Me estaba esperando sentado en la cafetería acordada. Había un estuche con un bajo adentro apoyado contra la silla que estaba a su derecha, venía de su cuarta clase con el instrumento. Ya se había terminado su café y su mini porción de torta, la que da el lugar de cortesía. Hubo un malentendido. Mentira, no voy a poner excusas. Llegué tarde.
Esa persona es el fiscal Eduardo Rodríguez. Lleva décadas investigando crímenes en casi toda la zona norte del Conurbano Bonaerense. Fue fiscal en Vicente López y en Tigre y estuvo diez años trabajando con narcóticos en San Fernando, Pilar y San Isidro, en donde llegó a estar a cargo de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) de Drogas Ilícitas y también fue fiscal de juicio. Actualmente, es fiscal del Distrito de Boulogne.
Un sistema que cierra puertas y abre unas pocas que no generan demasiada ilusión, un Estado que reniega de sus propias herramientas para prometer algún futuro y una mala idea son el combo perfecto para buscar plata rápida en lugares en los que es mejor no encontrar nada. El narcotráfico, o mejor dicho, el negocio de las drogas, expone con su crecimiento escenas que dejan en evidencia los cambios en el nivel de apreciación sobre la vida humana. El ejemplo más brutal y reciente es el triple femicidio de Florencio Varela. Los cuerpos de Brenda del Castillo (20), Morena Verdi (20) y Lara Gutiérrez (15) solo fueron para sus asesinos un eslabón más en la cadena de delitos que deben cometerse para que sus asuntos puedan seguir marchando acorde a lo planeado. Pero el narcotráfico está lejos de ser el único mundo en el que la integridad del resto vale cada vez menos.
Rodríguez ha sido el fiscal de casos muy diversos. Algunos obtuvieron cierta relevancia mediática como el caso Roncaglia, jefe de la Superintendencia de Drogas Peligrosas de la Policía Federal al que, en 2013, intentaron asesinar en la puerta de su casa en Olivos. O los crímenes de Marcelo Ángel Fasano, mejor conocido como “el sátiro de la bombacha”, quien cometió 21 violaciones entre 1995 y 2009, procediendo siempre de la misma manera.
Por fuera de lo singular, los patrones delictivos abundan. La siguiente charla puede llegar a dar indicios de cómo una porción de la justicia se ve desde adentro, con sus alcances pero, principalmente, con sus limitaciones. Rodriguez rechaza casi todos los eufemismos y se apoya en el lunfardo. Ésta es la primera parte de la charla que tuvimos:
-¿Cómo se investigan casos como el del sátiro de la bombacha?
-En este caso puntual, el tipo tenía una particularidad. Entraba a departamentos en primeros pisos donde vivían mujeres solas, se metía por las ventanas con una linterna de casco en la frente, como las que usan los mineros. Encandilaba a las víctimas para que no le viera la cara y después decía siempre la misma frase: “No soy un asesino ni soy un violador, soy ladrón”. A todas sus víctimas les decía lo mismo. Además, una vez que estaba perpetrada la violación, se ponía a fumar y utilizaba la casa como si fuera suya. Qué gran casualidad: estaba casado con una policía bonaerense, una sargento. Entre 2001 y 2004 le perdimos el rastro porque fue preso por unos robos con armas. Después, lo agarran en capital, procediendo de la misma manera que lo hacía en la Provincia, y pudimos conectar todo. Ahora está cumpliendo una pena de 50 años.

-Se suele decir que los verdaderos líderes de las bandas del narcotráfico no son los que atrapan en las villas y barrios marginales, sino que están en los countries y en zonas donde viven personas ricas. Vos siempre trabajaste en municipios donde se encuentran muchas localidades como éstas. ¿Tuviste grandes casos con drogas en lugares así?
-En 2021 encontramos un chalet en La Horqueta, San Isidro, que funcionaba como un punto de fraccionamiento. Había seis mujeres trabajando adentro, había mucha cantidad de droga ahí. Una chica vivía en el Barrio Borges, otra era de Villa Santa Rita y el resto, de La Matanza. Esa investigación surgió porque un vecino de la zona notaba movimientos raros de autos a cualquier hora de la noche y llamó al 911. Me llegó a mí. Ahí avisé a Narcotráfico y fueron a ver qué pasaba. Mientras estaban haciendo una observación externa vieron los mismos movimientos. Entraban y salían chicas de la casa. Fueron a interceptar a una que llevaba rollos de nylon, los que se usan para empaquetar la falopa. La chica entró a la casa a los gritos: “¡La yuta, la yuta, la yuta!”. La cana la siguió, entraron y se encontraron con más de seis kilos de marihuana y 200 gramos de cocaína.
-¿Cómo siguen las investigaciones con este tipo de casos que son la punta de una red mayor?, ¿hasta dónde pueden escalar?
-Se hace a través del análisis telefónico. Primero se secuestran los celulares y después, mediante los contactos, podés llegar a un proveedor a nivel mayor. Pero hay una realidad, nosotros, en la Provincia, investigamos lo que se llama “narcomenudeo”. Lo que pasa es que el narcomenudeo dejó de ser un boludo que en la casa vendía 10 o 15 paquetes de cocaína o marihuana. Se expandió mucho, pasaron a ser lugares con un movimiento importante de drogas, es la que se vende en la calle. Eso ocasiona que haya muchas disputas territoriales. Por ejemplo, hay gente del partido de San Martín que va a copar lugares de las villas de Vicente López para quedarse con el negocio. ¿Eso qué trae? Tiroteos, muertos, heridos y gente a la que sacan a la fuerza de sus casas para convertirlas en puntos de venta. Lo que es el narcotráfico a nivel general, eso lo investiga la Justicia Federal.
-¿Qué tanto cambió el mundo de las drogas en los últimos 20 años?
-El tema de la droga es que no solo cambió el negocio en sí, sino que también cualquier clase de códigos y de modalidad delictiva. Antiguamente había robos a bancos, a financieras y a camiones de caudales. Hoy por hoy, con la utilización de las monedas virtuales y todo eso, ya no hay plata en la calle, entonces muchas bandas que se dedicaban a robar bancos, blindados y todo lo demás, ahora se dedican a robar a los narcotraficantes, ellos sí manejan cash. Entonces, los narcos se arman más para evitar ser asaltados por esta gente, que no solo los asaltan sino que también secuestran a sus familiares. Y muchas veces, todos esos hechos, que son un montón, no terminan saliendo a la luz porque los dirimen entre ellos. Mirá vos lo que pasó con estas tres chicas en Florencio Varela.
-No deben ser las únicas.
En septiembre del año pasado encontraron el cuerpo de Vanesa Lachmañuk (28) y Ayelén Benítez (14) flotando en el Río Matanza. Ambos asesinatos fueron vinculados al narco. La venta de droga, para decirlo más claramente, cambió cualquier tipo de parámetro social en lo que tenía que ver con la actividad delictiva. Va en paralelo al lavado de dinero, a tipos que tienen financieras oscuras, que no sabés de dónde sacan la plata. Los verdaderos narcos viven en countries en Pilar o en Nordelta, pueden ser colombianos o mexicanos, son los que pasan más desapercibidos. Después están los paraguayos y los peruanos que pueden vivir en la 1-11-14, en la Zabaleta, y tienen sucursales acá en la Provincia a las cuales abastecen como Villa Melo, Borges, Santa Rita y todas las villas que se te ocurran de San Martin. Se maneja mucha plata ahora, de ahí viene la corrupción. Mirá el caso de Espert…
-Claro, son redes que llegan hasta arriba de todo…
-¿Quién le financió la campaña? Fred Machado, un narcotraficante. Espert no es el único, a Milei también. Es muy fácil. Yo puedo ser un fiscal, tocar el bajo, dar entrevistas y estar bárbaro. Pero por debajo de la mesa puedo estar manejando una guita tremenda. Bueno, el mundo cambió. ¿Dónde está la plata ahora? En la droga ¿y en dónde más?
-Y en…
-¡En el fútbol! ¿Cómo puede ser que un jugador de fútbol cobre 200 millones de euros? Hoy, el Real Madrid le regaló autos de súper lujo a todo el plantel, eso no debería ser posible.
-El total de la flota tiene una cotización de más de 4 millones de euros.
-Hay algunos ejemplos muy claros para entender la relación entre el fútbol y el narcotráfico. Pablo Escobar Gaviria era el dueño de Atlético Nacional de Medellín. El cártel de Cali, encabezado por los hermanos Rodríguez Orejuela, del América de Cali. ¿Qué pasó cuando en el mundial de Estados Unidos 1994 el colombiano Andrés Escobar metió un gol en contra? Lo cagaron a balazos. Una vez, cuando Julio Falcioni atajaba en el América, en la década del 80, unos tipos, hinchas de Deportivo Cali, se pusieron a insultarlo cuando andaba en la calle. Se le fueron encima. Al rato, Falcioni volvió con un fierro y los otros recularon. ¿Sabés qué le dijo Miguel Rodríguez Orejuela, dueño del club? “La próxima vez que saque un revólver y no tire, tiene quilombo conmigo”.

-¿Y qué queda de los narcoestados?
-La mitad de México es un narcoestado. Al norte, todo lo que limita con Estados Unidos. El cartel de Sinaloa tiene mucha influencia sobre esa parte del país. Colombia, ya sabemos. Perú y Bolivia, lo mismo. La droga sudamericana va para Europa, la buena droga, y vale 40 mil euros el kilo. Argentina es un país de tránsito.
-¿Acá no se produce en esas dimensiones?
-Acá no se fabrica la droga, acá se corta. Se la estira, le quitan la pureza para ganar cantidad. Ese es el verdadero rédito de la venta. Es muy raro encontrar en Argentina cocaína al 60 o al 70%.
-¿Qué tan cerca está Argentina de ser un narcoestado?
-No, ni hablar. No. Es como si estuviéramos en la Primera C. Pero no deja de ser primera. ¿Qué quiero decir con ésto? Que ahora estamos viviendo muchas de las cosas que antes sólo se veían afuera. Cada vez hay más personas tiradas en las calles, más chicas que aparecen muertas y gente cada vez más preocupada porque los patrones de ciertos barrios manejan estructuras importantes. Cuando trabajaba en San Fernando encontramos a un pibe de una villa, muy joven, al que le ofrecían un par de lucas para que se tomara un remís y llevara 100 gramos de merca de un lugar a otro. A la vuelta le daban un par de lucas más. Ahí ya te pudrieron la juventud. ¿Qué pendejo de 14 años cobra 20 mil pesos para hacer un viaje de 15 minutos de San Fernando a Villa La Cava?

-¿Qué grado de complicidad tiene la policía en estos casos? Éstas son cosas del día a día.
-Es un ida y vuelta de favores. Al mismo pibe lo endulzaron, lo contrataron para otro encargo y le metieron un paquete más grande, muy cortado pero con la suficiente cantidad de droga como para que sirviera el reactivo. Después la policía agarró al chico y pudieron hacer estadísticas. Todo un show para decir: “Miren cómo estamos combatiendo al narcotráfico”. Es un negocio que es imposible de parar.
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El resto de la charla, en la próxima newsletter. Te espero ahí.
P.D.: El título de la nota es una frase de la canción Bienvenido a Buenos Aires III, de Dano. Les recomiendo fervientemente que se pongan a escucharlo.
Joaquín Benitez Demark es periodista. Escribe el newsletter "La sociedad del rebote" miércoles de por medio.