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“Vine acá, me dejó mi mamá”

Tiempo de lectura: 3 minutos

Diego, 6 años. Actualmente es guionista de historietas.

Hasta primer grado fui a una escuela pública que se llamaba Leandro Alem, que estaba frente a la plaza Flores, en Yerbal y Fray Cayetano. Sigue estando. Era oscurísima, a mi me daba miedo ir. Una escuela jodida que parecía de los años ‘30 o ‘40. Sentía ese régimen militar en las clases. Nos hacían parar firmes, tomar distancia, descansar. Todo como si fuéramos niños soldados. Vos hacías la hilera del más petizo al más alto y te decían: “¡Distancia! ¡Firme! ¡Descansen!”. Cuando decían descansen, era doblar el piecito para el costado. Así quedabas parado todo el acto. Cantábamos Aurora todos los días. Se vivía la tensión de las lógicas del poder de la dictadura. También me fajaban los profesores. Me acuerdo que la directora me revoleaba de los pelos. No te dejaban correr en la escuela. Éramos niños de seis años que no podíamos correr en el recreo. Si lo hacías te iban a buscar de los pelos, te levantaban de la nuca; ningún tipo de pedagogía ni nada. O De la oreja y a los tropezones hasta la dirección. Todo estaba muy jerarquizado.

Para esa época mi vieja estaba embarazada y me habían dicho que venía un nene que iba a ser mi hermanito. Un día me desperté y había un pibe de mi edad al lado mío durmiendo. Lo primero que pensé es que mi hermanito no es un bebé. Se llamaba Manolo y dijo: “Vine acá, me dejó mi mamá”. Estuvo tres días y después se fue. Yo no entendí nada. Años más tarde fuimos al campo a comer a la casa de los padres de Manolo. El papá, que estaba haciendo asado en cueros, tenía unas marcas en la espalda que yo recuerdo como un “ta-te-ti”. Hecho como con un fierro caliente. Esa era la casa en la que se habían exiliado los papás de Manolo. Cuando estuvo en mi casa fue porque lo habían chupado al padre. La madre, desesperada, había abandonado la casa y dejado a Manolo con mi vieja. La mamá de Manolo era médica, igual que mi madre, y se conocían de hacer guardias. Había tenido que refugiar al hijo de esta pareja que estaba en quilombo. Muchos de los que hablaban, después de que los chupaban, en vez de irse al exterior se iban al campo o al Tigre. Manolo y su familia se quedaron para siempre ahí.

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