Eso que está entre Mitre y Paka Paka

Historia y política. Dos cosas que parecen estar tan cerca, de pronto, resultan disociadas. Sería justo decir que esta pareja de aspectos del tiempo y de la vida están peleados. Lo cierto es que se pelean a menudo.

Algunas veces más que otras, la política es la que busca cuestionar la historia. Lo puede hacer de dos maneras: señalando con el dedo o reivindicando a alguna figura o período del pasado. Si bajo el mandato de Alberto Fernández los argentinos resultaron ser provenientes de los barcos, durante el kirchnerismo la figura de Julio Argentino Roca tuvo más cuestionamientos que alusiones positivas.

Siguiendo en esta línea, el oficialismo libertario se está peleando con la historia desde antes de ser gobierno. Los casos son muchos: la figura de Alberdi, la recuperación de Roca, el menemismo… Una última encrucijada de Javier Milei reza que Argentina fue, entre 1880 y 1916 (primeras elecciones con sufragio secreto y universal), una potencia mundial. A la carga le salió más de un historiador, pero el foco principal se lo llevó Camila Perochena en la red social X. El jueves 10 de este mes, a través de LN+, ella y José María Posse, el director del Museo Casa Histórica de la Independencia, de San Miguel de Tucumán, discutieron sobre la supuesta potencia argentina de hace casi 150 años. Luego de aquel evento, el presidente de la Nación acusó a la historiadora de “patética” por no estar de acuerdo con la teoría oficial.

Cabe resaltar que, a principios de 2024, Posse fue designado sin concurso mediante, como sí lo había sido su predecesora, Cecilia Guerra Orozco, quien había tenido evaluaciones positivas durante los gobiernos del Frente de Todos y de Cambiemos. Distintas fuentes en Tucumán afirman que su nombramiento está vinculado a un favor del Gobierno con su aliado, el legislador provincial Ricardo Bussi, hijo de Domingo Antonio, represor durante la última dictadura cívico-militar.

Si la historia en sí se acerca más a ser un fin, en estos casos, se expresa como un medio, mejor dicho, como un uso. “El uso político de la historia”, dijo este lunes Perochena al inicio de su columna en el programa de Carlos Pagni.

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Luciano D’Addario es, antes que nada, historiador. La aclaración es importante: si mis cálculos no fallan, sumaría un total de 11 (sí, once) trabajos. Forma parte de un grupo de investigación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires relacionado a las políticas indigenistas estatales durante el siglo XIX y XX, también participa de la Red de Investigadores sobre Genocidio y Política Indígena y está terminando su tesis doctoral sobre la política indigenista durante los gobiernos de Perón. Además, da clases en un colegio secundario y en cuatro profesorados, entre otras ocupaciones.

Luciano D’Addario es historiador y fue investigador y recopilador de la biografía de Mirta Acuña de Baravalle
Luciano D’Addario es historiador y fue investigador y recopilador de la biografía de Mirta Acuña de Baravalle

En abril de este año salió Mirta, un siglo de dignidad, un libro biográfico en honor a Mirta Acuña de Baravalle, una de las catorce madres que el 30 de abril de 1977  conformaron la primera ronda en Plaza de Mayo (“Que en realidad no fue una ronda”, aclara D’Addario) quien en enero de este año hubiera cumplido cien años. El historiador fue uno de los cuatro investigadores que recopilaron testimonios e información para la publicación.

Por fuera de las grandes efemérides están quienes amplían y ponen a discutir la historia para que otros puedan entenderla algo más digerida. D’Addario es uno de ellos. Te invito a que te quedes leyendo esta charla por distintos motivos: a) Porque quizás ya te cansaste de scrollear. b) Porque, espero, no se va a parecer a esas clases de historia que te tenían bostezando en el secundario. c) Porque, como dice el dicho, “El que no conoce su pasado está condenado a repetirlo”.

-En base a las agresiones presidenciales para instaurar verdades históricas, ¿Argentina fue una potencia entre 1880 y 1916?

-En cuanto a los datos duros, tomemos el PBI per cápita, ahí la Argentina puede llegar a pensarse como… una potencia económica seguro que no, pero sí como una economía rica. El problema es que puertas adentro esa riqueza estaba concentrada en una élite terrateniente, una clase dominante que no derramaba absolutamente nada y claramente subordinada a los intereses de Inglaterra. Ni siquiera existía el concepto de clase media. En esos términos no se puede hablar de una potencia.

En este caso, lo que también sirve analizar es qué tipo de relación establecieron las clases dominantes argentinas con el resto de las burguesías, principalmente con la inglesa. En principio, hay una relación de complementariedad y después hay una relativa subordinación a los intereses ajenos. Eso se ve, no solamente en cuanto a las exportaciones , sino también en la forma en la que penetran los capitales, por ejemplo, en los ferrocarriles, en cómo se financia el aparato productivo o incluso en cómo se financia el despliegue del Estado. La consolidación estatal está muy atada a intereses no argentinos.

-Encima, la fecha que elige poner el oficialismo como fin de esa supuesta era dorada es 1916, justo en ese año son las primeras elecciones en las que se aplica la Ley Sáenz Peña…

-Sí, el mito de la Argentina potencia no se termina sosteniendo en lo absoluto. Había un modelo de acumulación basado en el latifundio y en la explotación dominado por las élites que dejaba afuera a la inmensa mayoría de la población. Ahí entran sectores criollos, indígenas, inmigrantes… Aparte, las mismas familias que tenían este patrón de acumulación eran las que detentaban el poder político. Esa es una gran diferencia con los períodos posteriores, en los que empieza a haber una escisión entre los sectores que detentan el poder político y los sectores dominantes desde el punto de vista económico. Más tarde, en el peronismo, es en donde se ve más fuerte esa dicotomía de intereses.

-¿Y qué consecuencias puede tener el uso político de la historia?

-Me parece que esta idea de volver a la Argentina “potencia” que plantean estos sectores, en realidad, lo que intenta es construir un nuevo sentido, una nueva hegemonía ideológica, discursiva y económica que legitime la acumulación de los sectores vinculados al agronegocio, a la minería y a todo lo relacionado al extractivismo… Legitimar que haya una minoría rica con un modelo que excluya al resto de la población. Hay quienes leen que el Gobierno actual quiere ir hacia un modelo como el de Paraguay o el de Perú. Estoy de acuerdo, en parte, con eso. Lo que pasa es que Argentina tiene una tradición de lucha y una estratificación social que no sé hasta qué punto va a permitir, por ejemplo, que sea un 10% de la población el que acapare la mayor parte de la ganancia en detrimento de la pérdida sistemática de derechos sociales y laborales. Es decir, es difícil pensar en una Argentina que no lucha.

-Es como si Milei y Caputo no contemplaran dentro de su ecuación al propio carácter argentino.

-Más allá del ajuste actual, Argentina tiene una tradición de organización y de lucha en distintos sectores sociales que no tiene muchos paralelismos con otros países de América Latina. Veo compleja la implementación de un modelo tan desigual, eso no quita que el Gobierno en algún momento logre un quiebre y tenga éxito… Ahora, para imponer un modelo como el de Martínez de Hoz, la dictadura tuvo que quebrar la resistencia obrera implementando prácticas genocidas. En los años previos a la dictadura, con el Rodrigazo y todo lo que fueron las enormes movilizaciones sociales populares contra el ajuste y la devaluación, las lecciones que sacan los sectores dominantes son: “Nosotros tenemos que imponer el plan económico a partir de una represión y un disciplinamiento social sin precedentes”. Ni aún así lograron quebrar del todo la resistencia obrera. De hecho, a partir del año ‘79 hubo huelgas y resistencia obrera, quizás más capilar, más subterránea, pero la hubo, incluso en dictadura. Desde fines del siglo XIX que la lucha se instaló como parte del ADN de la sociedad argentina y por más de que la quieran borrar, esa historia siempre está. Es como un río al que siempre tratan de hacerlo volver a un caudal pero siempre acaba por ensancharse.

Bueno, y no sólo hay que ir para atrás. Hoy hay lucha. Esta cosa de pensar que no hay resistencia social o que el ajuste está pasando casi casi sin ninguna resistencia hay que matizarla un poco. Lo que no hay, por ahí, es una lucha organizada y masiva, pero no tenés que escarbar mucho para ver los distintos conflictos en los que aparece una resistencia al modelo. A ver, todas las semanas tenemos las marchas de los jubilados, de los trabajadores del Hospital Garrahan, se pliegan los trabajadores despedidos de Georgalos y de otras fábricas donde hubo despidos… son ejemplos que desde abajo te dicen: “Che, yo no estoy dispuesto a tolerar ésto”. Entonces no es casual, vuelvo a repetirte, que se retrotraigan a procesos históricos del 1900 en donde todavía había formas de organización muy embrionarias. Fijate que en la crisis de 1890, después de las oleadas migratorias, ya aparecen los discursos xenófobos. Alberdi quería traer ingleses y escoceses y no italianos y españoles como terminó pasando. Ellos fueron los que trajeron el anarquismo y el socialismo. Desde siempre se señala con el dedo a un otro que es quilombero y que quiere atentar contra el orden social: la otredad negativa.

Por otro lado, en ese momento aparecen otros sectores que también se van a empezar a preocupar para ver como combaten todo ese período de conflictividad y organización obrera, incluso lo hace la propia iglesia. En 1891, el papa León XIII publica la Rerum novarum que da pie, desde la élite de la iglesia, a toda la corriente del catolicismo social. La pregunta que aparece entonces es: “¿Son tolerables estos niveles de explotación en todo el mundo? Hay que parar la mano un poco, ¿no?”. Esa lectura también va a estar presente en el yrigoyenismo. Si bien tiene episodios represivos muy fuertes como la Patagonia Trágica, Yrigoyen va a tratar de imponer otra lógica entre el Estado y el movimiento obrero. “No se puede apelar sólo a la represión, tenemos que apelar al arbitraje, a la conciliación”, se plantea Yrigoyen. Después, el que lo va a terminar de ver más claro es el peronismo.

Sable corvo de San Martín en una exposición del Museo Histórico Nacional
Sable corvo de San Martín en una exposición del Museo Histórico Nacional

-Viene un militante libertario o un funcionario oficialista y nos podría decir: “Che, pero ustedes señalan lo que Milei hace con la historia, pero no hablan de lo que hizo el kirchnerismo con Roca”… ¿Qué diferencia hay entre un caso y el otro?

-No te diría que es una visión “kirchnerista” de Roca. A ver, como parte de la construcción de la Argentina moderna, Roca es esencial porque te permite explicar, no sólo la construcción política de un estado moderno, sino también como el propio Roca legitima su construcción política previa con las campañas militares vinculadas al sometimiento indígena. Ahí hay que ver cómo impacta el positivismo como corriente filosófica e ideológica, no sólo en Roca, sino en las clases dominantes en general. Ese positivismo es lo que permite justificar en el siglo XIX la expansión imperialista en Asia y en África, así como también refleja una latente creencia de la superioridad de ciertas razas sobre otras y la existencia del progreso ilimitado a partir del progreso y la ciencia. Porfirio Díaz fue el otro gran representante de esa corriente en América Latina. Fue el “Roca mexicano”, digamos.

Por otro lado, podemos individualizar a Roca como el ejecutor de la política genocida de aquel siglo contra los pueblos originarios. Quien empieza a refutar esa hegemonía discursiva, al Roca como un mero modernizador, es Osvaldo Bayer. Lo que apareció en estos últimos tiempos es el hecho de retomar esa vieja tradición de ver a Roca como la figura que permite terminar con la barbarie y el salvajismo indígena. Los argumentos que más se utilizan para eso son dos: a) sin la Campaña del Desierto la Patagonia sería de Chile. b) Roca es el padre del progreso. No son discursos novedosos, aunque ahora lo volvamos a ver simpáticamente en Paka Paka, pero son los discursos que siempre legitimaron el accionar violento del Estado.

Ya que te menciono a Paka Paka, digo, el Paka Paka de antes, lo que intentaba crear era una contrahegemonía, un contradiscurso, porque la historia hegemónica siempre va a ser la escrita por las clases dominantes para legitimar ciertos procesos como la construcción del Estado. De todas formas, durante el kirchnerismo, Paka Paka no dejaba de ser un uso “político” de la historia, pero sucede lo mismo que cuando hablamos de las disputas por la Memoria: son disputas políticas. Desvincular a la historia de la política es complejo. Después aparece toda esta cuestión del adoctrinamiento, pero desde la formación de los estados que la historia tiene un uso político e ideológico… Así se crean los panteones de héroes nacionales.

-Bueno, Mitre…

-Mitres hubo en todos lados. (Risas)

-Parecido a lo que pasó con Posse en Tucumán está pasando ahora con Gabriel Di Meglio en el Museo Histórico Nacional, a quien, a principio de mes, le comunicaron su despido por tener diferencias con el Presidente. ¿Por qué es importante que un historiador esté a cargo de un museo?

-Creo que hay una unanimidad entre historiadores de distintas corrientes sobre que la gestión de Di Meglio fue muy buena. Triplicó la cantidad de visitantes del Museo Histórico y atrajó a públicos que no suelen ir a museos. La cuestión con estos despidos es claramente ideológica. Algunas de las últimas muestras fueron señaladas por el rol que le se le asignan a las luchas obreras y todo lo que tenga que ver con eso a este gobierno no le interesa. Acá te demuestran que efectivamente le dan bola a la batalla cultural.

Pero bueno, ¿es importante que un historiador esté al frente de un museo? Claramente sí, pero después no es lo mismo que esté Di Meglio a que esté Miguel Ángel De Marco de la Academia Nacional de Historia, alguien vinculado a la tradición liberal y mitrista. El reflejo discursivo es lo que molesta: hace 30 años hubieses caminado por el museo sin encontrarte muestras sobre la historia de las luchas populares que hoy sí hay. Más allá de que es importante, ir al Museo Histórico no es sólamente ir a ver el Sable Corvo de San Martín.

-Aprovechando el mes patrio, uno de los debates que se dan todos los años es acerca del 9 de julio. ¿A partir de 1916 podemos comenzar a hablar de una nación o fue apenas una puerta de entrada para serlo?

-Cuando hablás de un proceso revolucionario tenés tres o cuatro ejes que parecieran sueltos, dispersos. Pareciera que primero vienen las Invasiones Inglesas, después la Revolución de Mayo y de ahí saltás a la Independencia.

Hay varias cuestiones para analizar. Tenés toda una discusión sobre las Invasiones. ¿Qué significaron?, ¿una ruptura?, ¿una continuidad? Hubo cuerpos armados que se defendieron del status quo, de la colonia. Las Invasiones Inglesas se dan en la crisis de dominación colonial. España estaba muy debilitada desde el punto de vista político y militar. Sumale a eso las conquistas napoleónicas en Europa. Las Invasiones, para muchos historiadores, representan un punto de quiebre porque en ese momento hay una incorporación masiva de sectores populares, que antes no participaban, a las milicias. Previo a eso, sólo las integraban españoles. Podemos decir que se politizan los sectores populares.

Hay historiadores, como Fabián Aral, que dicen que el primer acto revolucionario son las Invasiones, pensándolas como el comienzo de un proceso ininterrumpido que desemboca en 1810.

La historia sirve, en realidad, para pensar el pasado. Existe una línea de continuidad con el presente y a la vez tenés aspectos que te permiten pensar las sociedades pasadas. No para entender las sociedades a nivel sociológico porque justamente para eso está la sociología, pero sí leer la historia actual como producto de las transformaciones del pasado.

-Vista desde hoy, ¿qué significa la Independencia?

-Independencia implica autonomía, libertad, soberanía. Implica pensar, no sólo territorialmente, sino también las relaciones económicas, políticas y sociales en un contexto cada vez más complejo. Cuando, dentro de este debate, se te viene a la cabeza el FMI quiere decir que estás en problemas.

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Esta semana, en el portal de Ornitorrinco:

Kurdistán iraní: Vivir y morir por la libertad – por Leandro Albani

¡Feliz domingo!

Joaquín

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Joaquín Benitez Demark es periodista. Escribe el newsletter "La sociedad del rebote" miércoles de por medio.

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