El gobierno de la Libertad Avanza intenta tomar vuelo en un escenario económico complejo. Lejos de aquietarse las aguas financieras luego de la sanción de la Ley Bases, la firma del postergado Pacto de Mayo y algunas “victorias” narrativas como la baja de la inflación, el presidente anunció una segunda fase, en la cual promete más reformas eligiendo además a un protagonista conocido en la política argentina de los últimos 20 años: Federico Sturzenegger, el nuevo titular del -también nuevo- Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado.
Sin duda, la apuesta es seguir manteniendo la iniciativa con una oposición que aún ensaya armarse para buscar otras vías de confrontación, porque no ha podido ganarle la agenda a un gobierno imposible.
El aliado que no se convence
En marzo, el análisis político señalaba que Mauricio Macri no estaba del todo convencido del cambio que proponía el gobierno de Javier Milei, y que esta duda era la causa de su indecisión. El exmandatario se encontraba en un papel más bien de co-gobierno, donde se fusionaba La Libertad Avanza con el PRO, partido que tenía mayor peso político a nivel nacional gracias a la conquista de gobernaciones, intendencias y bancas, con algunos peones de su propio riñón, como el gobernador santafesino Maximiliano Pullaro y el chubutense Ignacio Torres. Así, si esta “experiencia de cambio” fracasara, Macri podría cargar con la responsabilidad de la derrota, perdiendo aún más un liderazgo ya desgastado por las internas entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta.
El contrapeso institucional a un partido de gobierno muy minoritario como La Libertad Avanza, si es que tenía expectativas de gobernabilidad, debía orientarse hacia la formación de una nueva coalición. Sin embargo, con los hermanos Milei todo era novedad y esa situación no se dio de manera ordenada, quirúrgica y planificada. A pesar de contar con figuras como Patricia Bullrich, Santiago Caputo o incluso Daniel Scioli, La Libertad Avanza confió en su pureza retórica. Aunque se presentaron como un gobierno clásico neoliberal, la inconsistencia entre sus palabras y acciones los llevó a realizar actos manifiestamente contra-institucionales. Durante su primer trimestre al frente del Ejecutivo, no hubo sector con el que no se enfrentaran.
Esta situación se advirtió con la experiencia de la Ley Bases, cuya primera y más extensa versión mostró que profundizar el camino de la confrontación los llevaba a situaciones donde el Poder Judicial comenzaba a intervenir, como lo hizo en febrero ante una presentación de la CGT que resultó en la suspensión del capítulo de la reforma laboral del DNU 70/2023.
Por ello, el gobierno ensayó un camino de “racionalidad” al nombrar un nuevo jefe de gabinete en mayo, previo a la nueva discusión por la Ley Bases. Guillermo Francos asumió el cargo bajo la premisa de que “entendía mejor la política argentina que el propio presidente”. El presidente que “no entendía” prefirió alejarse de la rosca y patear el tablero, que interiorizarse en el juego. En cambio, prefirió avivar la pelea inventada con Nicolas Posse, el amigo y ahora exjefe de gabinete que conoció en Corporación América, y cuya voz se hizo pública recién en su primer informe de gobierno, a casi seis meses de gestión. Este cambio resultó positivo para el primer relanzamiento del gobierno, que ya había experimentado varias renuncias de funcionarios de segunda y tercera línea que ni siquiera habían alcanzado a asentarse en sus oficinas.
Mientras el gobierno intentaba ajustarse a la tarea de gobernar, el PRO y el radicalismo, sus antiguos aliados, disfrazaban su intención de pertenecer detrás de la responsabilidad institucional durante las primeras discusiones por la Ley Bases que se dieron entre febrero y marzo. Encendidos discursos buscaban atraer la atención de la Casa de Gobierno, con figuras como Diego Santilli, huérfano político de María Eugenia Vidal, y Cristian Ritondo, de la línea de Bullrich en el Congreso, siendo especialmente obvios en su intento.
El arte de la política
El capricho del Gobierno de La Libertad Avanza finalmente recibió el visto bueno en la segunda vuelta por la “acotada” Ley Bases, transitando en ambas cámaras con la necesidad de mostrar una victoria legislativa. Aunque en Diputados parecía ser más difícil, la vuelta al Senado requirió de guiños, recursos e incluso la promesa de una embajada.
La aprobación se dio en condiciones polémicas, no solo por la designación de una embajada en la UNESCO a Lucila Crexell, senadora por el Movimiento Popular Neuquino, prácticamente el mismo día de la votación, conociéndose que cobrará 20 mil dólares en mano, unos 26 millones de pesos argentinos. También influyó la injerencia del jefe de gabinete en el Senado, lo que también ocurrió en Diputados, generando una zona de promesas y concesiones para asegurar el acompañamiento de la ley, aunque se vio comprometido el paquete fiscal, especialmente ganancias y bienes personales.
Si se hubiera rechazado el proyecto, ¿no se habría vuelto a tratar este año? Algunos opinaron que era mejor tener la ley que no tenerla, ya que su ausencia comprometería tanto la gobernabilidad como las señales del mercado: bonos, riesgo país, cotización del dólar blue y deuda. El dólar blue continuaría su tendencia alcista, registrando un alza récord por encima de los 1300, y que no se detendría después de la Ley Bases. Esa semana, los principales diarios económicos comunicaron que el riesgo país volvió a ubicarse por encima de los 1500 puntos, y los bonos argentinos cayeron ante la incertidumbre sobre la Ley Bases. Además, señalaron que es imposible entender la ley sin el paquete fiscal.
Parece que la política tras bambalinas del Congreso se asemeja más a una mesa de póker, donde pagas para ver. Este ámbito ennegrecido se acentuó con los pases de factura que se hicieron correr el día posterior, como lo dio a conocer Roberto Navarro en El Destape Radio. El periodista Roberto Navarro habló de acuerdos con la cúpula de Unión por la Patria, sin los cuales esos votos en el Senado no habrían ocurrido, además de tejer un manto de sospecha sobre la ausencia de la CGT en la Plaza de los dos Congresos. Éste adelantó su posicionamiento y, aunque falta mucho para las elecciones presidenciales, se vislumbra una disputa evidente en noviembre por la presidencia del Partido Justicialista.
Para las elecciones de medio término siempre puede haber una lista de unidad forzada con movimientos de último momento. Aunque no parezca ser ese el escenario, no hay que dar nada por sentado ni jubilar a nadie por completo.
No había forma de simular el apoyo de gobernadores del PRO y la UCR, quienes actualmente carecen de una conducción nacional (Macri no logra convencerse sobre el éxito del gobierno, mientras atraviesa su propia interna y la sobrevida del PRO), sin la promesa de restituir parte de los fondos afectados de las arcas provinciales. El ala política del Gobierno se movió rápidamente para destrabar la discusión y aparentar que escuchaba las demandas en la Ley de Bases. De otra manera, no se habría aprobado en general, abandonando así la autosuficiencia de un gobierno que creyó que solo necesitaba de sí mismo y de la imagen positiva que pudiera sostener el presidente Javier Milei en los primeros días.
Mientras tanto, la “recomposición” de jubilados se encaminaba hacia un veto de Milei, quien hoy se muestra más seguro que nunca. Aunque parecía que los planetas se alineaban con la renovación del swap con China en junio, esto alcanzaba pero no para abrir el cepo; la aprobación de revisión y fondos del Fondo Monetario Internacional que pide profundizar el ajuste y el dato de inflación menor al 5% del mes de mayo, ese efecto duró apenas unos días y, al inicio de la semana posterior a la sanción, la perspectiva a corto plazo seguía siendo comprometida.
Aunque el gobierno perdió la épica reformista que impulsó su primer mes, se dieron cuenta de que van seis meses de gobierno y, mientras atraviesan internas durante un ajuste feroz que sorprende hasta al propio presidente, falta mucho por delante. No se puede distanciar demasiado del Congreso, faltando tanto para las elecciones de medio término, esperando un “¿y si sale bien?”. Milei puede seguir jugando a ser un profeta del libertarismo por el mundo en su cruzada contra el socialismo, pero algún día tendrá que ocuparse de ser presidente, a menos que estemos en una “transición” no explícita hilando fino o en un gobierno de unidad nacional por el bien de la República.
¿Y el DNU? A esta altura, ya nadie recuerda ese intento de monarquía constitucional de los primeros días. Por el bien de varias corbatas del Congreso, debería ratificarse el rechazo, pero están prometiendo tantas cosas, incluso dieron una embajada, así que no me extrañaría que el DNU, post ley bases y paquete fiscal, pueda quedar en pie. Habrá que aceptar que la República falló otra vez y que la democracia, en su división de poderes, está a merced del toma y daca del ejecutivo. La oportunidad hace a los libres (el mercado) y la necesidad a los esclavos (las provincias, los trabajadores y el orden constitucional).
Ya con la sanción de la Ley Bases, el paquete fiscal, el DNU aún vigente y la caída de la sesión por la recomposición de la jubilación, el gobierno creyó tener controlada la situación en el plano político, habiéndole encontrado el pulso. En su estrategia de mantener una agenda alta, se animó a anunciar nuevas reformas radicales como la Ley Hojarasca (otra ley bases para mantener entretenido al Congreso), la Ley Conan y hasta el regreso del “Pacto de Mayo”, incluyendo un punto sobre educación para atraer a los radicales que estaban tan preocupados por el tema. Por eso no sesionaron ni por el FONID ni por el presupuesto de las universidades.
El frente económico comenzó a exhibir la grieta interna del gobierno, entre el mandato de gobierno que parece expresar el ministro de Economía, Nicolás Caputo, y la necesidad de “ordenar” cuestiones jurídicas para hacer rápido el negocio con el flamante ministro de Desregulación y Modernización del Estado, Federico Sturzenegger.
El pacto de Mayo (en Julio)
La política argentina siempre ha fantaseado con un acuerdo en el que converjan los distintos actores político-sociales del país. En esa búsqueda, los frentes electorales, los consejos, las mesas y los pactos persiguieron objetivos que intentaban estructurar esa posibilidad. Estos esfuerzos duraron lo que duró el músculo institucional y, en la medida en que los objetivos macroeconómicos aseguraron la estabilidad institucional, la continuidad también benefició a los participantes y a quien convocara, proporcionando un envión político que pudiera capitalizar.
En este marco, no es ninguna novedad que el gobierno de Javier Milei haya convocado a un “Pacto de Mayo” y que de alguna manera esto estructurase la triada de la primera fase del gobierno: DNU, Ley de Bases y Pacto de Mayo. También debemos agregar la inevitable ley conocida como el paquete fiscal, sin la cual la tensión con los gobernadores no podría encontrar un cauce después de tanta confrontación provocada por el mismo presidente con la “motosierra”, comprometiendo las administraciones provinciales en temas de transporte y el Fondo Nacional de Educación (FONID).
No hay que perder de vista que, más allá de las responsabilidades institucionales, nadie asistirá a una convocatoria donde su imagen se vea lesionada, por más opositor que sea quien la convoca. Esta convocatoria, que le costó conseguir al gobierno, encuentra al presidente con una imagen todavía positiva, a pesar del marcado embate económico de los primeros meses. Según encuestadoras, su imagen se ubica por encima del 50%, fundamentalmente debido a la victoria “narrativa” sobre la inflación, lograda a costa del derrumbe de la actividad y una feroz recesión. La inflación se ha ubicado por debajo de los dos dígitos, rondando el 5% en los últimos meses, y esto ha generado un halo de fe en los primeros seis meses del gobierno.
¿Qué permite que un gobierno en minoría legislativa, sin arraigo territorial partidario, sin aliados concretos y con una economía en caída, confrontando con todos los actores políticos, haya podido gestionar medidas de gobierno? ¿De qué se ha servido para fidelizar a su electorado?
Algunas claves ya las hemos explorado. El gobierno se ha servido de su “crédito” electoral, de la fidelización del electorado por los actos que realiza aún hoy el propio Javier Milei, y también de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Además, ha recurrido a la propia política, sin la cual no hubiera podido destrabar la Ley Bases, el paquete fiscal y el Pacto de Mayo, abriendo la puerta a la segunda fase que inició con la entrada de Federico Sturzenegger y la convocatoria del Consejo de Mayo.