La paranoia y su aprovechamiento

Bienvenido a otra newsletter de Ornitorrinco. Tener un lugar para expresarse de forma epistolar, es realmente una bocanada de aire fresco en tiempos de autoritarismo, negacionismo, violencia y persecución.

A veces pienso que en la vida existen dos tipos de realidades. Que una se superpone a la otra, como en un juego visual. Muchas veces somos guiados por sistemas de pensamiento que nos enloquecen, nos enceguecen y hasta nos distraen; pero también, nos hacen avanzar.

La paranoia, en términos generales, se refiere a una desconfianza y sospecha irracionales o excesivas hacia los demás, con la creencia de que pueden estar intentando causar daño o engañar.

Fueron muchos los escritores que tocaron el tema de la paranoia, tanto para escribir sobre ella como para analizarla. Sin ir más lejos el Informe sobre ciegos, incluido en la novela Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato, es uno de los primeros textos de gran alcance en el país escrito integramente (en la ficción) por un paranoico.

De Zizek a Philip Dick, la paranoia es fuente de análisis y escrutinio constantes. Una forma de explicar sucesos que están más allá de nuestro entendimiento; una forma de controlar un mundo que se nos aparece como distante, peligroso, inasible.

Las paranoias han formado sistemas políticos, han cometido las peores atrocidades contra la humanidad. Solo queda pensar en la Segunda Guerra Mundial y como el judío era visto por los nazis como el culpable de todas sus desgracias. Al no poder controlar la crisis económica, no poder soportar el agobio de las condiciones del Tratado de Versalles se fue formando en la sociedad una percepción de enemigo producto de un pensamiento irracional, poco científico, propio del sentido común, de la falta de humanidad y del miedo.

También los rasgos de la juventud paranoica argentina pueden remontarse a lo audiovisual, en la ópera prima de Gabriel Medina Los Paranoicos, que si bien es una historia de amor, está basada en el libro de Bioy Casares El sueño de los héroes, una novela sobre el peso de la mirada del otro y sobre la valentía y la cobardía. Quizás todo se resuma en la escena de Luciano Gauna – su inolvidable protagonista – bailando una canción de Todos tus muertos en su departamento a oscuras.

O también, para remontarnos a la actualidad, podemos leer algún poema de Parque Paranoia de Eduardo Savino, que es el libro por el cual estoy tipeando en mi Windows estas palabras.

Eduardo Savino es el autor de Parque Paranoia
Eduardo Savino es el autor de Parque Paranoia

Afuera

Mi editora me dice: terminamos,
ya escribiste hacia adentro, ahora
te toca mirar afuera. Bueno, digo,
no me vendría mal escapar del narcisismo
un rato. Salgo al balcón medio desnudo,
medio borracho, miro mi reino desplegado:
un horizonte de luces que se apagan,
una bicicleta que lleva helado o sushi,
la ventana de mi vecina apenas abierta
con las cortinas cerradas. Dije que no iba
a escribir sobre la cuarentena, pero
¿qué más se puede decir?
Podría admitir que no soy dueño de nada.
Ni de este barrio, ni siquiera de la cuadra,
ni de estos treinta metros cubiertos.
La última luz del edificio de enfrente
se apaga y se me cierran los ojos.
Antes de caerme veo la colilla que tiré
rodando por el parabrisas de un auto
y espero que llegue al motor.

En Parque Paranoia (2024), el nuevo libro de Promesa Editorial de Eduardo Savino hay un escritor que se narra a sí mismo, un escritor que lleva mucho tiempo mirando afuera y que está listo para sumergirse en una contemplación más armoniosa, destruyendo un poco su narcisismo. Como este poema lo indica, quizás la pandemia tuvo una función fundamental en que este movimiento suceda.

Eduardo, quién es autor también de Los aviones no se caen, publicado en Elemento Disruptivo en 2020, es sin lugar a dudas una de las voces más interesantes de nuestra generación.

Sus imágenes, algo pop, algo cyberpunk, nos conectan con una vivencia del vacío, pero en un sentido positivo. Sus preguntas constantes por el devenir del ser humano y la muerte nos llevan a hacer una apreciación primera y quizás solamente intuitiva: estamos hablando de un poeta existencialista.

Eduardo Savino nació en Buenos Aires en 1994. Es licenciado en Letras (UBA) y cursa la Maestría de Escritura Creativa en la UNTREF. Trabaja como traductor y tallerista, entre otras cosas. Publicó los poemarios Los aviones no se caen (Elemento Disruptivo, 2020) y Parque Paranoia (Promesa, 2024), y la novela Un pájaro cruza el cielo con un grito (Hexágono, 2024), que fue finalista en la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires 2021-2022.

-En los poemas de Parque Paranoia existe una suerte de lucidez y algo de

queja sobre el hecho de ser escritor…

-Hay un poema del libro en el que jodo con la idea de escribir sobre escribir. En algún momento, me pareció que era un problema que la escritura apareciera tan en primer plano, como tema. Creía que tenía que escribir algo “puro”. Ahora me doy cuenta, cada vez más, de que la literatura y la vida son una sola cosa, y por eso cuando leo a veces creo que los textos dialogan directamente con una idea que tuve o una experiencia por la que estoy pasando, y por eso termino escribiendo sobre lo que leo y escribiendo sobre escribir.

-¿Es la paranoia un sistema que nos sirve para interpretar la vida?

-No sé. Creo que la paranoia, como cualquier estado alterado, puede ser provechosa y terrible, según cómo aparezca. ¿Era Piglia el que decía que uno tiene que leer como un paranoico? No me acuerdo. Pero hay algo interesante en esa idea. La paranoia te hace buscar señales o indicios donde no los hay, establecer conexiones improbables,desconfiar de todo y de todos. Es un problema cuando se trata de vincularte con el mundo y las personas, pero puede ser muy útil para la lectura y la escritura.

¿Por qué el título habla de un parque? ¿De qué parque habla?

-El título es una referencia a Paranoid Park, de Gus Van Sant, un cineasta que me influyó mucho en la adolescencia. Quise hacerle un homenaje. Es importante para mí reconocer a los que vinieron antes, a los que me marcaron de alguna manera. Por eso el poema que abre el libro menciona a “mi editora”, que no es, en este caso, Micaela Szyniak (con quien edité PP y con quien trabajé algunos de estos poemas en taller), sino Clara Inés, la editora de mi primer libro y, de alguna forma, mi maestra. Cuando escribo, sé que escribo con un montón de personas encima. Hace rato que pienso eso: la literatura, la escritura no son cosas solitarias. Siempre estamos en un diálogo. Hay un código compartido. Quizás el parque es, como dice Inés Ripari en la contratapa, un parque en el que estoy solo y a la vez están todas esas otras voces. Hace unos días terminé 2666 de Bolaño. Hay una parte en la que plantea una teoría de la literatura como un bosque: un pantano en el que cada tanto hay una flor. Creo que hay algunos libros, los que marcan la historia de la literatura, que se apoyan en todos esos otros libros que caen, por decirlo de alguna manera, en el olvido, ese pantano. Es una idea que atravesó el siglo XX y que sigue haciendo eco hoy: la historia de la literatura puede prescindir de los autores. Quizás la literatura es ese parque al que vamos a parar todos, con más o menos reconocimiento.

-¿Qué relación encontrás entre el sin sentido de la vida, la paranoia y la
escritura?

-La vida tiene sentido. Bueno, no sé si tiene sentido, pero yo lo busco en todos lados. Aunque esté siempre corriendo de atrás, prefiero intentar. La paranoia, como decía antes, también busca sentidos, pero lo que se encuentra tiende a ser engañoso, porque el paranoico en realidad se dice la respuesta primero y después intenta comprobarla y empieza a ver cualquier cosa, a imponerle un sentido a la realidad. Hoy con la escritura me está pasando lo contrario. No sé muy bien qué busco, no sé qué hay del otro lado, y cada tanto me sorprendo.

-¿Por qué la poesía?

-Yo en realidad lo que quise toda la vida era escribir canciones. Mi obsesión, hasta hace poco, era la música. Los primeros poemas que escribí en la adolescencia eran canciones sin música porque no sabía tocar ningún instrumento. Y la poesía, más que los otros géneros, produce esa ilusión de que no hay diferencia entre la voz del poema y la persona que lo escribió. Y en realidad hay máscaras. Todo el tiempo. Y esas máscaras te permiten decir (casi) cualquier cosa, ensayar ideas, inventar anécdotas, exponerte sin dejar ver todo. Pero para mí la literatura es todos sus géneros; no hago una jerarquización. Ni para leer ni para escribir. Hay cosas que reaparecen y que se repiten en textos que, formalmente, no tienen mucho que ver entre sí.

-La voz narrativa del libro parece estar atravesada por la muerte…

-Sí. Eso fue algo que mencionó Javier Roldán, amigo, poeta y editor de Patronus, cuando presentó el libro. Aparecen muchas veces las palabras “morir” y “muerte”. Aparecen los fantasmas, y un coqueteo un poco adolescente con la idea de entregarse a eso. El miedo a la muerte propia y de mis seres queridos fue una constante durante muchos años, aunque ahora menos. Quizás aparece también la muerte por el clima de época, por la sensación de que en un par de años todos vamos a estar muertos. Hace poco me tatué una parca ansiosa, sentada en una silla, fumando un cigarrillo. Quizás es una forma de hacerme cargo de esa parte de mí, y también de exorcizarla. Como dice el maestro de Arya Stark, en Game of Thrones, antes de morir: “¿Qué le decimos al dios de la muerte? Hoy no”.

***

Sensible, pero no por eso poco profundo, Savino arroja verdades posmodernistas y jóvenes como anzuelos que se clavan y nos devuelven a la realidad. Últimamente estoy pensando mucho en un concepto que yo llamo “cono de la verdad” y es un lugar, escondido en alguna parte de la ciudad donde todo lo que escuchamos es verdadero. Incapacitados para vivir en la plenitud que necesitamos, rodeados de discursos, muchos de ellos de odio, me gusta pensar al cono de la verdad como un paraíso indestructible que habita adentro de cada uno de nosotros. Aunque también a veces me desvelo pensando que saberlo todo no sería muy grato para nuestra psique. Por eso escribimos historias. Nos narramos el mundo para hacerlo menos gigante y aplastante, más transparente y menos aterrador. Y por suerte, tenemos a la poesía que son su sencillez y veracidad, echa luz a todas nuestras creencias y nos devuelve por un rato el paraíso perdido.

***

Esta semana en el portal de Ornitorrinco:

Fatma Galia: “Nuestra dignidad es intocable” – por Leandro Albani

¡Feliz domingo!

Sofía

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Sofía Gómez Pisa es periodista y escritora. Escribe la newsletter "La batalla cultural" domingo de por medio por Ornitorrinco.

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