, una de las coordinadoras del club, se encargó de hacer un seguimiento con cada uno de los profesores, que ya terminaron su horario en el jardín. Ahora nos queda seguir sumando profesores o auxiliares de profesores, y en algunos casos, les pagamos con fondos de convenios que tenemos. En mi primer año en el barrio, armamos una huerta, y ahora esa huerta ya está en funcionamiento, con de todo un poco. En un rato, empiezan las actividades de la tarde, pero allá arriba antes no había nada, solo un plano. Armamos la huerta y, a veces, el día termina bastante tarde. En el final del día, ya sabés que la energía bajó un poco, pero aún así te pasás. Los días son largos, algunas jornadas son más intensas que otras.

Mural del Padre Mugica al costado de la cancha de fútbol. Imagen: Camila Mitre.
Mural del Padre Mugica al costado de la cancha de fútbol. Imagen: Camila Mitre.

Desde hace 17 años, los Hogares de Cristo funcionan con el mismo nombre y bajo la misma lógica de acompañamiento. La primera en abrir uno ha sido Mariana López, hoy directora de la organización. A pesar de enfrentarse a insultos y situaciones difíciles, nunca ha dejado de estar al pie del cañón, atendiendo y conteniendo a quienes más lo necesitan. “Nunca la vas a escuchar decir una mala palabra”, comenta Nacho con admiración. No es casualidad que, en tantos años, la institución se haya mantenido en pie sin escándalos ni denuncias, sorteando auditorías con éxito. Todo esto, dice, habla de un compromiso real.

El vínculo con el Gobierno de la Ciudad es un terreno complejo. La coexistencia con ciertas iniciativas como el primer umbral Papa Francisco no esconde el hecho de que muchas políticas públicas parecen enfocadas en barrer la pobreza bajo la alfombra, en lugar de afrontarla y solucionarla. La burocracia y los cambios constantes dificultan la planificación a largo plazo. Sin embargo, con insistencia y perseverancia, han logrado avances, como la inclusión del equipo de Hogares de Cristo en el parador más importante de la Ciudad de Buenos Aires. Antes de su llegada, lo único que se veía allí eran cajas amarillas de Mercado Libre. Hoy, hay una estructura de apoyo pensada para transformar la realidad de las personas en situación de calle.

En el club, trabajan especialmente la identidad. Todas las parroquias de las villas participan en ligas deportivas, algunas propias de la Iglesia y otras en colaboración con clubes como Boca. Visten a los equipos con los colores de la parroquia, fortaleciendo el sentido de pertenencia. No todos los chicos están escolarizados, pero encuentran en el deporte y en el apoyo escolar un refugio, una oportunidad. La educación, aunque no siempre dentro del aula, se sostiene en cada espacio de contención que logran construir.

El Padre Nacho no ve alternativa a esta vida. Su mundo es intenso, cargado de dificultades y proyectos pendientes. Las mesas de obra siguen sumando desafíos –sesenta y ocho en total– y él no tiene intención de detenerse. Cada reunión, cada partido de fútbol en el club, cada nombre en la lista de quienes buscan un refugio en los Hogares de Cristo, le recuerdan que su misión apenas está comenzando.

“Yo trato de encontrar un momento para cortar un poco el ritmo. No duermo siesta, pero busco hacer algo que me desconecte, como leer o acomodar algo, así ordeno mi cabeza. Es como cortar el trabajo con más trabajo, pero me sirve para organizarme”, enfatiza.

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Lorena tiene cincuenta años y cría a su nieto de nueve porque su hija lucha contra una adicción que la lleva a recaer varias veces. Ahora está en rehabilitación, intentando recuperar su vida y a su hijo. Forma parte de la Casa Santa Isabel, una de las organizaciones del Hogar de Cristo que agrupa a madres de personas con problemas de consumo, fundado por el Padre Carlos Mugica. En ese espacio de acompañamiento encuentra un sostén y una razón para seguir adelante.

Pese a las oportunidades que tiene para irse del barrio, siempre elige volver. Ahí están sus afectos, su comunidad, el lugar donde se siente segura, donde nadie le da la espalda. Cuando conversan, se encuentran en una sede de Cáritas. Lorena ceba mate a su amiga Graciela, que revisa biblioratos con actas de bautismo.

Vecinas del Barrio Padre Mugica pegan un cartel anunciando la feria americana del fin de semana. Imagen: Camila Mitre.
Vecinas del Barrio Padre Mugica pegan un cartel anunciando la feria americana del fin de semana. Imagen: Camila Mitre.

Siempre se siente apoyada por la Iglesia. Cuando hay donaciones, actividades, la incluyen. “Cuando pasé por problemas de salud graves, mis vecinos fueron muy solidarios. En mi barrio, cuando alguien está pasando por un mal momento, la gente se une para ayudar. He encontrado en el Hogar de Cristo una verdadera familia, que me ha brindado el apoyo necesario en mis momentos más difíciles”, expresa.

La comunidad se organiza, resiste. Lorena recuerda con cariño su paso por la capilla Virgen de Luján, donde está hace más de una década. También trabaja en un parador para personas en situación de calle, limpiando y organizando actividades. Pasa sábados enteros ayudando a chicos con problemas de consumo en Cristo Obrero.

Cuando alguien menciona al Padre Nacho, se le ilumina la cara. Lo conoce desde hace un tiempo, pero en los últimos meses la relación se fortaleció. “Es una excelente persona, no para nunca. Siempre está al tanto de lo que pasa en el barrio, involucrándose en todo. Recupera espacios olvidados, acompaña a quienes lo necesitan”. A ella la ayudó cuando su hija atravesó un momento muy complicado: “No cualquiera hace eso”.

Hablan de la comunidad, del apoyo, de la red invisible que sostiene cuando la vida golpea. A pesar de las luces y sombras del barrio, Lorena encuentra en su gente una familia. Nunca se siente sola. Siempre hay alguien al lado suyo.

La conversación se interrumpe. Desde la capilla rezan “la novena de la Virgen de Urkupiña”. Lorena y Graciela se levantan. Todavía tienen que preparar carteles para la feria americana del fin de semana. 

El Padre Nacho también está en movimiento. Sube a una bicicleta playera de color celeste que esta desgastada por el uso y los años. “Cumple su función”, dice. Junto a la suya, hay una que es negra y brillante, con cambios y de la que cuelga un casco del manubrio. Es de Agustín, el otro párroco.

Las bicicletas del Padre Nacho y el Padre Agustín. Imagen: Camila Mitre.
Las bicicletas del Padre Nacho y el Padre Agustín. Imagen: Camila Mitre.

La historia de la Virgen de Urkupiña se remonta al siglo XVII, en la pequeña localidad de Quillacollo, Cochabamba (Bolivia). Según la tradición, una joven indígena pastora solía llevar a sus ovejas a pastar cerca del cerro Cota, a las afueras del pueblo. Un día, mientras cuidaba de su rebaño, se le apareció una bella mujer que sostenía un niño en brazos. La mujer misteriosa, que no era reconocida por la gente del lugar, comenzó a dialogar con la pastora en quechua, el idioma nativo de la zona. La piba le contó a su familia lo sucedido, y tras varias apariciones, los habitantes del pueblo comenzaron a creer que la mujer era la Virgen María.

Lo que consolidó la devoción fue un evento milagroso. La pastora mencionó a su familia que la Virgen había dicho que estaba “en la colina”, que en quechua suena como “Urqupiña” -urqu significa cerro y piña significa en-. Así, la aparición pasó a conocerse como la Virgen de Urkupiña.

Incluso, con el paso del tiempo, adquirió un carácter sincrético, mezclando elementos cristianos con prácticas indígenas. Para los devotos, la Virgen es protectora, mediadora de milagros y benefactora de los pobres. Pero la celebración en su honor también refleja las antiguas creencias andinas, como el culto a la Pachamama -Madre Tierra- y la reverencia a los apus -espíritus de las montañas-, que se consideran parte integral de la vida cotidiana.

Imagen central de la Vírgen de Urkupiña en la novena del 15 de agosto de 2024. Imagen: Camila Mitre.
Imagen central de la Vírgen de Urkupiña en la novena del 15 de agosto de 2024. Imagen: Camila Mitre.

Este sincretismo es evidente en las celebraciones. La procesión religiosa, los rezos y las misas católicas se combinan con danzas tradicionales como la morenada, la diablada y otras expresiones folclóricas bolivianas. Además, uno de los actos más importantes durante la festividad es la “peregrinación al Calvario”, donde los fieles caminan hacia el cerro Cota, lugar donde se cree que la Virgen apareció. En este sitio, muchos romeros recogen piedras, que representan sus deseos y promesas. Se cree que, al llevarse una piedra del cerro, la Virgen ayudará a cumplir sus peticiones.

Los Padres Agustín y Nacho estuvieron presentes la primera noche de festejo de esta figura. Había mucha gente con ganas de cantar y celebrar, además de prender incienso e inundar el lugar con su humo perfumado. Experiencia no apta para asmáticos.

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+ notas

Soy periodista y fotógrafa, especialista en Moldavia, Transnistria y Gagaúzia, regiones tan incomprendidas como yo misma. Docente de la materia Introducción al Periodismo y la Información en Tea&Deportea.

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