Patagonia en oferta: la fantasía libertaria de la estepa digital

Parado frente a un atril, en un lujoso salón del Four Seasons, el asesor presidencial se dirige a los otros empresarios. El físico nuclear Demian Reidel, egresado del Instituto Balseiro, es hombre de total confianza de Javier Milei, y narra su imagen de futuro para la Patagonia. La oferta es grandilocuente, pero clara: “Tenemos grandes extensiones de tierra con acceso a energía y agua, climas fríos –la cereza del pastel para el enfriamiento de sistemas de IA–; además, estamos en un área sin conflictos armados ni desastres naturales. No hay muchos lugares con esas cualidades. Obviamente, el problema es que estas áreas están pobladas de argentinos. Así que es una de las cosas que hemos arreglado”.

Es la última parte de su frase la que se viraliza rápidamente. Los circuitos digitales se indignan ante la ofensa al orgullo nacional argentino. La oferta de Reidel de nuestro territorio, aguas y energías al mejor postor pasa un poco más desapercibido. La vocación de la actual administración de seducir a los grandes capitales tecnológicos ya no es sorpresa. En este caso es para la instalación de datacenters, grandes centros de datos con enorme capacidad de cómputo, en acelerada expansión debido al uso masivo de los nuevos softwares de las llamadas inteligencias artificiales.

Para que un centro de datos pueda operar de manera estable precisa absorber enormes cantidades de energía para el procesamiento de cada cálculo, y también compensar el calor que esta energía genera, lo cual requiere un suministro abundante de agua para refrigeración. Tanto Milei y Reidel operan asumiendo que en la región patagónica hay electricidad continua y barata y copiosas cantidades de agua.

El sueño libertario de convertir a la Patagonia en un nodo de inteligencia artificial no es una novedad. Ya en mayo de 2024, Javier Milei había recorrido Silicon Valley, reuniéndose con Elon Musk o Sam Altman, buscando vender sus proyectos de energía nuclear. El mismo incluye una Nuclear City –una ciudad nuclear– patagónica. Con grandes extensiones de estepa cubiertas por servidores zumbando a la sombra de los Andes, Reidel anuncia que esta ciudad tendrá “los mejores teatros y restaurantes”.

 

Mientras el gobierno nacional vacía el Instituto Nacional del Teatro y enarbola las banderas de la batalla cultural contra los referentes del arte nacional, los trumpistas se enorgullecen de sus actuales estrategias de redes. Llaman a la extrema derecha internacional a hacer una “revolución cultural”.Inundan con sus “propias verdades” la circulación de internet, hasta que la crueldad política quede disimulada, desapercibida ¿Pero cuán reales son los proyectos de los libertarios argentinos de poblar la patagonia de datacenters?

El sueño árido de una estepa minada

La intención de instalar datacenters en la Patagonia no es propia del mileísmo. Felipe Gutiérrez Ríos, investigador del Observatorio Petrolero Sur, recuerda que “la idea de instalar datacenters en la Patagonia es una cuestión que viene con bastante fuerza en los últimos años, diría en particular desde la pandemia para acá, por una serie de condiciones que reúne la zona que podrían facilitar estas cuestiones […]: temperaturas bajas, energía barata y agua”.

Esto ya había sucedido en Zapala, Neuquén. En 2022 una empresa británica anunció que construiría una gigantesca granja de minado de bitcoin, que tomaría 1GW de gas de Vaca Muerta, subsidiado por el Estado. “Se hablaba de grandes números, de enormes inversiones, de miles de puestos de trabajo que finalmente no se concretaron en la realidad”, recuerda Gutiérrez Ríos.

Soledad Vogliano, del Grupo ETC, lo expone de la siguiente manera: “se insiste en representar a la nube como algo etéreo e invisible y sobre todo limpio […], como si los datos fueran bits que flotan sin peso y sin nada de materia. Y esto un poco esconde toda la infraestructura material y extractiva que hace posible el mundo digital: minas, energía fósil, servidores, desechos electrónicos, trabajo precarizado”. La razón, advierte, no es inocente: “si la nube no contamina, no explota, no consume, no necesita ser regulada. Lo que no tiene impacto no requiere regulación”.

Vaca Muerta es una formación geológica ubicada en la provincia de Neuquén, en la Patagonia argentina. Es una de las mayores reservas de petróleo y gas no convencional del mundo. Eso significa que los hidrocarburos están atrapados en la roca madre, por lo que se requiere un proceso de fracking para extraerlos. Foto: Presidencia.
Vaca Muerta es una formación geológica ubicada en la provincia de Neuquén, en la Patagonia argentina. Es una de las mayores reservas de petróleo y gas no convencional del mundo. Eso significa que los hidrocarburos están atrapados en la roca madre, por lo que se requiere un proceso de fracking para extraerlos. Foto: Presidencia.

“Lo que estamos viendo es una profundización del modelo extractivista, pero ahora globalizado a escala planetaria. No hay frontera natural que no pueda ser vista como recurso para la infraestructura de lo digital”, dice Vogliano. Menciona que incluso ya se habla de “minería en el fondo de los océanos o la disputa por el espacio”. Las tensiones entre grandes proyectos y poblaciones sobre el uso del agua se dan de manera similar en otras regiones del país.

La cultura visual de los libertarios argentinos se caracteriza por usar imágenes generadas con inteligencia artificial. Ilustraciones con estética chata, memes sin metáfora, con texturas que evidencian su artificialidad. De una manera similar, la imagen de futuro para la Patagonia de Milei o Reidel no coincide con la Patagonia real de 2025. A pesar de que Milei culpe en Davos al “siniestro ecologismo radical”, y que todo su partido niegue la ciencia climática, ríos como el Limay, el Neuquén y el Negro alcanzaron mínimos históricos en 2021 y en 2022. La emergencia hídrica obligó a restringir la generación energética de represas hidroeléctricas. En ese momento, desde el gobierno decidieron priorizar el uso del agua para ciudades y campos antes que para la energía, demostrando lo cerca que se encuentran los límites naturales del sistema. 

Por su parte, Gutierrez Ríos confirma que “todo lo que está en una nube tiene un costo energético, tiene un costo de agua, tiene un costo material, y ninguna de las cuestiones que se crean en internet están simplemente en un vacío”. Ese consumo intensivo, aclara, compite directamente con otras necesidades energéticas del país. “La energía en el país es absolutamente necesaria para cumplir con otras cuestiones, fundamentalmente el acceso a gas y luz residencial y para los procesos productivos”, recalcá.

El hecho de que la Patagonia no tenga las cantidades necesarias de agua y energía para esas escalas de proyectos no parece ser de importancia para Reidel. De acuerdo al informe Detrás de las nubes: Impactos Ambientales de la Digitalización, del cual Vogliano es co-autora, los datacenters demandan millones de litros de agua diarios para su funcionamiento. En Argentina, advierte Vogliano, “esto compite directamente con las necesidades de las personas y de la producción nacional”

En boca de los grandes planes, la Patagonia es narrada como un territorio “vacío”, negando sus pueblos, sus culturas y su ambiente. No sólo en las imágenes generadas, sino en su estructura material la Inteligencia Artificial va detrás de fantasías. Si “el problema son los argentinos”¿para quién son todos estos proyectos? Como subraya Vogliano, la oligarquía de las grandes tecnológicas estadounidenses, las big tech, son “en términos económicos pero también en términos políticos son actores con poder estructurante, que reconfiguran el uso del suelo, las normas ambientales, las relaciones comunitarias y las prioridades territoriales. Tienen capacidad de transformar todo lo que quieran”. 

El uso de la IA y las tendencias digitales

El fracaso de la burbuja de los NFT, o la desaceleración del fenómeno de las criptomonedas no pusieron freno a las promesas digitales. Los proyectos intentan seducir con un salto tecnológico a poblaciones que se sienten rezagadas. Como advierte Vogliano, se impone “una especie de zona de sacrificio digital, donde todas las comunidades cercanas a los datacenters asumen los costos socioambientales, pero en términos reales no hay ningún beneficio directo para las comunidades”. La razón de seguir presentándose como algo etéreo, advierte, no es inocente: “si la nube no contamina, no explota, no consume, no necesita ser regulada. Lo que no tiene impacto no requiere regulación”.

El informe es categórico en este sentido “los centros de datos no pueden entenderse como infraestructura neutra”. En el mismo se destaca la necesidad de políticas de evaluación sistémica que consideren no solo el consumo de agua y energía, sino también los impactos acumulativos sobre territorios, economías locales y comunidades. También propone herramientas concretas como regulaciones fiscales claras, la prohibición de los datacenters en zonas de estrés hídrico. 

Los nuevos datacenters se expanden de forma acelerada, desigual y opaca. Durante la última tendencia global de convertir imágenes en el estilo de Studio Ghibli, la conversación pública de los sectores ambientales se enfocó en responsabilizar al usuario por estar usando la IA contaminante. Pero mientras tanto los mismos servidores de la empresa que promovía la tendencia tuvieron que limitarse por no llegar a cumplir pedidos. Fueron limitados por la falta de energía y agua de sus propias infraestructuras.  

La mayor parte de los usuarios desconoce la materialidad de la nube. Según el informe “el foco está puesto en los hábitos de consumo individuales desvía la atención de los actores que concentran el poder real: las grandes plataformas digitales y las alianzas público-privadas que habilitan su despliegue sin controles”. Visibilizar el peso de estas infraestructuras es un punto de partida. Pero el desafío es lograr respuestas colectivas, que inscriban éticas verdaderamente globales para el uso de estas herramientas. 

Detrás de cada texto generado por IA, hay una sala como esta: servidores que consumen millones de litros de agua y electricidad para sostener el sueño digital. Imagen: NVIDIA.
Detrás de cada texto generado por IA, hay una sala como esta: servidores que consumen millones de litros de agua y electricidad para sostener el sueño digital. Imagen: NVIDIA.

Es una forma de estética visual sin pliegues, ni misterios. Esto se debe a que los generadores de imágenes de los grandes modelos hoy están basados en métodos de difusión, difuminan el error, la textura. Esto no permiten otros sentidos que el de una instrucción dada hacia un software. La falta de profundidad que es juzgada como un bug, es para muchas personas un feature. Un arte chato, sin dobles sentidos ni crítica. Una imagen cognoscible, sin preguntas o misterios.

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Este desfase entre proyectos de procesamiento de información y capacidades ambientales sobreexigidas no es propio de la Argentina. Hace pocos años llegó la peor sequía de los últimos 74 años a Uruguay. El gobierno empezó a mezclar agua salada de estuarios en la red de agua potable para lograr mantener el acceso. En simultáneo, las autoridades uruguayas estaban por aprobar un datacenter de Google en las afueras de Montevideo. Fue por un juicio de acceso a la información que se reveló que usaría hasta 7,6 millones de litros diarios de agua potable por día. El agua, equivalente al consumo diario de 55 mil personas, iba a ser extraída del mismo sistema público que abastece a la capital uruguaya, la cuenca del Río Santa Lucía.

Bajo presión social, Google tuvo que recalcular su proyecto. Primero: redujo a un tercio la escala del data center y anunció que ya no utilizaría agua corriente para refrigeración. Esto significaba consumir aún más electricidad de la red uruguaya (equivalente al consumo de 200 mil hogares). A cambio, el datacenter ofrecía 50 empleos, cero impuestos (se instalaría en zona franca). 

En Chile, la comunidad de Quilicura (al norte de Santiago) libró una dura batalla contra un plan de Google para instalar un data center sobre sus humedales. Vecinos y activistas del movimiento MOSACAT denunciaron que la megaobra comprometería el acuífero local y la biodiversidad, en una zona ya estresada por la sequía. Tras protestas y recursos legales, en 2023 el Tribunal Ambiental chileno anuló la aprobación ambiental del proyecto “Cerrillos Data Center” de Google, y ordeno que se incorporen los efectos del cambio climático en la evaluación hídrica del mismo. El fallo reconoció reconoció que se habían minimizado los impactos de la sequía prolongada. Es decir, obligó a pensar a futuro. ¿Habrá agua suficiente en 10, 20 o 30 años para sostener este monstruo tecnológico sin afectar el derecho humano al agua? Google posteriormente suspendió temporalmente sus planes para revisar el sistema de refrigeración, ante la presión social y jurídica.

En Brasil, la empresa china ByteDance, dueña de TikTok, anunció en 2024 que construiría en el estado de Ceará, nordeste brasileño. Para aprovechar el “hub” de energía eólica de la costa nordestina y la cercanía a cables submarinos transatlánticos. Caucaia tiene un histórico de sequías alarmante: en 16 de los últimos 21 años esa región declaró emergencia por falta de agua. Solo en 2019 unas 10.000 personas quedaron sin acceso al agua potable durante meses. 

En los últimos años Argentina, y los países de la región, vienen enfrentando eventos de clima extremos que vuelven seriamente conflictivas estas promesas de agua y energía a los magnates del mundo. Los glaciares patagónicos retroceden, las sequías inusuales desestabilizan al sistema productivo y las bajantes de los ríos afectan a la sociedad. Megaincendios de sexta generación arrasan con los bosques en la Patagonia y se espera que estas situaciones empeoren. La fantasía digital patagónica requiere aquello que la crisis climática pone en jaque.

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Ingeniero y maestrando en Ecología Política y Alternativas al Desarrollo. Director en elSur.Global, y consultor en cultura y ambiente. Dirigió Caja Negra: El mito del voto electrónico (2017) y Por el Paraná: La disputa por el río (2024). Actualmente es coordinador decomunicación del Colectivo de Acción por la Justicia Ecosocial y la Asociación Argentina de Abogados/as Ambientalistas.

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