No existe una diferencia significativa entre curar arte y curar un enfermo. Se trata de una forma de cuidar desde la creación hasta la exposición, la salida al mundo, la inserción en la sociedad y la relación con la vida. El arte se cura con sabiduría y con paciencia, con atención y con amor. Patricia Artundo es doctora en Letras, Lengua Española y Literaturas Española e Hispanoamericana por la Universidad de San Pablo y licenciada en Historia de las Artes por la Universidad de Buenos Aires. Además, es autora de los libros Arte Francés En La Argentina 1890-1950 y Arte en Revistas: Publicaciones Culturales en Argentina 1900-1950. Trabajó como expositora y curadora del Museo Xul Solar y fue la investigadora de un catálogo de 1.900 obras atribuidas al artista -un trabajo que duró nada menos que 10 años-.
“Curar o armar una exposición es un proceso complejo donde vos podés proponer algo, pero también tenés que pensar en que sea factible de ser concretado”, explica Patricia, otorgando a este oficio una cuota de realidad: “El primer paso es tener en claro cuál es el objetivo de la exposición en general”. Algo que parece tan simple como elegir unas pinturas y ponerlas en una sala, es en realidad una ardua tarea que busca encontrar una conversación entre el artista, el arte y el público. “Hay que encontrar un equilibrio entre lo que uno quiere decir y lo que los espectadores pueden realmente llegar a recibir”. Los curadores deben manejar todo tipo de sensibilidad en torno a cuestiones éticas, como la representación cultural y la propiedad de las obras de arte. “No podés no pensar en la posible recepción del público, es una problemática que uno debe tener en cuenta”.
La narrativa no es solo cuestión de libros o de conversaciones. Las artes plásticas cuentan historias profundas que van más allá de sus formas y colores. Son parte crucial de la historia universal. El curador selecciona minuciosamente las obras, las investiga, las lee y construye un relato que debe atrapar y desafiar al público. Un relato que, a menudo, se transforma y muta al mismo tiempo que el mundo se reconfigura, aunque las obras sean las mismas. Artundo dedicó gran parte de su carrera a Xul Solar (1887-1963), un artista argentino que fue vanguardista en los movimientos surrealistas y neocriollos, que mezclaba su fascinación por la astrología, las diferentes religiones y la arquitectura.
¿Cuáles son los aspectos a tener en cuenta al momento de pensar en una exposición?
Las exposiciones pueden ser permanentes o temporales. Cuando trabajaba en el Museo Xul Solar siempre me resultaron más interesantes las temporales. Al principio, se hace una convocatoria y se propone un tema para trabajar y desarrollar. A veces es con el patrimonio mismo de la institución y otras veces es a partir de la reunión de obras de diverso tipo, de otros museos o colecciones privadas, con la variedad que pueda llegar a haber. En Argentina, durante los últimos 30 años, las exposiciones se trabajan como un texto narrativo, es decir, como una narración que vas a desarrollar de distintas maneras. Para pensar esto, no solo está la problemática de las obras sino también del espacio. A veces uno tiene en claro qué es lo que quiere decir, pero no tiene los recursos necesarios.
¿Cómo es la relación entre la narrativa ideal y la dificultad en conseguir las obras para llevarla a cabo?
A veces es necesario cambiar el sentido en función de la disponibilidad. Es trabajo del curador arbitrar los medios para que los recursos no quiebren el valor de la exposición, se trata de cuidar también al artista. En el marco de una Argentina a veces inestable, los coleccionistas privados no quieren prestar las obras. Ni hablar cuando se trata de muestras a realizar en el exterior. Es muy complejo. Hay, por ejemplo, algunas obras del Museo Nacional que tienen un embargo a nivel internacional, sobre todo por parte de Estados Unidos, entonces no pueden salir del territorio argentino.
En 2005 tuviste la posibilidad de curar una muestra de Xul Solar para el MALBA que viajó por Brasil, México y Estados Unidos. ¿Cómo es pensar en un público ajeno a tu cotidianidad?
Había que proponerlo como artista. A Xul siempre se lo había visto desde el lado de la vanguardia, pero yo quise plantear una visión más compleja. Entonces mi narrativa tuvo que ver con mostrar cuál era el camino que él había recorrido, a través de sus obras y de sus distintas creaciones. Que él buscaba una superación a nivel espiritual. Un crecimiento con un sistema de creencias complejo. Fue un desafío poder plasmarlo en una, en una exposición y que además fuese accesible a un público que no necesariamente estuviera interiorizado. El público se puede quedar en un nivel muy básico, que es el de apreciar las obras. Pero hay otro tipo de público que puede avanzar un poco más o que inclusive vos lo podés ir orientando para que pueda acceder a aquello que vos querés transmitir.
¿Cuáles fueron los desafíos durante los 10 años que investigaste las 1900 obras que se le atribuían a Xul?
En principio armé un equipo con dos investigadoras que ya había trabajado y sabía que iban a aportar algo. Además, tuve el apoyo de la institución en términos de difusión, defensa y apoyo económico. El proyecto tuvo tres subsidios, uno a nivel internacional, con un concurso de la Fundación Mapfre en Madrid y dos más con Mecenazgo Cultural de la Ciudad de Buenos Aires. Tenía que ser un trabajo que resultara modélico porque no había nunca se había hecho algo así en el país. También tenía que tener aquello que se espera poder transmitir y formar a otra gente y que lo continúen. No se trató de hacer un catálogo, documentamos obras que hoy no tienen existencia física. Se aprovechó el archivo de la Fundación, se investigaron documentos aportados por privados y un montón de material más.
¿Tuviste algún inconveniente en la producción de esta curaduría que tuviera que ver con el contexto del país?
Lo más complejo fue la entrega de papel. Las empresas te decían “comprame ahora el papel, pagame ahora y cuando haya, lo entregaremos”. Era muy difícil y decidí no avanzar en la impresión sino profundizar aún más en la investigación. Ya teníamos un diseñador para publicar el libro, con quien habíamos estado trabajando.Ya habíamos definido qué tipo de papel usar y qué cantidad, pero lo interrumpí. Para 2016, finalmente acordé con una imprenta de mucha trayectoria con la que también imprimí mi primer libro. Hoy ya no existe, se fundió en 2017 como tantas otras.