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Durante siglos, la figura del vampiro habitó la frontera entre la superstición y la literatura. Pero a fines del siglo XX, lejos de Transilvania y de las novelas góticas, comenzó a consolidarse en Estados Unidos una comunidad que se define como parte del fenómeno del vampirismo real. Personas que aseguran necesitar energía vital o sangre para sostener su bienestar físico y emocional. No se consideran criaturas sobrenaturales ni reproducen mitos hollywoodenses. Son, en su mayoría, adultos con vidas laborales y sociales convencionales que viven su identidad en la frontera entre lo espiritual, lo energético y lo corporal.
En 2006 se publicó el Vampirism & Energy Work Research Study (Vewrs/Avewrs), el mayor estudio sociológico y fenomenológico jamás realizado sobre esta subcultura. Reunió casi mil testimonios en 40 países, en colaboración con la Atlanta Vampire Alliance (AVA) y Suscitatio Enterprises LLC. Uno de los autores del estudio es Merticus, coleccionista de manuscritos antiguos, investigador sociocultural y una de las voces más respetadas dentro del llamado vampirismo contemporáneo. Desde hace más de dos décadas participa activamente en foros, investigaciones académicas y espacios de documentación sobre esta comunidad, y trabajó junto a especialistas como Joseph Laycock, DJ Williams y John Edgar Browning, entre otros académicos que estudiaron el fenómeno desde la sociología de las religiones, la antropología y los estudios culturales.
A diferencia de los estereotipos que asocian el vampirismo a sectas oscuras o ficción juvenil, Merticus insiste en que la mayoría de los vampiros reales se definen como personas funcionales, insertas socialmente, con empleos formales y actividades comunes. La diferencia radica en su necesidad de alimentarse: algunos aseguran requerir energía psíquica o pránica obtenida a través del contacto físico, la proximidad energética o incluso la interacción emocional. Otros son sanguinarios y consumen pequeñas cantidades de sangre humana de forma consensuada y segura. Entre ambos existe una tercera categoría: los híbridos, que combinan ambos métodos de alimentación.
La figura del donante es central en esta dinámica: son personas que, por decisión y consentimiento explícito, permiten esa alimentación energética o sanguínea. Dentro de la comunidad existen acuerdos éticos, protocolos de salud y marcos de interacción que buscan evitar relaciones de violencia, manipulación o riesgo médico. Sin embargo, alrededor del vampirismo real persisten sospechas, incomprensión y prejuicios.
En esta entrevista, Merticus profundiza en la identidad vampírica, los métodos de alimentación, las dinámicas afectivas y el papel de la investigación académica. Habla también de sexualidad, ritualidad, poder, vínculos con el BDSM y comorbilidades médicas observadas en muchos miembros de la comunidad. Lo hace sin misticismos innecesarios ni exageración, desde una perspectiva que mezcla investigación, testimonio personal y defensa de un colectivo que exige legitimidad cultural.
-¿Cuándo empezaste a sentir que había algo distinto en vos?
-Desde muy temprano en mi vida supe que había algo diferente en mí, pero no podía definir qué era. Nunca sentí que mi cuerpo o incluso esta época coincidieran con mi espíritu. Experimenté fenómenos que otros considerarían paranormales o espiritualmente inquietantes y comencé a notar que podía influir en personas o situaciones casi sin esfuerzo. También descubrí que en situaciones cargadas de tensión o conflicto no me debilitaba, sino que obtenía energía. Eso fue el origen de lo que más tarde conocí como alimentación psíquica.
-¿Cómo fue tu primer acercamiento al vampirismo real como comunidad?
-Mi primer contacto fue en 1996, en salas de chat de AOL llamadas RealVampiresNoRP. No eran juegos de rol sino espacios para personas que, como yo, buscaban entender lo que les pasaba. En 1997 comencé a participar en el canal Sanguinarius en IRC, que era un espacio de apoyo para vampiros reales. Recién en 1998 conocí a la comunidad offline y desde entonces mantengo vínculos con vampiros reales de todo el mundo.
-¿Qué significa ser un vampiro real?
-Cuando uso la palabra vampiro sé que es un término que genera resistencia porque está muy cargado de elementos culturales. Pero en lo que respecta al vampirismo real, hablamos de personas que necesitan alimentarse de energía vital o de sangre para mantener su bienestar físico, mental o espiritual. Si no nos alimentamos, sufrimos letargo, dolor, debilidad y efectos físicos reales. No tiene nada que ver con ficción o fantasías góticas, es parte de mi vida cotidiana y de la de muchos otros.

-¿Cómo fue tu evolución personal dentro del vampirismo?
-Empecé alimentándome de energía psíquica, sin saber qué era. Con el tiempo, al investigar dentro de la comunidad vampírica, descubrí la alimentación sanguinaria y más tarde incorporé también la sexual o tántrica. A medida que avanzaba, la necesidad de alimentarme se volvió más definida y aprendí que encontrar equilibrio lleva años. Hoy me identifico como un vampiro híbrido, porque puedo alimentarme tanto de energía como de sangre.
-¿Cuál fue tu primera experiencia concreta de alimentación sanguinaria?
-Ocurrió en mi primera relación con un donante, que además era mi pareja. Ambos teníamos poco más de veinte años. No fue un juego ni un fetiche sino un acto consciente y profundamente íntimo. Siempre lo hice de forma privada, consensuada y segura. La conexión que se establece en una alimentación profunda es difícil de explicar: se siente como una resonancia energética muy intensa.
-¿Cómo describís lo que sentís cuando te alimentás?
-Cuando me alimento, ya sea a través de energía psíquica, práctica sexual o sangre, siento una intensidad física y emocional que recorre todo mi cuerpo. Se produce una conexión profunda con la persona de la que me alimento, casi como un enlace energético. Mis sentidos se intensifican y entro en un estado de claridad y calma. No es algo superficial, es parte de quién soy.
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En el campo de la psicología profunda y de ciertas tradiciones orientales, el concepto de energía psíquica o pránica se refiere a la fuerza vital que anima y dinamiza tanto el cuerpo como la mente. En el pensamiento occidental, Carl Gustav Jung la describió como la “libido” en su sentido más amplio: una energía psíquica que no solo impulsa el deseo sexual, sino toda forma de impulso, creación o transformación interior. Es la corriente que sostiene la vida mental, la motivación, la creatividad y los procesos de individuación del sujeto. En este sentido, su desequilibrio o represión puede manifestarse como angustia, fatiga o bloqueo emocional.
Desde las filosofías orientales, especialmente en el hinduismo y el budismo, la energía pránica (del sánscrito prana, “aliento vital”) es el principio que circula por los canales sutiles del cuerpo y mantiene el equilibrio entre lo físico y lo espiritual. Se asocia con la respiración consciente, la meditación y prácticas como el yoga o el tai chi, que buscan armonizar esa energía vital para alcanzar estados de claridad mental y salud integral. En ambas visiones -la científica y la espiritual- subyace una idea común: sin energía psíquica o pránica no hay vida interior posible, ni movimiento, ni deseo.
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-¿Qué tipos de vampiros existen dentro de la comunidad?
-Dentro del vampirismo real existen principalmente dos categorías: los vampiros psíquicos y los sanguinarios. Los psíquicos se alimentan de energía vital, también llamada prana o chi, obtenida a través del contacto con otras personas, de ambientes cargados emocionalmente o incluso de multitudes. Los sanguinarios necesitan pequeñas cantidades de sangre para sentirse equilibrados física y mentalmente. También existen vampiros híbridos, como yo, que pueden alimentarse de ambas formas según la necesidad.
-¿Cómo funciona la alimentación sanguinaria?
-En el caso del vampirismo sanguinario se consumen pequeñas cantidades de sangre, ya sea humana o animal, pero en mi experiencia personal prefiero la sangre humana cuando recurro a este tipo de alimentación. Esta práctica siempre se realiza de forma consensuada con un donante y con medidas de seguridad. En la comunidad se establecen acuerdos claros, a veces incluso contratos escritos, para evitar riesgos físicos o emocionales. No es un acto impulsivo ni violento, sino parte de una necesidad que aprendemos a manejar con responsabilidad.
-¿Cómo fue tu primera experiencia con objetos rituales en el vampirismo?
-Mi primera alimentación sanguinaria la realicé con una lanceta de caparazón de tortuga fabricada por Evans London, que guardo en un estuche de plata grabado de 1850. No me interesan las experiencias comunes. Para mí el vampirismo también tiene un aspecto ritual y simbólico. Me atrae rodear todo lo que hago de belleza y significado, incluso si eso implica alimentar una necesidad biológica que muchos no comprenden.
-¿Cómo influyen el consentimiento y la ética en el vampirismo real?
-La ética es fundamental. La alimentación requiere absoluta confianza entre vampiro y donante. No se trata solo de seguridad física, sino también emocional. Después de una alimentación, los donantes pueden experimentar desde euforia hasta agotamiento o confusión, por eso el cuidado posterior es importante. Conocer la historia médica del donante, su estado emocional y sus límites es esencial. Una relación de alimentación es intensa y puede generar lazos fuertes, por lo que debe manejarse con responsabilidad para evitar dependencia o manipulación.
-¿Qué papel ocupa el vínculo afectivo en las relaciones vampiro–donante?
-A veces el donante es también pareja del vampiro, pero no siempre es así. Muchas personas creen que esta práctica está necesariamente asociada al sexo, pero no es obligatorio. Algunas relaciones entre vampiros y donantes son sentimentales, otras son exclusivamente funcionales. Hay vampiros que tienen donantes distintos para diferentes tipos de alimentación: energética, sanguinaria o sexual. En casos de parejas, la alimentación puede ser una experiencia íntima muy poderosa, especialmente cuando hay conexión emocional profunda.
-¿Qué relación existe entre vampirismo y sexualidad?
-En mi caso, la alimentación sexual o tántrica es una de las formas que más utilizo. El contacto físico y el flujo energético durante la actividad sexual generan una energía intensa que puede ser aprovechada para alimentarse. No siempre se llega al acto sexual completo; a veces la energía del deseo o del contacto ya es suficiente. Algunos vampiros obtienen energía de fluidos sexuales como semen o sangre menstrual, y en ocasiones la alimentación ocurre al mismo tiempo que el orgasmo, lo que produce una saciedad prolongada. Puede ser una experiencia intensa, casi animal, pero siempre basada en el consentimiento.
-¿Existe relación entre el vampirismo y el BDSM?
-El vampirismo real no exige ningún vínculo con el BDSM, pero es cierto que muchas personas que se identifican como vampiros también participan en esa comunidad. En mi caso, lo reconozco sin problemas: en algunos momentos practiqué BDSM y no lo considero incompatible con el vampirismo. La conexión está en la energía que se genera en esas dinámicas. Las escenas de dominación, entrega o intercambio de poder producen una carga emocional intensa que algunos vampiros aprovechamos para alimentarnos. Eso no significa que la alimentación vampírica dependa del dolor o del sufrimiento, sino que encontramos en ciertos contextos un campo energético muy potente.
-¿Cómo diferenciás el vampirismo real del fetichismo por la sangre?
-Es importante separar las cosas. El fetichismo por la sangre puede existir sin relación con el vampirismo real. Hay personas que sienten atracción erótica por la sangre o por el acto de derramarla, pero eso no los convierte en vampiros reales. En mi caso, y en el de muchos otros, la alimentación sanguinaria no es un juego ni un fetiche visual, sino una necesidad física y energética. Puede haber vampiros que disfruten del componente estético o ritual de la sangre, pero el objetivo no es el morbo, sino la alimentación.
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Vivir de noche, dormir de día y sostener una existencia al margen de la norma. Así describe su vida un vampiro moderno, miembro de una comunidad que se define no por la inmortalidad literaria, sino por una necesidad fisiológica y simbólica de absorber energía -ya sea pránica o sanguínea- para mantener el equilibrio. Trabaja de manera convencional, evita el sol con naturalidad y participa en rituales de recarga que combinan silencio, respiración y concentración. Algunos, como él, pertenecen a grupos organizados que establecen códigos éticos y redes de contención; otros prefieren el anonimato. Su vida transcurre en esa frontera difusa entre lo espiritual y lo corporal, donde la noche no es refugio sino territorio propio.
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-¿Cómo es tu vida cotidiana siendo vampiro?
-Mi vida es bastante más normal de lo que la mayoría imagina. No me escondo ni llevo una estética recargada. No uso colmillos ni lentes de contacto ni símbolos permanentes. Visto de negro la mayor parte del tiempo, pero eso es una elección personal, no una declaración. Trabajo, tengo vida social y relaciones como cualquier otra persona. Incluso hago reservas en restaurantes con el nombre de Merticus y vivo sin miedo al prejuicio. No baso mi identidad completa en ser vampiro, pero tampoco lo niego.
-¿Cómo llevás tu vida afectiva siendo vampiro?
-Estoy casado con una persona que no es vampiro, pero que es también mi donante. Nuestra relación es sólida porque está basada en honestidad, consentimiento y respeto. Para mucha gente puede resultar extraño, pero para nosotros no lo es. La alimentación no es un obstáculo en nuestra relación. Es parte de mi naturaleza y lo integramos de forma consciente. No necesito ocultarlo ni disfrazarlo.

-¿Cómo manejás los aspectos más oscuros del vampirismo?
-El vampirismo tiene un costado predatorio. Negarlo sería hipócrita. Pero ser depredador no significa ser destructivo. Se trata de reconocer que uno toma algo de otra persona para sostenerse, y esa toma debe ser regulada y equilibrada por una ética personal. Yo intento mantener mi vida rodeada de energía positiva para compensar la oscuridad que a veces encuentro en mí o en otros vampiros. No romantizo lo que soy, pero tampoco lo patologizo.
-¿Qué pasa cuando un vampiro no se alimenta?
-Cuando no nos alimentamos sufrimos consecuencias físicas y emocionales reales. En mi caso puede aparecer dolor de cabeza, fatiga, irritabilidad, falta de enfoque y una sensación de vacío energético difícil de describir. En la comunidad muchos reportan síntomas similares: debilidad, dolor físico generalizado, angustia o insomnio. Alimentarse es una necesidad, igual que comer o dormir. Negar esa necesidad solo empeora las cosas.
-¿Qué problemas de salud son frecuentes entre los vampiros reales?
-Al analizar los resultados del estudio sociológico que realizamos en 2006 y 2007 sobre casi mil vampiros reales en todo el mundo, observamos algo llamativo: una cantidad significativa de participantes reportó diagnósticos médicos previos. Más de la mitad mencionó haber sido diagnosticada con alguna condición como asma, fibromialgia, fatiga crónica, depresión, ansiedad, esquizofrenia o trastorno bipolar. También aparecieron con mucha frecuencia problemas de tiroides, migrañas e insomnio. Estos datos son parte de la evidencia que nos interesa seguir investigando porque podrían estar relacionados con desequilibrios energéticos o metabólicos.
-¿Existen investigaciones médicas sobre el vampirismo real?
-Por ahora solo contamos con información preliminar. Lo que observamos en el estudio es que muchos vampiros reales reportan alteraciones relacionadas con el sistema endocrino y con neurotransmisores como serotonina, dopamina y norepinefrina. No afirmamos tener pruebas científicas concluyentes, pero creemos que es necesario avanzar en estudios genéticos y médicos más serios. Queremos que la ciencia investigue este fenómeno con rigor en lugar de descartarlo por prejuicio.
-¿Cómo surgió el estudio Vewrs y por qué decidiste investigar tu propia comunidad?
-La investigación nació porque la comunidad vampírica estaba cansada de ser tratada como una curiosidad sensacionalista. Queríamos datos reales sobre quiénes somos, qué necesidades tenemos y cómo vivimos. Desde Suscitatio Enterprises LLC y junto con la Atlanta Vampire Alliance organizamos las encuestas y recopilamos testimonios de 40 países. El estudio todavía hoy es el trabajo de referencia más grande sobre vampirismo real.
-¿Qué le dirías a quienes creen que el vampirismo es una fantasía o un juego de rol?
-Que están equivocados. No somos un producto de la ficción ni vivimos en castillos ni dormimos en ataúdes. No estamos locos ni somos peligrosos. Nuestra identidad es parte de nuestra experiencia humana. Podemos explicar lo que sentimos aunque no todo tenga aún una explicación científica. Para la mayoría de nosotros esto no es un pasatiempo, es la forma en que aprendimos a sobrevivir.
-¿Por qué seguís usando la palabra vampiro si sabés que genera rechazo?
-La palabra vampiro tiene un poder simbólico enorme. La gente cree que nombra algo oscuro, pero también tiene una atracción innegable. No elegí el término para provocar, sino porque describe mejor que cualquier otra palabra mi experiencia con la energía y con la alimentación. No es una metáfora. Es una identidad.
-¿Qué significa para vos ser vampiro hoy?
-Para mí ser vampiro no es una moda ni un disfraz. Es una conciencia permanente sobre mi naturaleza y mi relación con la energía vital. Es un estado físico, emocional y espiritual. No lo uso para distinguirme de los demás, sino para nombrar con honestidad lo que soy. El vampirismo es un aspecto más de mi vida, tan real como cualquier otro. No es mi condena ni mi salvación. Simplemente es parte de quién soy.
Soy periodista (TEA-Universidad de Concepción del Uruguay) y fotógrafa (ETER). Trabajo sobre temas de agenda internacional, también investigo desde hace varios años las regiones de Moldavia, Transnistria y Gagaúzia. Soy productora y docente en TEA&Deportea, escribo en Página 12 y co-conduzco el programa O Sea Digamos por Loto Stream.


