“Alo?”. 10 de la mañana de uno y otro lado del teléfono. Miriani Pastoriza, de 85 años, atiende el llamado y siembra dudas: ¿comenzará a hablar en español o portugués? Su acento santiagueño – de Santiago del Estero – rápidamente derriba la pregunta, hace 47 años que se exilió en Brasil pero lo conserva intacto. No permite que se le agradezca por el tiempo brindado. Como científica, dar testimonio “es parte de su trabajo”. Desde 1965, “la Pastoriza” cambió los paradigmas de la astronomía con descubrimientos que aún marcan esta ciencia. Incluso en el cosmos resuena su apellido: hay galaxias que llevan su nombre.
Hace apenas unos días Miriani regresó de Uruguay, compartió allí una semana con su familia que, como las estrellas que observa, está dispersa a lo largo del mapa, en este caso geográfico. Miriani relata con orgullo su composición familiar. Su hija Ana, licenciada en Biología, “por suerte” se casó con un Santiagueño y volvió a la Argentina. La tonada se acentúa. Sus nietos mayores se encuentran en Buenos Aires y Córdoba. Carlos, hijo menor de la astrónoma, vive en Porto Alegre con su familia a unas pocas cuadras de su madre. Cada uno desde su casa se movilizó hacía la República Oriental como punto medio común. El reencuentro, siempre es motivo de celebración. Comer asado, una obligación.
Hasta la década del 60, se pensaba globalmente que los centros de las galaxias estaban compuestos sólo por estrellas viejas. En ese entonces Pastoriza tenía 26 años, vivía en Argentina y estaba a punto de convertirse en la primera mujer astrónoma recibida por la Universidad Nacional de Córdoba. Lo que no sabía, es que su tesis de licenciatura iba a revolucionar el estudio extragaláctico. Bajo la orientación y dirección de José Luis Sérsic, fue quien demostró que en los núcleos de ciertas galaxias peculiares (hoy conocidas mundialmente como “Sérsic-Pastoriza”) había regiones de formación estelar muy intensa: nacían nuevas estrellas.

Su segundo gran descubrimiento llegó apenas 5 años después, en 1970, esta vez publicado de forma personal ante la incredulidad de su director y colegas. Miriani demostró que la galaxia NGC 1566 tenía un espectro variable, por lo que se podría inferir que podía tener agujeros negros supermasivos en su interior. Nuevamente, algo impensado en aquella época.
Desde cielo brasileño
Tras ambos descubrimientos, Miriani recibió becas para estudiar en el observatorio Stewart de la Universidad de Arizona, y en el McDonald Observatory, en la Universidad de Texas. El futuro auguraba una onda expansiva alrededor de la joven promesa científica, fuera donde fuese. Lamentablemente, no sucedió en Argentina. Dimensionar el efecto expansivo perdido no resulta posible, pero sí es tangible enumerar los reconocimientos obtenidos tras cuatro décadas de desarrollo profesional del otro lado de la frontera y más de una década al frente del Instituto de Física de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul.
Miriani alcanzó la máxima categoría (1A) como investigadora Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico (CNPq), desde 2007 es Miembro titular de la Academia Brasileña de las Ciencias y en 2008 recibió de manos del Presidente Lula da Silva una medalla como Comendadora de la Orden Nacional de Mérito Científico de la Presidencia de la República de Brasil. También representó al país vecino, donde fue naturalizada, ante diversos organismos internacionales como el Comité Científico Internacional de los telescopios Gemini, y del Telescopio SOAR. Con 246 publicaciones, más de 7 mil lecturas y 4 mil citas, en 1995 el periódico Folha do Sao Paulo incluyó a la astrónoma entre los 170 investigadores más productivos de Brasil.
“Es muy gratificante ver que casi todos los días aparecen nuevas citas a papers en los cuales yo colaboré. Aún con los avances tecnológicos siguen dando información importante para las siguientes investigaciones”, reflexiona Pastoriza.
Marcia Barbosa es la actual rectora de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS) que acogió a Miriani tras su exilio. Al consultarle por Miriani, la rectora define a su colega científica como “una mano de hierro con un guante rosa. Alguien fuerte pero suave”. Barbosa conoció a la astrónoma argentina cuando ésta ya era profesora titular en la institución: “Como estudiante, y siendo yo una mujer en física, verla a ella teniendo poder dentro del departamento de astronomía y formando a otras mujeres era algo que me convocaba”.

Es que el departamento de astronomía de la UFRGS apenas existía cuando Miriani fue invitada en 1978 como profesora visitante para conducir un reducido grupo de investigación en astrofísica. Allí, pasó de contar con el telescopio más grande de todo el hemisferio sur (de metro y medio de diámetro en Córdoba) a uno de apenas 50 centímetros. La falta de herramientas adecuadas para desarrollar sus investigaciones pausaron sus estudios extragalácticos, y en su lugar se enfocó en la astronomía estelar.Si cuando Miriani Pastoriza llegó a Brasil habían apenas un par de astrónomos en la UFRGS, su legado se destaca al observar que hoy es uno de los departamentos de astronomía que más ha producido profesionales y artículos científicos en todo el país.
“Desde el principio fue impresionante ver cómo logró crear un departamento de astronomía altamente productivo, con muchísimo alcance en sus investigaciones”, destaca Marcia Barbosa que sucedió a Pastoriza como directora del Instituto de Física de la UFRGS en 2009. “Miriani era una persona que combinaba algo muy interesante, y que normalmente no se ve en un científico: la capacidad de hacer ciencia de primera, siendo cálida y exigente al mismo tiempo”, sintetiza.
La primera vez que trabajaron juntas fue cuando Marcia dirigía el programa de graduación en física y Miriani era vicedirectora del instituto. En ese momento, debieron elaborar una postulación conjunta para obtener una subvención económica que les permitiera adquirir un licuador de helio. “Ella tenía que escribir la solicitud y yo pensaba: ‘Oh, Dios, tengo que escribir con alguien que es de Argentina, ¡y astrónoma! no sabe nada sobre el helio licuado’. Y honestamente yo aprendí con ella a escribir una propuesta de subvención. ¡De hecho, aprendí a escribir una propuesta de subvención bien hecha y en portugués! Ella dominaba el idioma, y entendía el propósito, por eso lo conseguimos”.
Para la actual rectora, la astrónoma argentina naturalizada brasileña fue un modelo a seguir. Barbosa destaca la capacidad de liderazgo de su hoy colega: “fue la pieza clave para crear el departamento y dejar una estructura fuerte que puede seguir creciendo aún sin ella. Eso es algo que admiro mucho”.
Pionera en el cosmos y en la tierra
“Como mujer tenías que tener mucha convicción y fuerza para poder cumplir tus objetivos”, sentada en su casa de Porto Alegre – la misma que la aloja hace casi 44 años – ‘la Pastoriza’ recuerda su época de estudiante.
Su ambición por entender los astros, combinada con las dificultades que tuvo que afrontar, forjaron su personalidad. Ya desde sus primeros estudios en el Observatorio Astronómico de Bosque Alegre, que queda en las sierras a 60 kilómetros del centro de Córdoba, necesitó un permiso especial de la Universidad para poder pasar las noches en la Estación Astrofísica rodeada de sus colegas varones. La maternidad que vino después tampoco limitó su interés por la observación de los cuerpos celestes. “Ana tenia 3 meses yo la llevaba arriba, al observatorio, en un cochecito. La poníamos en la cocina que era bien calentita y siempre quedaba un compañero mío abajo. Cuando ella lloraba, me decían: “Pastoriza, Pastoriza, la Anita está llorando” y yo bajaba corriendo”, recuerda en retrospectiva.
Esas experiencias personales la marcarían a fuego para pensar a la ciencia desde un espacio más inclusivo.Ya como docente consagrada y autoridad universitaria en Brasil, Miriani formaría parte de la Asociación Latinoamericana de Mujeres Astrónomas, e impulsaria iniciativas como la creación de guarderías o espacios para mujeres con niños en los observatorios. “Realmente agradezco a todas esas personas que me ayudaron. Cuando yo tenía que viajar, mi madre, mi hermana, o alguna mujer debían acompañarme o venir a quedarse en casa con Ana. Sin ellas hubiese sido imposible”, reconoce.

A la par que profundiza en el relato, la garganta comienza a irritarse.Carraspea y enuncia: “Una de las peores cosas que le puede suceder a alguien es que te prohíban trabajar. Es algo horrible”. Cuando se encontraba en pleno pico de su carrera, en 1976, el gobierno argentino de la última dictadura cívico militar la declaró prescindible y tras no renovarle su cargo docente, prohibió que fuera contratada en cualquier otra institución de altos estudios. Su convicción, que resalta en cada entrevista, fue lo que la obligó a moverse y buscar nuevas tierras desde las cuales continuar estudiando el cosmos.
Con su esposo secuestrado durante 2 años por el gobierno de facto, Miriani abandonó los astros y regresó a su Santiago del Estero natal, para subsistir preparando estudiantes de forma particular. En esos años nació su segundo hijo, Carlos. Y desde allí, rodeada por la ciudad de sus amores que la recibió y acogió en el peor momento, envió cartas más allá de las fronteras para terminar exiliandose al sur de Brasil. Así fue que Porto Alegre se convirtió en refugio en el momento más crítico de su vida, y se ganó su lealtad para siempre: “Yo llegué acá sólo con 2 valijas y me ofrecieron todo para que pueda crecer. Asumí el compromiso de quedarme y desarrollar aquí mi campo”.
La esperanza de regresar a su país fue algo que nunca perdió, aún cuando rechazaba invitaciones para ir a trabajar a otras capitales más desarrolladas, su negativa a aceptar moverse tenía una sola excepción: “de salir de aquí sería solo para ir a Argentina”. Para cuando la oportunidad se presentó, ante el regreso de la democracia, ya contaba con un cargo de profesora titular en la UFRGS y era investigadora reconocida del PESQ. Su país natal no le ofrecía ni oportunidades ni disculpas.
Recién en 1994, tras la solicitud de un joven estudiante de doctorado de la UNC que deseaba ser orientado por ella para la elaboración de su tesis, Miriani Pastoriza reestableció vínculos con su alma mater. Carlos Donzelli, hoy investigador del Instituto de Astronomía Teórica y Experimental (IATE) y doctor en astronomía, realizó pasantías en la UFRGS y fue hospedado por su compatriota. “Yo creo que es una de las personas más apasionadas por la ciencia, y por la astronomía en particular, que he conocido a lo largo de toda mi carrera. Y además, una excelente persona: ella ni siquiera me conocía y me abrió las puertas de su casa en Porto Alegre, simplemente por el hecho de venir de Córdoba”, recuerda el astrónomo con notoria emoción al teléfono.
Al mencionarle a Carlos Donzelli – “Charly” para Miriani – el cariño se denota recíproco. “Es parte de mi filosofía de vida, pensar que todo el mundo tendría que tener la oportunidad para poder hacer lo que quiere hacer, sobre todo estudiar, educarse. Mi madre era maestra, viuda y nosotras cuatro hermanas. Yo fui estudiante, y sé que se pasan situaciones difíciles, por eso ayudo”.
Muchos años y reconocimientos internacionales más tarde, Donzelli estaría entre quienes promovieron el otorgamiento del Honoris Causa por la Universidad Nacional de Córdoba. El reconocimiento realizado en 2018, en presencia de la astrónoma y su familia, dejaría en claro que jamás debió haber sido considerada prescindible ni allí, ni en ninguna casa de estudios. Para Carlos, fue una forma de “corregir la historia”. Para Miriani, de “matar sus fantasmas”. “De cierta forma sentí que se reabrió para mí la puerta de la universidad, que tan tristemente se había cerrado”, concluye.
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La presencia espectral de quien pregunta del otro lado del teléfono se va diluyendo en el living de Porto Alegre y la llamada va llegando a su fin. Lejos de llevar una vida de retirada, la octogenaria Miriani Pastoriza mantiene una rutina activa. Continúa siendo profesora colaboradora de la UFRGS, asiste a seminarios, y conserva una beca senior en el Consejo Nacional de Pesquisa (CNPq): subvención que sólo se otorga tras cumplir 20 años de becas en la institución de forma ininterrumpida. También publica artículos y colabora en investigaciones con sus colegas, que en su mayoría son ex alumnos. A pesar de que ya no “baja de un avión para subir rápidamente a otro”, sí espera expectante el otoño para pisar una vez más su Argentina, Santiago del Estero, y volver a pisar el Observatorio de Bosque Alegre en Córdoba donde pasó sus primeras noches observando las galaxias.