Estimadxs lectores, antes de avanzar con este reportaje tienen que saber algo: son adquirentes de un derecho, el derecho a la desconexión digital. Esto implica que no están obligados a responder el mensaje del jefe a las nueve de la noche justo cuando terminás de bañar a tu bendición y tenés la cena a medio preparar; o el de la jefa, cuando te estás tomando una birra en un tercer tiempo con tus compañeros de equipo. “Después lo miro”, se dicen y guardan el teléfono, pero esa idea, ese mensaje, esa notificación queda dando vueltas en la cabeza. No saben por qué, pero es como tener una especie de picazón cerebral que te lleva a un estado de ansiedad y culpa. Todo por un mensaje. Antiguamente tu jefe no te llamaba al teléfono de línea de tu hogar, si lo hacía era una total y completa excepción.
La Srta. J. trabaja en una distribuidora de golosinas, sale del depósito a las cuatro de la tarde, tal y como marca el contrato que tiene con la empresa en la que trabaja. Camino a su hogar recibe en su celular personal (el laboral lo dejó en la oficina) una notificación de mensaje de WhatsApp de su superior: “Dónde está el informe de ventas? Me lo mandaste?”. Su jornada laboral, evidentemente, no ha terminado. En el trayecto a su hogar recibe otras ocho notificaciones sobre temas laborales: en la sociedad hiperconectada de los países desarrollados, vivir al costado de la empresa para la que se trabaja se ha convertido en una utopía. “Porque cuando sos nueva en el trabajo no la querés pifiar; si no contestás ese mensaje tal vez a tu jefe no le guste y te termine echando”. No quiere dar su nombre real por miedo a represalias.
Qué es el derecho a la desconexión
El derecho a la desconexión es un derecho humano digital en el contexto laboral y de la sociedad en general, ya que ayuda a garantizar el respeto a la vida privada y al descanso de los trabajadores del uso de tecnologías digitales de comunicación. El término “derechos humanos digitales” apunta a los derechos humanos que se ven afectados por el uso de las TIC (tecnologías de la información y de la comunicación), como la privacidad, la libertad de expresión, la no discriminación, la protección contra la violencia y el acoso en línea.
Para Sofía Scaserra, investigadora del Instituto del Mundo del Trabajo “Julio Godio” (IMT), el derecho a la desconexión digital tiene que ver con “una práctica saludable del manejo de tecnologías”. Un derecho por la salud mental. “¿Qué significa esto? Que cuando yo recibo un mensaje fuera de horario, puedo no responderlo, pero ya me quedo pensando en que tengo que responder y que tengo la obligatoriedad de responder”. De esta forma el trabajador perdió la soberanía de su tiempo libre. Parecen prehistóricos los tiempos en que alguien se iba de su trabajo y no tenía ningún tipo de conexión con su entorno laboral hasta que no volvía a su puesto. Sin este derecho no se disfruta de los tiempos libres.
“El derecho a la desconexión es mucho más que clavarle el visto al jefe o tener derecho a no responder”, profundiza Scaserra, “porque el derecho a la desconexión se vulnera en todo momento en que a vos te contactan fuera de tu horario laboral por un tema relacionado con tu trabajo”. Cualquier persona trabajadora debería poder cerrar el día y no tener que volver a hacer nada relacionado con lo laboral hasta su próxima jornada de trabajo. Cuando se garantiza este derecho, se promueve el equilibrio entre la vida laboral y personal, se protege la salud mental y el bienestar de los trabajadores.
“Me quejé con recursos humanos pero no les importa, porque son ellos también los que fomentan este comportamiento. Si estoy en mi día off, deberían respetarlo”, se queja el Sr. A., que trabaja hace muchos años como programador web para varias empresas. “Muchos compañeros creen que el trabajo da sentido a su vida; están casados con la empresa y para ellos todo gira en torno al trabajo y ganar guita. No sé cómo pueden vivir así”, reflexiona.
Riesgos para la salud
El uso intensivo y excesivo de la tecnología digital, sumado a la incapacidad para desconectar, puede provocar serios problemas de salud mental. La hiperconectividad (alta exposición a las pantallas) dificulta el descanso, la relajación y la capacidad de pensar en soledad. Niveles altos y constantes de estrés, pueden convertirse en una condición crónica de ansiedad que tiene una prevalencia mundial de entre 15 y 20% después de la pandemia de Covid-19.
Es fundamental la conciliación y el respeto por nuestro tiempo y descanso si se quiere vivir más y mejor. Los beneficios de la desconexión digital incluyen una mejora de la productividad, reducción del estrés y un equilibrio sano entre la vida laboral y personal. Estableciendo límites y darse tiempo para estar desconectado reduce el impacto negativo de la hiperconectividad.
Una investigación de 2021 de la Universidad de Australia del Sur en la que participaron más de 2200 académicos y profesionales de 40 universidades australianas, demostró que los empleados que respondían comunicaciones digitales fuera del horario laboral tenían más probabilidades de sufrir burnout (o “síndrome del trabajador quemado”), angustia y problemas de salud física. La Organización Mundial de la Salud tiene tipificado desde el año 2018 el síndrome de burnout como un “síndrome derivado del estrés crónico en el lugar de trabajo que no fue gestionado con éxito”.
El 26% de los encuestados sintió que tenía que responder a mensajes de texto, llamadas o correos electrónicos relacionados con el trabajo durante su tiempo libre. El 50% informó que frecuentemente reciben mensajes, llamadas o emails relacionados con el trabajo de sus colegas los fines de semana. Quienes no lograron desconectar informaron niveles más altos de angustia, agotamiento emocional y problemas de salud física. En cambio, quienes mantuvieron bajo control sus límites laborales experimentaron menos estrés y presión.
Francia, no siempre segunda
El primer antecedente a favor del derecho a la desconexión y la limitación de la jornada laboral sucedió en Francia. La Sala de lo Social del Tribunal Supremo francés en una sentencia del 2 de octubre de 2001, sostuvo que “el empleado no tiene obligación ni de aceptar trabajar en su domicilio ni de llevar allí sus archivos y herramientas de trabajo”. En 2004, el Tribunal Supremo confirmó esta decisión y resolvió que “el hecho de que el empleado no estuviera localizable en su teléfono móvil fuera de las horas de trabajo no puede considerarse una falta”.
En 2015, Bruno Mettling, director general adjunto de Orange (compañía multinacional de telecomunicaciones), le entregó a la entonces Ministra de Trabajo, Empleo, Formación Profesional y Diálogo Social, Myriam El Khomri, el informe Transformation numérique et vie au travail, que indaga en el impacto de la transformación digital en el trabajo. En él se detalla que el uso de equipos informáticos fuera del horario laboral puede provocar una sobrecarga de información y comunicaciones perjudicial para la vida privada de los trabajadores, con el riesgo evidente de no respetar sus tiempos de descanso, lo que repercute gravemente en su salud. Esta “obesidad digital” (infobésité) provoca estrés, sensación de fatiga y riesgos psicosociales.
Metling propuso “un derecho a la desconexión” digital del trabajo, a través de la negociación colectiva. Para que este derecho sea efectivo, tiene que ir acompañado de un compromiso de desconexión, que debe ser respetado en primer lugar por cada individuo, pero también por la empresa. En este sentido, afirma, los directivos deben dar ejemplo.
La reforma introducida por la Loi 2016-1088, de agosto de 2016, conocida como Loi Travail o Loi El Khomri prevé, entre otras novedades, la incorporación de medidas de adaptación del mercado laboral al entorno digital y este denominado derecho a la desconexión (droit à la déconnexion). “Los empleados salen físicamente de la oficina, pero no dejan de trabajar. Quedan amarrados por una especie de correa electrónica, como si fueran perros. Los mensajes de texto, los emails y demás invaden la vida de los trabajadores”, declaró el diputado socialista Benoit Hamon, impulsor de la medida.
Sin embargo, la ley no le exige a los trabajadores apagar el teléfono celular al llegar a su casa, ni a las empresas apagar los servidores fuera del horario laboral; ni se prevén sanciones para las empresas en caso de incumplimiento.
En los últimos ocho años, además de Francia, más países aplicaron legislaciones alrededor del derecho a la desconexión, por ejemplo y entre otros: Italia (2017), España (2015, 2018 y 2021), Colombia (2019), Portugal (2020), y el mejor país del mundo: Argentina (2020).
¿Y por casa cómo andamos?
Por la pandemia de COVID-19 en 2020 se tomaron medidas de aislamiento no sólo en Argentina, si no en todo el mundo. A partir de esta emergencia existió la necesidad de trabajar a distancia y depender por completo de las TIC (tecnologías de la información y de la comunicación), generando cambios en la organización del trabajo que impactaron en las condiciones laborales. Al permitir que se trabaje en cualquier lugar y en cualquier momento, se desvanece la línea entre las horas de trabajo y la vida personal.
El derecho a la desconexión en Argentina está incluido en el artículo 5º de la Ley 27.555 que regula el Régimen Legal del Contrato de Teletrabajo que fue sancionada el 30 de julio de 2020 y, su Decreto Reglamentario 27/2021, publicado en el Boletín Oficial el 20 de enero de 2021.
Artículo 5°- Derecho a la desconexión digital. La persona que trabaja bajo la modalidad de teletrabajo tendrá derecho a no ser contactada y a desconectarse de los dispositivos digitales y/o tecnologías de la información y comunicación, fuera de su jornada laboral y durante los períodos de licencias. No podrá ser sancionada por hacer uso de este derecho. El empleador no podrá exigir a la persona que trabaja la realización de tareas, ni remitirle comunicaciones, por ningún medio, fuera de la jornada laboral.
Una ley redactada y aprobada con precipitación, en plena pandemia, y que aún deja muchos interrogantes entre los expertos laborales. Principalmente en el aspecto de las penalizaciones, ya que es una ley que al no especificar sanciones ante incumplimientos, se basa en la voluntad del empleado para poner límites, la voluntad del empleador para no sobrepasar esos límites y la voluntad sindical de poner límites colectivos. También necesita de voluntades políticas parlamentarias para poder ampliar y sostener derechos como consecuencia de una alteración de la vida laboral producto de la intrusión de las tecnologías digitales.
“Acá se produce una controversia en el ámbito laboral entre dos conceptos: la conectividad y la disponibilidad”, explica Corinne Sara Macoretta, abogada especialista en derecho laboral y docente pro-titular de la cátedra de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la Universidad Católica Argentina. “Si esto no es regulado, caemos en los abusos empresariales por esa supuesta y continua disponibilidad de los trabajadores respecto de las comunicaciones de la empresa”.
-¿Cómo se puede aplicar y regular el derecho a la desconexión laboral?
-Indudablemente y desde el punto de vista histórico del nacimiento del derecho del trabajo es a fuerza de poner límites. Ese es el punto. A la continua comunicación, conectividad y presunta disposición del trabajador para responder, tiene que existir un límite. No es fácil para un trabajador tener que recurrir a un abogado laboral para poder frenar conductas abusivas de alguna empresa o algún jefe en particular. El derecho a la desconexión, como un derecho nuevo dentro de este ámbito de los derechos digitales, es transversal a los derechos laborales fundamentales. Si los trabajadores tienen un derecho, el empleador tiene una obligación. Acordate que siempre, jurídicamente hablando, es este juego: Al deber u obligación, un derecho o facultad. ¿Para qué son todos estos derechos? Justamente para proteger a los trabajadores de esas, para no hablar solo de abusos, extra limitaciones de los empleadores.
-¿Es el derecho a la desconexión un derecho por la limitación de la jornada laboral?
-El artículo 14 bis, el famoso artículo 14 bis de nuestra Constitución Nacional, ¿cuáles son los primeros dos derechos que protege? La jornada limitada y las vacaciones pagas. A partir del año 1994, con la constituyente del 94, en el artículo 75, inciso 22 de la Constitución, hay un bloque de tratados y convenios internacionales sobre derechos humanos fundamentalmente, y dentro de esos derechos que llamamos genéricamente los derechos humanos, están los derechos humanos laborales. Fijate que el convenio número uno de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), de 1919, detalla los límites a la jornada de trabajo. Más de 100 años después estamos hablando en otro escenario pero de lo mismo.
-¿El derecho a la desconexión aplica para todos los trabajadores o sólo para aquellos que celebren un contrato en modalidad teletrabajo?
-Todos los derechos laborales hay que verlos y aplicarlos de manera integral. No podés aislar un derecho a unos trabajadores y al resto nada. Evidentemente es un derecho que dentro de los derechos laborales lo consideramos de aplicación general. Los paradigmas tradicionales que te fijaban un horario, te fijaban una cierta productividad y demás, eso está prácticamente en desuso, tienen que ser empresas muy tradicionales, con protocolos que se han mantenido en el tiempo.
-Los trabajadores de plataformas, ¿tienen derecho a la desconexión? Porque cuantas más horas trabajan, en teoría ganan más.
Por eso en la Unión Europea se implementaron figuras híbridas. España hizo una regulación mucho más abundante sobre estos temas y tiene al “autónomo económicamente dependiente”, además de fijar multas cuando no se respetan derechos.
La jornada laboral es sagrada
La jornada laboral siempre ha sido una de las instituciones fundamentales del derecho laboral. La lucha por limitar la jornada laboral y obtener un salario digno fueron los primeros objetivos y logros de los trabajadores. Para Héctor Pedro Recalde, abogado laboralista y diputado nacional entre 2003-2015, “la jornada es sagrada“.
La primera Ley Nacional que reguló la jornada de trabajo en Argentina fue sancionada en 1929, a través de la Ley 11.544 por el Congreso Nacional. Esta ley establece un régimen nacional de jornada basado en la limitación del tiempo de prestación de servicios a 8 horas diarias o 48 horas semanales (con sábado inglés: hasta las 13 horas), para todas las actividades desarrolladas en relación de dependencia, tanto en el ámbito público como privado.
“Hay un principio universal del derecho que dice: no hay obligación sin sanción. El Código Penal, para dar un ejemplo, no aconseja no matar. Dice: al que comete un homicidio le cae una prisión de 8 a 25 años. Acá, nada, al revés. Lo que han hecho con esta última ley es no penalizar al empleador” explica Recalde.
La ley de Teletrabajo en Argentina tiene aspectos de vanguardia donde aborda tendencias laborales modernas: la perspectiva de género de la Ley es un aspecto clave, reconociendo las tareas de cuidado doméstico y permitiendo horarios de trabajo a-la-carta para una mejor conciliación del descanso.
“La soberanía del tiempo de trabajo es una nueva conquista que debe tener el movimiento sindical”, agrega Sofía Scaserra, “en la ley de teletrabajo vos no sos autónomo y tenés selección de la jornada de trabajo”.
“Antes de la pandemia las cosas eran más normales”, recuerda la Srta. G., “pero cuando nos encerraron a todos la cosa se descontroló: me llamaban a mi teléfono personal si no contestaba el Slack, incluso los fines de semana. Pensaba que cuando todo volviera a la normalidad se acabaría, pero no fue así”, agrega.
Es cultural, estúpido
En su libro La Sociedad del Cansancio, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, afirma el mundo está sufriendo un silencioso e ininterrumpido cambio de paradigma: pasamos de una sociedad disciplinaria “que producía criminales y locos”; a una sociedad que ha acuñado el eslogan Yes We Can y que “sólo produce individuos agotados, fracasados y depresivos”. Las enfermedades neuronales como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome de desgaste ocupacional (SDO) definen el panorama patológico de comienzos de este siglo.
En la era del capitalismo tardío y del emprendedurismo, la explotación a la que uno mismo se somete es mucho peor que la externa: el pilar en el que se sostiene es el “sentimiento de libertad”. Esta forma de explotación resulta mucho más eficiente porque el individuo “decide voluntariamente explotarse a sí mismo hasta la extenuación”. Sólo percibimos la vida en términos de rendimiento; hacer nada se presenta como una debilidad.
El teletrabajo ha abierto la puerta a la paranoia de la productividad, y cuidar la salud mental es más importante que recibir un buen salario. Solo un pequeño grupo de trabajadores está dispuesto a estar siempre disponible: aquellos que ganan mucho dinero y aquellos que ganan muy poco.
“Si me desconecto, no estoy persiguiendo mis objetivos”, dijo Jonathan Recanati fundador y CEO de Farmer J una popular cadena londinense de comida rápida saludable en una entrevista a Fortune.
Anna Lundstrom, Directora General de Nespresso en el Reino Unido e Irlanda, declaró a Fortune que su equipo puede ponerse en contacto con ella en cualquier momento a través de diversas plataformas, desde Teams y el correo electrónico hasta WhatsApp y LinkedIn.
Por su parte, el inversionista de Shark Tank, Kevin O’Leary, entiende que el precio a pagar para los trabajadores remotos es “menos tiempo privado los fines de semana”. Dijo que se siente libre de llamar a sus empleados a cualquier hora, cualquier día de la semana. “Ese es el trato. Si no trabajas en la oficina, puedo llamarte a las dos de la mañana si tenemos una crisis y van a contestar”.
Encima la tecnología no ayuda
Las notificaciones de los smartphones son una de las mayores generadoras de estrés y ansiedad por la sensación de urgencia de responder. La hiperconectividad y el exceso de notificaciones dividen la atención en múltiples demandas, nos volvemos multi-tasking impactando negativamente en la productividad. Las interminables notificaciones no deseadas nos hacen levantar el teléfono sin pensar y para nada bueno. No nos damos cuenta, pero de alguna manera están afectando a nuestra salud mental y nuestra cordura.
A principios de este milenio, cuando los teléfonos celulares empezaban a conectarse a internet, una empresa llamada Research In Motion (RIM) trabajaba en una interfaz de comunicaciones para su línea insignia de teléfonos Blackberry. Fue en RIM donde los ingenieros perfeccionaron y popularizaron la tecnología que cambiaría para siempre nuestra forma de interactuar con los smartphones. Push Services (Servicios de Empuje), y fue el primer sistema de notificaciones de correo electrónico de la historia. En ese preciso momento se fijó el comportamiento de las personas usuarias tal y como lo conocemos hoy en día.
Las notificaciones push se han convertido en una parte integral de nuestra vida digital, pero hay investigaciones que afirman que tienen un impacto negativo en nuestro bienestar mental. Los estudios han demostrado que las notificaciones frecuentes pueden aumentar los niveles de ansiedad. El momento en que se reciben las notificaciones también desempeña un papel crítico: las notificaciones que interrumpen las rutinas diarias o llegan en momentos inoportunos resultan especialmente angustiosas.
El flujo constante de notificaciones puede crear una sensación de FOMO (siglas de Fear Of Missing Out o Miedo a quedarse afuera), lo que aumenta la ansiedad y la necesidad de comprobar constantemente los dispositivos. Nuestro cerebro responde a las notificaciones con una liberación de cortisol, una hormona asociada al estrés y la ansiedad, además de generar vibraciones fantasma, en las que las personas creen erróneamente que su teléfono vibra debido a las notificaciones.
Cada vez más estudios afirman que reducir la frecuencia de las notificaciones tiene un impacto positivo en la salud mental. Al limitar las notificaciones, las personas pueden mejorar la concentración y la atención.
Capacitación y conciencia
Hay frases que se repiten hasta el hartazgo: “Estás?”, “Podés chequear lo que te mandé?”, “Disculpá la hora, pero recién llego y no me quería olvidar”. Como estas, hay cientas y en las más variadas versiones. Se envían y reciben fuera del horario laboral, en cualquier ámbito, a cualquier hora o día de la semana, por compañeros y superiores. “Hay que capacitar a la gente, tomar conciencia y hacer campañas de concientización; diferenciar entre algo urgente y algo importe”, explica Scaserra, “Algo importante puede esperar a mañana”.
Una perspectiva que huye de la penalización es la de empezar a moverse hacia un paradigma de telecomunicaciones o de sistemas de comunicación mucho más saludables en una sociedad que ya está “enferma de la disponibilidad del otro para uno”. De a poco la gente se puede adaptar, pero si se quiere imponer “todo un paquete de derecho a la desconexión, muy probablemente termines fracasando”.
El Sr. J.C., gerente de sucursal de un banco, enviaba todos los fines de semana mensajes con tareas, pendientes o recordatorios. Luego de una consultoría externa sobre comunicación implementó un sistema en el que durante dos meses no enviaría nada los fines de semana. Anotaba todo en una agenda y el lunes a la mañana mandaba todo lo necesario a las personas involucradas. Resultado: “¿Vos sabés que los chicos de la sucursal están chochos, están felices? Me tratan mejor, me ponen mejor cara”.
En algunas empresas, además de los pies de correos electrónicos que advierten sobre las consecuencias negativas de imprimir esos e-mails, desde hace años, llevan incorporado un mensaje que les recuerda a los trabajadores que sí lo reciben fuera de su horario “no están obligados a responder”. Al final, todos deberíamos tener derecho a desconectarnos.