Pelo corto, canoso y algo enmarañado. Con la mirada abierta, y una media sonrisa dibujada en su rostro, la cara de Rita Segato está presente en las calles de cada vez más ciudades y países. Los ojos de la intelectual de 73 años observan el mundo desde las tapas de los libros presentes en vidrieras y expositores de garitas de diarios. Quien la conoce asegura que a Rita se la puede ver pensar. Y es que probablemente “pensadora” sea la mejor palabra para definirla.
“Rita piensa diferente. Y eso le trae grandes amigos y grandes enemigos. Ella logra mirar un conflicto moral, un problema y ver lo que uno no logra ver. Desentraña la verdad que está por detrás y claro, incomoda, porque hay gente que odia que esa verdad esté ahí, desnuda”, resume Volnei Garrafa, Profesor Titular y Coordinador de la Cátedra UNESCO y del Programa de Posgrado en Bioética de la Universidad de Brasilia tras una larga conversación sobre quien es, por sobre todas las cosas, su amiga.
Para su hijo, el antropólogo y cineasta Ernesto de Carvalho, hay una hay una palabra esencial para definir a su madre: “Es tan simplemente una profesora. Una profesora que se convirtió en célebre después de que su carrera ya se había desarrollado, después de pasar décadas orientando estudiantes y dando clases en ambiente de aula. Eso le dio una madurez interesante y también una libertad muy grande al hablar”.
Escritora, antropóloga y activista feminista son algunas de las palabras que la definen
Desde hace algunos años la cara de Rita se volvió más frecuente en canales de televisión, portales web y videos de YouTube. Su pensamiento crítico, que siempre abre más interrogantes que los que cierra, se convirtió en una referencia para el movimiento feminista, y en un punto autorizado de consulta para los medios de comunicación. Como banderas, el anticolonialismo y pluralismo la motivaron a estudiar la violencia, el rol de las mujeres y los derechos humanos desde una perspectiva en la que la raza es el epicentro de todas las desigualdades del mundo. Entre sus principales escritos, traducidos ya a numerosos idiomas, están Las estructuras elementales de la violencia, La guerra contra las mujeres, Contra-pedagogías de la crueldad, La nación y sus otros.

Rita es hoy un personaje. Para quienes la rodearon durante sus 33 años como docente en Brasilia, capital donde residió un tercio muy importante de su vida, su salto a la esfera pública era inevitable. “Sus aulas siempre fueron como conferencias: tenían un aspecto monumental, eran multitudinarias. Era una profesora que pensaba frente a sus alumnos e invitaba a lo mismo”, relata su hijo Ernesto desde Recife, Pernambuco. La invitación siempre fue a no ir a la escuela o universidad a aprender lo ya pensado por otros, sino a pensar, y principalmente a generar pensamiento nuestroamericano. “Cuando ella lentamente se fue convirtiendo en una intelectual pública, una escritora académica más ampliamente leída, para mí tuvo todo el sentido, era casi como obvio que eso pasaría en algún momento, algo que simplemente iba a pasar”, asume con orgullo Ernesto, quien también fue su alumno en la Universidad de Brasilia.
Infancia y juventud
Hija de Elsa Frigerio, una feminista conservadora, Rita nació en 1951 en el barrio de Constitución, Buenos Aires y recibió una educación tradicional y crítica en iguales medidas. Es que su madre, proveniente de Uriburu, provincia de La Pampa, le transmitió una visión muy racista, propia del límite geográfico de la lucha contra el indio que poblaba las tierras patagónicas. También por otro lado le hizo entrega de un mandato femenino de autonomía: “nunca pedir consejo a un hombre”, “nunca ser dependiente económicamente de uno”, fueron algunos de los consejos que Rita recibió desde pequeña. Tanto así, que no le permitían jamás ingresar a la cocina: “cuando me casé con mi primer marido no sabía hacer un huevo frito”, recordó entre risas la antropóloga en una entrevista audiovisual realizada por Canal Encuentro en 2014.
El padre legal y de crianza de Rita fue Juan Maria Segato, con quien su madre fue casada a los 18 años cuando llegó a Buenos Aires a pesar de ser 20 años mayor que ella. En paralelo, Elsa Frigerio convivió y mantuvo una relación durante tres décadas con Pablo Doctorovich, 25 años mayor, y que sería el padre biológico de la antropóloga. De ambos, Rita elabora palabras de aprecio. Por sus ascendencias judía e italiana, su infancia estuvo con la mirada del otro lado del Atlántico, en Europa. Su historia personal y familiar fue lo que la hizo quién es hoy, así como también las elecciones, preguntas, descubrimientos y luchas que realizó a lo largo de su vida.
Su fuerte amistad con Tukuta Gordillo, músico e hijo de padres bolivianos, trunca por imposición materna y en pausa por más de cuarenta años, le señalaron a Rita el nuevo horizonte hacia el cual mirar.
La curiosidad y visión crítica que caracterizan y marcaron transversalmente todos los estudios de Rita nace cuando, a sus 14 años, viajó por primera vez a Jujuy, a esa que luego llamaría la “Argentina profunda”. Allí descubrió la arbitrariedad de las fronteras políticas que dividen una misma zona andina, y se enamoró profundamente.
Durante los años siguientes vivió lo que ella denomina una “doble vida”: durante el año estudiando en el Colegio Nacional Buenos Aires, y en cada período vacacional, en Tilcara con Tukuta, su gran amor de la juventud y actualidad. Una educación formal sumamente eurocéntrica, complementada en el Conservatorio Municipal Manuel de Falla y en la Escuela Nacional de Danzas, contrapuesta con dosis intensas de cultura andina.

Rita relata haber sentido una pulsión vital al pisar por primera vez el norte jujeño y andino. Esa emoción y su fuerte amistad con el músico hijo de padres bolivianos Tukuta Gordillo – trunca por imposición materna y en pausa por más de cuarenta años – le señalaron a Rita el nuevo horizonte hacia el cual mirar. Ya no sería la Europa del mar transatlántico sino una fuerte visión crítica sobre el eurocentrismo.
Así, la joven que tocaba Beethoven en el piano de su casa comenzó a revisar esa realidad porteña aprehendida. “Capaz en la época que estudió, a mi madre se le transmitieron cosas ella que fue cuestionando, por ejemplo, que un arte africano no era arte. “¡Eso es arte!”, gritaba. Siempre eligió ir hacia esos cuestionamientos muy canónicos, muy extractivistas, y así crecimos pensando también nosotros”, reflexiona Jocelina de Carvalho, antropóloga e hija de Rita Segato sobre los debates que se daban en su casa mientras crecía.
Tras un semestre frustrado en la carrera de Medicina en la UBA, Antropología fue la respuesta para la joven Rita que buscaba una forma de vincularse con el “mundo de Tukuta”, cómo ella lo llama, desde su porteñidad. También lo fue muchos años después para sus dos hijos, que tuvo con su colega y esposo José Jorge de Carvalho, y que compartieron su legado académico en la Universidad de Brasilia.
Al ser consultados sobre esta decisión compartida, Jocelina se remonta a las conversaciones en el living o cocina de la casa de Brasilia donde crecieron: “Nuestras conversaciones siempre estuvieron llenas de ideas, de interpretaciones del mundo y repreguntas. Si algo parecía muy naturalizado o sonaba de sentido común, preguntarnos si está bien que sea así. Hay un texto famoso de ella que se llama ‘El Edipo Negro’ en el que una de las ideas es mía, eso está en la nota al pie porque no había cita posible, yo tenía 14 años. Nunca hubo una subestimación desde parte de la familia frente a la inteligencia o el pensamiento de nadie, ni por edad, ni por género, al contrario, siempre hubo un ‘¿qué pensas?’”.
Hijos del exilio
“Menos de lo que debería ser, la extraño muchísimo”, reconoce Ernesto desde Recife, Brasil cuando se le pregunta cada cuánto se ven. Al igual que su madre, hijo e hija son convocados por sus propios caminos de estudio y de vida. “Es un problema de esta vida, somos un poco hijos del exilio, ¿no? Vivimos todos muy lejos y siento que es una marca”. Los vínculos forjados y la generación de comunidad en cada tierra son el punto de conexión que une todo el globo y parte de un legado anticapitalista esencial: “Por ejemplo yo vivo con mi madrina, quien yo adopté como madrina, que es el personaje principal del libro Santos y Daimones que escribió mi mamá”, concluye Ernesto.
El destierro comenzó en 1975. Si bien Rita nunca militó directamente, sí lo hacían muchos de sus colegas y ex compañeros del Colegio Nacional Buenos Aires, bastión de la FEDE (Federación Juvenil Comunista). A los meses de partir hacia Venezuela, para estudiar e investigar en el Instituto de Etnomusicología de Caracas, su mamá comenzó a recibir cartas con el sello de montoneros y la Argentina de la última dictadura cívico militar se convirtió en un lugar peligroso para regresar.
Fuera de investigadora, profesora, académica y pensadora, los roles de amiga y madre son esenciales para definir a Rita Segato
A raíz de una solicitud del Secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal a la Universidad de Brasilia, donde Rita ya era docente desde 1985, comenzó a estudiar el alto índice de delitos de violencia sexual en la capital brasileña.
El exilio marcó su ruta desde entonces hasta el día de hoy, que continúa transitando de continente en continente. En Brasilia, su casa y biblioteca académica. En San Telmo, Buenos Aires, su departamento dónde retorno y se reencontró en 2009 con Tukuta. Su casa en Tilcara donde oficialmente reside hoy… cuando no está viajando. “Más que nada está por el mundo dando conferencias, charlas, o recibiendo premios. Porque le encanta hablar, y la verdad es que tiene un super don. Es feliz y activa enseñando”, afirma Jocelina que hoy vive en Nueva York realizando su doctorado.

Fuera de investigadora, profesora, académica y pensadora, los roles de amiga y madre son esenciales para definir a Rita Segato. “Ah no, ella igual es muy mamá”, responde con risas Jocelina en un sútil quiebre de formalidad. “Ella va aceptando trabajo cerca de donde estamos alguno de los dos. Por ejemplo, si la invitaban a dar conferencias en Nueva York tal vez antes decía que no podía, pero ahora desde que estoy siempre que la convocan viene”, admite la investigadora.
La relación madre-hija dentro de un mismo campo científico es su objeto de estudio y el legado femenino, vapuleado y conflictuado por la sociedad que siempre cuestiona a las mujeres, es hoy un tema de desvelo que comparten.
Jocelina reflexiona: “Es un lugar de madre tal vez complicado de ubicar, hay un cuidado ‘tradicional’ de si estoy comiendo, si hay que lavar ropa, pero también tiene que ver con cuidar, por ejemplo, cómo estoy pensando. Ella siempre se pregunta si estoy escribiendo bien, si estoy pensando bien, cómo me está yendo en las clases. Es un lugar de cuidado muy materno pero orientado a que pueda hacer el recorrido que tengo y quiero hacer”.
Antropología por demanda
Hoy, desde hace muchos años, Rita enfoca su trabajo en lo que ella llama Antropología por demanda. Un camino de mucha entrega física y mental para abocar su tiempo y pensamiento en luchas e investigaciones que la fueron interpelando. No concibe hacerlo de otra forma, guarda un fuerte sentimiento de deuda con las verdades reveladas a ella en su investigación de la tradición afrorreligiosa del Xangô de Recife, en el nordeste de Brasil. Aquella, que fuera su investigación doctoral y primer acercamiento a los estudios de género, es la que denomina su “último período feliz”, donde eligió su campo de estudio.
A raíz de esta sociedad precolonial andrógina, donde el poder y las divinidades son feminizadas, publicó en 1986 La invención de la naturaleza, estudio antropológico sobre la familia, el sexo y el género en la tradición religiosa afrobrasileña del culto Xangô. Aquellos estudios fueron, los que según ella, le permitieron pensar como lo hace hoy. En adelante, todas las respuestas esbozadas fueron hacia preguntas que no formuló sino que recibió. Así ingresó en temas difíciles, dolorosos que tal vez no hubiera elegido.
La relación madre-hija dentro de un mismo campo científico es su objeto de estudio y el legado femenino, vapuleado y conflictuado por la sociedad que siempre cuestiona a las mujeres, es hoy un tema de desvelo que comparten.
Sus estudios sobre violencia de género, por los cuales es reconocida mundialmente hoy, comienzan en 1993. A raíz de una solicitud del Secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal a la Universidad de Brasilia, donde Rita ya era docente desde 1985, comenzó a estudiar el alto índice de delitos de violencia sexual en la capital brasilera. Aquella investigación, realizada directamente con sentenciados por crímenes de violación es la base de su libro Estructuras elementales de la violencia, publicado en 2003 por Prometeo, donde plantea que estos delitos responden a un diálogo de virilidad entre hombres y no propiamente un deseo sexual hacia la mujer.

Entre los casos más trascendentales en los cuales participó en los años siguientes está su investigación en Ciudad Juárez, México, para ayudar a desentrañar asesinatos a mujeres en la frontera con Estados Unidos. También el caso Sepur Zarco, en el que ofició como perito antropológica ante el Tribunal de Mayor Riesgo de Guatemala que condenó a dos ex militares por delitos de lesa humanidad contra las mujeres q’eqchís, esclavizadas doméstica y sexualmente por el Ejército Guatemalteco. Algunos de los textos sobre femicidios y el sometimiento a las mujeres como arma de guerra y de disciplinamiento moral se encuentran en el libro La guerra contra las mujeres, publicado en 2016.
La visión y la lucha de Rita
Volnei Garrafa recuerda la llegada de Rita a la Universidad de Brasilia en 1985: “nos conocimos peleando duramente y nos hicimos amigos hermanos hasta hoy”. El odontólogo especializado en bioética recuerda cómo la profesora automáticamente generó comunidad y cercanía con sus estudiantes, y ayudó a la creación del centro académico cerrado tras muchos años de dictadura en el país vecino. “Rita con sus estudiantes de antropología literalmente invadieron uno de nuestros salones reservados para actividades extrauniversitarias mientras yo era subrector del área de extensión universitaria”, expresa sonriendo divertido mientras rememora aquellos intercambios tempranos que vaticinaban el impacto que terminaría teniendo la argentina en el sistema universitario brasilero.
Las banderas que enaltecía, y la lucha por cambiar la discriminación le costó su permanencia en el departamento de antropología de Brasil
“Rita fue, junto a su ex marido José Jorge de Carvalho, la responsable de la implantación del sistema de cuotas en las universidades. Ella peleó por un estudiante negro y gay de la provincia de Bahía injustamente reprobado mientras realizaba su doctorado en antropología”, sentencia Volnei que en aquella época era representante del área de salud ante el Consejo Superior de Enseñanza e Investigación de la Universidad de Brasilia, organismo que como última instancia determinó la readmisión del estudiante discriminado.
La universidad de Brasilia fue la primera en instituir el sistema de cuotas hoy vigente en todo el país, que garantiza el ingreso a poblaciones afrodescendientes, indígenas, con discapacidades, entre otras minorías. Esta lucha, llevada adelante durante décadas, le costó a Rita su permanencia en el departamento de antropología y la dotó de numerosas enemistades. La antropóloga que incomoda encontró un nuevo espacio a partir de 2010 como docente titular en el posgrado de bioética, dentro del Departamento de Salud, dirigido por su ya amigo Volnei Garrafa.
“Brasil es un país negro y en los años 70, 80, las universidades públicas, que aquí son las mejores, eran absolutamente blancas y ricas. Los estudiantes llegaban en coche, muy pocos en autobús”, relata Garrafa sobre el contexto que Rita luchó por cambiar.
Años más tarde, ya jubilada tras 33 años de docencia, y en el marco de recibir el título de profesora emérita de la universidad en 2018, Rita Segato tuvo su oportunidad – como ella la llamó – de “obtener justicia” tras años de exclusión de sus pares académicos. “Ella está ahora re-armando Brasil, principalmente Brasilia que fue su casa y a la que durante muchos años no quiso retornar. Quisimos hacerla sentir querida, porque lo es”, expresa el principal promotor del otorgamiento del reconocimiento y agrega: “Rita, plantaste buenas semillas toda la vida. Ahora empezas a recogerlas, creo que es justo y bonito eso”.
Pensar para resistir
Rita regresa de Italia. Viajó al pueblo de donde era su papá Mario en busca una vez más de respuestas, de sus raíces. El arraigo, sus vínculos, siguen siendo objeto de pensamiento y método de resistencia. Tiene su lugar en el mundo, sus lugares. Jocelina reflexiona acerca de los nuevos proyectos de su madre: “ella siempre habla del proyecto de los vínculos, sus hijos, su familia y por sobre todo sus amistades, porque para ella las amistades son familia, comunidad. Esto no está desligado de sus estudios, alejarse del chamuyo de la calle, regresar a su Argentina de Tilcara y volver a la conversación, que se está perdiendo frente a los avances políticos actuales, también lo es. Al final, todo se resume en encontrar espacio para escribir un nuevo ensayo y buscar cómo romperle las pelotas al mundo patriarcal.”
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Al repasar los temas estudiados y analizados por Rita, ella misma propone no caer en la segmentación y permitir leerlos entrelazados. Las cuestiones de género, raza, colonialismo que fueron guiando sus investigaciones decantan en una visión del mundo necesariamente plural como respuesta. “Yo creo que no vamos a ver las principales cosechas de esta plantación que estamos haciendo, principalmente la de Rita que es muy fuerte. Pero creo que hemos molestado mucho y lo seguimos haciendo… Para el mundo como está construido hoy, Rita es muy molesta”, concluye Volnei Garrafa.