En vísperas de lo que va a ser un largo debate sobre la reforma laboral que quiere llevar a cabo el Gobierno para coronar el año, esta entrega de La Sociedad del Rebote tiene como invitado a Rubén “Pollo” Sobrero, secretario general de la Unión Ferroviaria Oeste y excandidato a gobernador bonaerense por el Frente de Izquierda y de los Trabajadores-Unidad (FIT-U). Es una de las voces más autorizadas a la hora de hablar de trenes, pero también sobre sindicatos. Desde 2001, Sobrero y su lista, La Bordó, conducen casi sin interrupciones el Ferrocarril Sarmiento con una estructura democrática y combativa.
Si bien la hoy senadora Patricia Bullrich, encargada de defender la reforma en su cámara, califica al proyecto como “pro empresa y pro trabajadores”, la realidad hasta ahora es que promete un cambio de paradigma: transformar la relación empleado-empleador. Además de seducir a las PyMES con cambios en el régimen de indemnizaciones, uno de los grandes objetivos de la reforma es quitarle poder a los sindicatos para que las disputas de los trabajadores se individualicen. No sería un adiós a las paritarias, pero sí un golpe a su relevancia.
Mientras tanto, una huelga general en Portugal revela que el argentino no es el único gobierno que está queriendo llevar a cabo una reforma. Lo distinto estaría siendo la repercusión social. Habrá que ver qué pasa el jueves con la movilización convocada por la CGT. Es posible pensar que el grueso de la población no se sienta damnificada por las propuestas de la reforma: según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), el 43% de los trabajadores son informales. A este dato se le suma otro del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), que indica que entre noviembre de 2023 y julio de 2025 se perdieron 182.800 asalariados y se crearon 123.600 monotributos. Es decir, que por cada diez empleos registrados que se perdieron, siete nuevos fueron a través del sistema para pequeños contribuyentes.

Sobrero entiende que hay dos elementos centrales que culminaron tanto en este problema como en el creciente achicamiento del entramado ferroviario nacional: malos gobiernos que se jactaban de populares y élites que solo son funcionales a sus propios márgenes de ganancia. Para ilustrar lo segundo cuenta dos historias, ambas de la realidad. La primera se la leyó al historiador Felipe Pigna: “Durante los 46 días que duró la Primera Invasión Inglesa, los británicos que se asentaron en el poder organizaron tertulias para ganar popularidad entre los porteños. ¿Quiénes acudieron? Las llamadas familias ‘patricias’: los Luro, los Bullrich, los Pueyrredón…”.
La segunda historia es un poco más moderna: “Marcos Galperín, el fundador de Mercado Libre, vivió y creció durante el kirchnerismo, que le otorgaba exenciones impositivas y así pudo formar su mega imperio. Cuando tuvo que devolver un poquito de todo eso con los impuestos se fue a Uruguay. Solo en los últimos tres años recibió exenciones del Estado por casi USD 250 millones”.
***
–¿Te sorprendió alguno de los detalles de la reforma laboral que quiere llevar a cabo el Gobierno?
–No, ¿por qué me sorprendería si la que va a defender la reforma en el Senado va a ser Patricia Bullrich? Ella fue ministra de Trabajo durante el gobierno de De la Rúa y fue quien recortó un 13% las jubilaciones en medio de la crisis del 2001. Recién escuchaba un informe del periodista Eduardo Feinmann, que no es particularmente trotskista, que señalaba que el 72% de los argentinos cobra menos de un millón de pesos. Le quieren aplicar a toda esa gente una reforma laboral tratando de imponer la idea de que los responsables de que las cosas salgan mal en el país son los trabajadores y los más humildes y no la bicicleta financiera, la megaminería y la deuda externa contraída gobierno tras gobierno.
–Hay un factor que hace que la reforma de Milei tenga, de momento, menos repudio popular: casi la mitad de los trabajadores son informales, es decir que no tienen derechos laborales que se les pongan en juego…
–Y ahí viene la otra pregunta: ¿quién es el responsable de que Milei esté en el Gobierno? El peronismo. Alberto Fernández se va con un 48% de pobreza. Los problemas que estamos teniendo desde hace años tienen que ver con que cada vez que apareció un gobierno que decía ser popular terminó favoreciendo a la derecha, más allá de que hubo momentos en los que creció el consumo. Los Kirchner no siempre le hicieron la guerra a Clarín; el último decreto que firmó Néstor durante su mandato fue para aprobar la fusión de Clarín con Telecom. Durante el gobierno de Cristina la empresa Barrick Gold derramó más de un millón de litros de agua con cianuro y contaminó cinco ríos de San Juan. ¿Qué hizo Cristina? Salió corriendo a sacarse una foto con el que maneja la minera.
–Peter Munk, el dueño de la firma, una de las mineras de oro más grandes del mundo.
–Pero esto sigue. En la ciudad de Tolhuin, Tierra del Fuego, tenemos una base militar inglesa con radares que apuntan hacia Malvinas. ¿Cómo explicás eso? A uno se le ocurriría que fue Macri el que avaló eso, pero no, fue Alberto Fernández. La base está terminada e instalada. Yo fui con un grupo de compañeros a ver si era verdad y nos terminamos metiendo. No pudimos entrar a donde están los radares, pero desde afuera grabamos todo.
–¿Cómo supieron que se trataba de una base inglesa?
–Los excombatientes de Malvinas que viven en Tierra del Fuego se enteraron cuando salió la ordenanza municipal. Está situada en una chacra llamada “El Relincho”, la alquilan y en teoría es una empresa de radares estadounidense. Los excombatientes quisieron entrar a ver el lugar y terminaron presos. Nosotros entramos y salimos rápido por un lugar que no tenía seguridad. El país está atravesando otra etapa de saqueo. El tema es que cuando ves a los que dicen conducir la oposición no lo podés creer. El 18 hago una marcha con la CGT y es lógico que la gente se pregunte por qué tiene que soportar a estos dirigentes que dicen defendernos pero son parte del problema.
–Da la impresión de que la CGT está llegando tarde al presente, cuando la gota rebalsa el vaso…
–Solamente hay que escuchar. En un muy buen reportaje a principios del año pasado, el secretario general de UPCN, Andrés Rodríguez, dijo que la CGT no está para voltear gobiernos sino para garantizar la gobernabilidad de todos los gobiernos. Pero no debería ser así. Cuando un gobierno anda bien la CGT podría servir para que se dé esa gobernabilidad, pero cuando un gobierno anda mal hay que hacer lo mismo que en 2001, lo mismo que con De la Rúa: echarlo. El hecho de que te voten no significa que tengas impunidad para hacer lo que quieras.
–Volviendo a lo de antes, Milei gobierna, en parte, para esos trabajadores informales y sin derechos laborales que hoy conforman una mayoría. ¿El llamado “campo popular”, las izquierdas, no deberían ser quienes busquen otras formas de hablarle a esa mitad de los trabajadores para que haya una alternativa por fuera de la frustración?
–La izquierda está presente en todos los conflictos, acompaña las luchas, tiene diputados honestos y secretarios generales que defienden los intereses de los trabajadores, pero evidentemente tenemos cosas a corregir porque no logramos llegar al grueso de la sociedad. Es verdad que a Myriam Bregman le fue bien en la Capital, lo mismo pasó con Alejandro Vilca en Jujuy, pero si con la situación que hay en el país la izquierda no es un partido de masas nos tenemos que cuestionar muchas cosas. Yo lo estoy haciendo y cada vez que lo hago me critican los pares. Tenemos que discutir de verdad en qué estamos fallando porque tenemos todo para ganar y solo nos contentamos con tener un par de diputados. Yo quiero gobernar.
–¿Cuáles son estos problemas? ¿Exceso de señalamientos internos? ¿Falta de pragmatismo?
–Tendría que repensarlo un poco más, pero tenemos que hacer una discusión hacia adentro, de eso no me cabe la menor duda.
***
–Alguna vez dijiste que La Bordó va a tener una página en el libro grande de la historia sindical, ¿qué creés que falta para que este tipo de experiencias de la izquierda puedan repetirse a mayor escala?
–Hoy La Bordó sigue escribiendo esa página. Espero que en unos años nos recuerden como se lo recuerda a Agustín Tosco. Aun así, todavía no dimos el salto que hay que dar. Somos una agrupación muy fuerte en el Sarmiento, pero todavía no hemos podido replicar la experiencia en el resto de los ferrocarriles y en el resto del movimiento obrero. Lo que sí, nos hemos ganado el respeto de la gente. Lo veo en la calle, cuando hay una marcha. Soy uno de los pocos dirigentes que no se mueve con custodia y puedo caminar por entre medio de todas las columnas sin que nadie me putee. Incluso aquellos que me odian me tienen que fumar. Pero ese es solo el primer escalón. En estos momentos de crisis es importante el rol que juguemos. Estamos pensando en eso.
–En la década de 1950 Argentina llegó a tener una red ferroviaria de más de 40 mil kilómetros. Entre dictaduras, recortes y privatizaciones hoy está reducida a 11 mil, de los cuales solo 960 son recorridos por trenes de pasajeros. ¿Existe algún país que se haya podido recuperar de una pérdida de vías tan significativa?
–No, así como la que tuvo Argentina, no. Pero al revés, los países más capitalistas son los que más defienden el sistema ferroviario estatal. Inglaterra, Alemania, Estados Unidos, todos tienen empresas estatales que manejan, al menos, una parte de los trenes. El Reino Unido privatizó los trenes durante la época de Margaret Thatcher: hubo tantos accidentes que tuvieron que volverlos a estatizar. Propuestas hay. Yo mismo le presenté al Gobierno una propuesta para que los trenes se puedan autofinanciar: con el margen de ganancia que dan los trenes de carga los números dan para que las personas puedan viajar gratis sin que el Estado ponga un peso. Pero hoy los trenes de carga están hechos para el provecho de unas pocas empresas, entre ellas Techint, la siderúrgica de Paolo Rocca. No creo que les quiten a ellos para darle a los laburantes.

–Las redes ferroviarias son buenos indicadores del nivel de soberanía de un país sobre su propio territorio. Muchas personas perdieron mucho más que un medio de transporte cuando el tren se fue de su barrio o de su pueblo. ¿Por qué creés que la política no discute demasiado sobre este tema?
–Cuando hay que pensar en un país, los problemas rompen las fronteras de los partidos. Pero primero tienen que estar establecidas las bases sobre las cuales se va a asentar ese país. Los trenes pueden ser una de esas bases. Es lógico que el peronismo no hable mucho de esto porque fue Menem el que más atacó al sistema ferroviario. Menem pudo llevar a cabo tantas privatizaciones porque tenía a un partido y a un sistema que lo avalaba, pero no hay que ver esto como el único problema. Por ejemplo, el Estado solía tener una empresa de comunicaciones como Entel que no instalaba teléfonos; ese tipo de cosas hace que la gente aplauda las privatizaciones. Antes de llegar a ese punto deberían aparecer los sindicatos, pero nunca ocuparon ese rol, y deberían. Hablo de la burocracia sindical, no de los de izquierda.
–En los últimos días las dos centrales obreras más grandes de Portugal se organizaron y salieron a la calle junto a miles de personas en una huelga general. La razón de este reclamo masivo es el rechazo a una reforma laboral con tintes parecidos a la que propone Milei…
–Igual, no te creas que son centrales revolucionarias, al contrario, son bastante burocráticas. Lo que pasa es que en Portugal hay un estado de movilización tan grande que ni siquiera lo pudo frenar la vieja burocracia. Es lo que creo que también va a pasar en Argentina. Va a llegar un momento en el que la gente se canse y salga a la calle. Yo pensé que ese hecho iba a ser la marcha federal universitaria, que fue enorme, pero no explotó todo. Los 24 de Marzo y la marcha contra la violencia de género fueron grandes movilizaciones. Las veces que convocó la CGT también, pero no quieren que esto se les vaya de las manos.
–Entonces, ¿a qué convocan?
–Convocan a cosas que ellos puedan controlar, no se encargan de poner a discutir a los trabajadores puertas adentro. Fijate que las movilizaciones que hace la CGT son más para descomprimir la situación política que para organizar y profundizar la discusión. Viene siendo un “después vemos”. Ahora acusan a la reforma de inconstitucional y dicen que van a ir a los juzgados. Parecería que en vez de tener un sindicato tenemos un colegio de abogados. Las cosas no se ganan en los juzgados, se ganan en la calle. Cuando los obreros se organizaron para tener jornadas laborales de ocho horas no iban a los juzgados, iban a la calle y eso es lo que tenemos que hacer ahora.
Joaquín Benitez Demark es periodista. Escribe el newsletter "La sociedad del rebote" miércoles de por medio.


