¿Y si se borra? ¿Si un buen día todo este desconsuelo se desvanece, se extravía para siempre en la nada misma?
¿Quién celebrará una misa por mis pecados perdidos en el reseteo? ¿Qué relato me salvará de mí mismo?
Donde es imposible salir ileso – Gito Minore
Efectivamente al mundo lo partieron en dos… o eso decía Tanguito Feroz en la banda sonora de Tango feroz: la leyenda de tanguito, en un neoliberal y ruinoso 1993. Últimamente sigo caminando entre dos realidades. Hay un ruso y un yankee dentro de mi habitación, para citar a Miguel Mateos. Sabiendo esta verdad, me remito al poema que abre esta entrevista y me pregunto: ¿Qué relato nos salvará?
En todo caso, como un relato que excluye otros relatos puede ser el correcto. Y esto no solo en política. Pienso en todas las mentiras que sostienen nuestro paso por el planeta. Todos los cuentos que nos contaron para sobrevivir, para agradar, para ser parte de algo. Y si nombro tantas icónicas canciones del rock nacional es porque hoy entrevisté a un poeta rockero.
Gito Minore es una de esas personas que sabés que no te puede mentir, porque todo su porte y sus palabras dicen la verdad. Gito no miente. Es directo, simple, sin vueltas. Como su poesía. Recientemente editó Donde es imposible salir ileso, por su editorial: Clara Beter.
Nació en abril de 1976 en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Se graduó en la carrera de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Publicó varios libros de poesía, narrativa, y literatura infantil, entre ellos: Doble fila, Veniales y mortales, El día que mi padre lloró, Queriendo ser, Mínimamente y Un vampiro a dieta, Malena. En 2021 publicó por el Gourmet musical el ensayo La geometría de una flor.
Gustavo Cerati y la música electrónica, el cual va por la segunda edición. Desde el año 2013, junto a María Inés Martínez organiza la Feria del Libro Heavy, tanto en Capital Federal como en el interior del país.
Fue invitado a participar de diversas Ferias del Libro y encuentros de literatura, en distintas ciudades de Argentina y Latinoamérica. Sus libros Mínimamente y Un vampiro a dieta fueron traducidos y publicados en Italia por el sello Edizioni Il Papavero. Desde hace unos años dirige la editorial Clara Beter y dicta talleres literarios.
-¿Por qué la poesía?
-Creo que es el registro que tengo, que me resulta más cómodo, por decirlo de alguna manera. Aunque no es cómodo, pero sí sería el recurso más propio que yo tengo para poder expresarme. Si bien yo me expreso desde otros registros; o sea, desde el cuento, desde la novela, desde el ensayo, creo que la poesía es mi primer amor. Es mi primer encuentro con la palabra, y es ahí donde hay una cierta intimidad que se da, que es como cuando vos volvés a casa. Uno puede conocer, visitar distintos lugares del mundo, vivir en distintos lugares del mundo pero nunca olvida el primer hogar, la primera casa. Es como que uno sueña con esa casa, uno está ahí, siempre habita la primera casa, que es la casa que se va a habitar toda la vida, aunque la casa se destruya. Volver a la poesía es volver a la casa para mí, a la casa primigenia, es de donde yo salí y a donde vuelvo siempre.
-¿Puede un poeta escapar a su tiempo político?
-Te diría que sí y que no, las dos cosas. Sí porque uno podría estar en la poesía, hay tantas maneras de habitar la poesía, que uno podría habitar la poesía en un lugar totalmente atemporal o que tenga que ver con otra búsqueda, con una búsqueda, qué sé yo. Si uno busca la poesía y se pone a escribir sonetos al estilo siglo XVII, qué sé yo, sí, te escapás del tiempo político. Hay como un escape, podría haber un escapismo, como dicen algunos, el escapismo. Podría haber un escapismo y no sería del todo mal visto. Yo creo que quizás cuando digo que no porque no debería, está bien que el poeta denuncie, está bien que el poeta tenga una voz anclada en el tiempo propio, en el tiempo que le tocó vivir. En ese sentido, sí, es como la gran división, la gran grieta, digamos, los escapistas y los realistas o los veristas, los que quieren estar en el lugar de la denuncia o los que quieren estar en el otro lugar. En lo particular creo que estoy involucrado con mi tiempo aunque no tenga una poesía denuncialista, soy consciente de que mi poesía no es denuncialista, no es una poesía de combate ni nada al que ver. Es una poesía que habla de mí, habla de mí y de mi lugar en el mundo. Ese mi lugar en el mundo está atravesado por tiempos políticos, por la realidad, por la economía, por un montón de cosas que hace que uno, habitando ese lugar.
-Hablame de tu poema Contaba Guita.
-Es un poema que a mí me gusta mucho y que particularmente quizás tenga que ver con lo anterior, está involucrado con el tiempo político, el tiempo económico y el tiempo interno; el tiempo de la casa. Ahí volví a la casa. Ese poema, hablando de escapismos y de realismos, lo escribí a la orilla de uno de los lugares más lindos que conocí en mi vida que es, un lago cuyo nombre no recuerdo, ubicado en Flores, que no es Flores el barrio de Buenos Aires, sino Flores, una localidad de Guatemala cercana a unas ruinas. Y estaba en ese lugar maravilloso, o sea, viviendo esa experiencia de un viaje y viendo ese lago y viendo esa inmensidad y me vino ese tiempo otro que es el tiempo interno, que como decía recién, tiene que ver con los recuerdos, con la casa, pensé en cuando velamos a mi abuelo en su casa, que era la casa de abajo de mi casa…

-¿Quisiste escapar?
-Cuando uno se quiere escapar, vuelve a esos lugares. En ese lugar tan lindo apareció ese poema a mí me gusta mucho y que tiene mucho que ver con quién soy y habla de eso. Habla de la muerte del padre del padre, la doble muerte, que es ver al abuelo muerto y de alguna manera también representar en ese abuelo muerto al padre muerto. Me pasó hacía poco que se había muerto mi padre, no hacía mucho. Entonces ahí en ese doble velorio está esa situación de la convertibilidad, de la economía, de cómo lo económico influye en la vida cotidiana; en ese gesto tan sencillo de contar guita que es un recuerdo que yo tengo de mi padre llorando cuando nos contaba guita, como velando, por eso dice: “como cuentas de un rosario pagano”, como si estuviera rezando en esa forma, porque también contar guita es rezar de alguna manera, rezarle al dios del capitalismo, entonces uno está como contando, está rezando. Es una interpretación muy mía igual. Pero bueno, un poco contar guita es eso, es un poema muy íntimo que tiene que ver con la vuelta a la casa, a la primera casa; a la casa que uno habita, que sigue habitando, porque yo sigo habitando en esa casa. En sueños, en pesadillas, en recuerdos difusos, a veces en proyecciones que uno hace de su propia casa en esa casa.
-¿Recordás cómo empezaste a escribir?
-Empecé a escribir cuando era muy chico porque me salía, de la misma manera que me salía a cantar, moverme, imaginarme historias, contar. Lo primero que hice fue contar cuentos en formato historieta y poesía. Pero el primer momento que tuve la sensación, la decisión, mejor dicho, de escribir, de decir: “yo tengo que escribir, tengo que escribir mis canciones” fue la primera vez que vi a Soda Stereo en vivo, en el año 89 en un teatro en la costa. Gustavo Cerati fue la figura en la que me inspiré. Yo quería ser como él, cantante, guitarrista y escritor, escribir mis canciones. En ese sentido del poeta que canta. Ahí hubo como la decisión, pero ya de antes, escribía, me gustaba escuchar historias, contar, como te decía, en formato historieta. Me gustaba todo el dibujo, el arte me llamaba la atención en todas sus formas. Me gustaba la idea de tocar un instrumento, que podía ser la guitarra o el piano. Me gustaba actuar, me gustaban las películas de terror, era un chico muy interesante. Me gustaban los libros; miraba los libros, los olía, los tocaba, era como un fetichismo con los libros. Libros que no tenía, porque en mi casa no había libros, pero iba a veces a la sacristía del cura y le tocaba los libros.
-Tu poema Llave describe varios tipos de posiciones en torno a la literatura y los “versos”, ¿cuál es la receta para el poema perfecto?
-El poema Llave habla un poco de eso, de que hay versos denuncialistas, versos estéticos, versos que se ganan premios, versos mersas. Como dice el poema, que buscan la sensación del momento. No sabría, justamente, no conozco la fórmula, solamente quiero unos versos que me lleven a dormir ahí, que me tengan como un niño expósito; que me acobijen, esos versos que me abran la puerta. Son los versos que uno siempre busca. No sabría cuál sería el verso perfecto. Conocí muchos poetas que escribieron versos muy buenos, son todos los que me inspiraron, muchos los recuerdo en memoria, son clásicos, casi todos de principios del siglo XX, que es la época que de alguna manera más viví leyendo. Poetas como Almafuerte, de fines del siglo XIX, en sí mismo, pero también de principios del siglo XX, Claudio de Alas, los poetas de Boedo, Álvaro Yunque, César Tiempo, Elías Castelnuovo, Leónidas Barletta y también Horacio Quiroga, Arlt, Oliverio Girondo obviamente y Pizarnik, y un montón de autores y autoras que fueron atravesando el siglo y casi todos son del siglo XX. Pero no, no sabría cuál la fórmula para ser un verso perfecto. Yo creo que tiene que estar atravesado por la emoción siempre, pero más allá de eso no sabría.
-¿Cambió tu manera de concebir la escritura al comenzar a editar libros de otros?
-Lo de la edición es raro, porque en realidad, sin querer queriendo fui toda la vida editor. En mi primer libro, que lo saqué en el año 95, lo edité yo. El primero, el segundo, el tercero, el cuarto, el quinto, el sexto, o sea, todos los libros, excepto tres libros, cuatro como mucho, que los editó otro editor, como en el caso de La geometría de una flor, que lo editó Leandro Donoso de Gourmet, que es un excelente editor, además de ser una excelente editorial, y un excelente trabajo. Después el resto, y dos o tres que saqué por ahí, que no sé si quedé muy convencido del todo.
-Aprendiendo desde el oficio y sobre la marcha.
-Sí me cambió en sí mismo, no el concepto de escritura, sino el concepto de edición. O sea, cuando uno edita para sí mismo, lo hace como quien arregla, los caños de su casa solo. Lo hace y trata de hacerlo y que le quede maso menos prolijo. Cuando ya tenés que arreglar otros lugares, otras casas, te están pagando y ya lo hacés con una cierta continuidad. Entonces vas aprendiendo gajes del oficio, que quizás cuando lo hiciste para tu propia casa no sabías hacerlo. Yo tuve la mala suerte de haber sido mi primer editor, y entonces todos los errores los cometí conmigo. Se puede encontrar que mis primeros libros tan llenos de errores; tan llenos de errores que quizás no sabía, porque tenía 19, 20 años, porque no había estudiado, porque tampoco había leído tanto, qué sé yo, porque no venía de familia o nada. Con el tiempo, después que uno edita un montón de libros, le vas encontrando más la vuelta, vas aprendiendo, vas mirando distintos manuales. Hoy por hoy tenés muchas más facilidades, yo cuando empecé, ni sabía que existían los diccionarios de sinónimos y antónimos. Después aparecieron los diccionarios, aparecieron en mi vida, ya existían. Después apareció Google, cuando apareció Google fue googlear una palabra y ver que la misma palabra podía tener distintas significaciones, significados, mejor dicho.
-Un camino de aprendizaje que parece no acabar tampoco.
-Bueno, vas aprendiendo y ves los errores en los otros, y tratás de que en tus propias ediciones no aparezcan. Pero la escritura, no sé si me cambió, leí un montón de autores que me gustaron, hay muchísimos autores que me gustan, que admiro, que están en mi editorial, pero más que nada lo que aprendí fue los gajes del oficio de editar, que es algo que hice toda la vida. Ahora creo que se puede decir que lo estoy haciendo mejor. En la escritura yo siempre concebí que tiene que ser visceral. Escribir es, yo sigo escribiendo a mano, escribo a mano por una cuestión erótica. Escribir a mano es tocar el poema, es tocar los textos, y me gusta como que esté tocado. Escribir directamente en el teclado se me hace como profiláctico, como un poco alejado. Si bien uno después lo tiene que pasar, es como más formal. Es la formalidad, en cambio del escribir a pulso. Con la pulsión, el pulso sanguíneo, el pulso de la emoción, el papel que se ensucia, se arruga, se toquetea. Tiene otra cosa, por eso digo que es más erótico; tiene que ver con el deseo, con el deseo primal. La escritura tiene que tener un deseo primal, si no, es una cosa totalmente cosmética, decorativa. Me parece que ahí es donde surge la emoción.
-La poesía encastra perfecto en esa ecuación.
-El poema es emoción pura, es puramente emocional, está atravesado por las emociones, positivas, negativas, como sea, pero es la emoción. Una novela o un cuento está como más pensado, pero también tiene un pulso sanguíneo ahí. Mismo un ensayo. No podés escribir sobre heavy metal así como quien escribiera sobre, no sé, sobre la vida sexual de las amebas. No, tenés que escribir con sangre, rock, heavy metal, cualquier estilo, lo que sea, la historia, la geografía, la vida sexual.
-Hablame de la conexión tan especial que tú poesía tiene con el rock…
-Tiene que ver con el hecho de que yo empecé escribiendo. Aparte de escribir música, aparte de ser músico, ahí empieza, en ese primer recital, de Soda Stereo el hecho de decir: “quiero ser como usted”. Igual que usted, ni mejor ni peor, igualito que usted. En ese sentido tan devocional. Porque uno es devoto de los ídolos. En ese sentido ya arrancó por ahí. Empezó a partir de una mimesis de deseo de parecerte a alguien en algún lugar. Uno tiene 12 años y no sabe lo que es la propia personalidad. Mira y dice: “yo quiero ser esto, yo quiero ser Messi, yo quiero ser Maradona, yo quiero ser Cerati”. Es muy difícil decir, yo quiero ser yo mismo en este mundo de iguales. Todavía no, ¿verdad? Después se te ocurre. Entonces a partir de ahí, empecé a escribir canciones. Escribí canciones punk, después post-punk y luego vino el heavy metal y empecé a vincular el heavy metal con otros géneros. El tango, el folclore, las distintas manifestaciones de la música nacional e internacional también.
-Siempre basado en las primeras influencias, que fueron musicales.
-Cerati, Iorio, Gustavo Zavala, Charly García y de afuera, no sé, Mustaine, todo lo que escribían los autores de canciones heavy. Después empecé a leer literatura propiamente dicha, digamos, novelas, cuentos, poesía. Siempre estuvo el vínculo porque aparte escribí, en mi primer libro algunos poemas que eran canciones de mi banda. Algunas de las canciones las metí en ese libro. El segundo libro también tiene una canción. El vínculo empieza ahí, primero siendo escucha, fan, digamos, de la música, y después haciendo mis propias canciones, que se transformaban en poesías. Después lo de los ensayos vino mucho después, con el análisis, ya cuando empecé a escribir sobre Cerati. Él ya había muerto. De alguna manera también todo lo que escribimos sobre el rock, el heavy metal, cualquier género de estos, que yo llamo: “géneros pulsionales”, porque se pulsan, se tocan la guitarra, la batería, el bajo. Todo tiene más pulsión sanguínea, son todos superadores de los 40, 50 años, los géneros estos, que te digo, el rock, más todavía, tiene como 70 años, el heavy metal tiene 50, y así todo.
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Sof
Sofía Gómez Pisa es periodista y escritora. Escribe la newsletter "La batalla cultural" domingo de por medio por Ornitorrinco.