Mis primeros pasos por el periodismo fueron como crítica de cine y teatro. Esos años fueron maravillosos realmente. Iba con un cuaderno, tomaba nota, consumía todo lo que el underground de la escena porteña podía brindarme. Amaba el teatro, tanto como ahora. Con los años el ojo y el oído se fueron afinando. Así podía llegar a entender que hay muy pocas obras que llegan a destacarse en el corazón de un ser humano. Retratar la tragedia con tantos elementos como la música, la dirección de actores, la actuación misma, la dramaturgia y las luces, bueno, me parece una tarea por demás admirable. Siempre me interesó el efecto de catarsis que el teatro poseía por sobre otras artes, que hacía que uno nunca volviese a ser el mismo luego de presenciar esos cuerpos en escena.
Cuando ingresamos a la magistral sala del histórico Teatro Cervantes podemos ver a Sergio Mayorquin acostado en su cama. Su madre lo acompaña, lo despierta. La escena se vuelve tensa, presenciamos una relación que roza el incesto. Drogas, reproches, cuidado. Todo en esta obra tiene el pulso de la vida y la muerte. Todo es preciso y atenúa los dramas vinculares que se presentan cuando Juan, un artista que vive en San Telmo muere y sus tres hermanas deberán enfrentarse a su soledad y al peso de las decisiones que tomaron en sus vidas.
Anna, interpretada por Aldana Illán, la madre de Pedro, hace tiempo que huyó de la Argentina; pero no pudo huir de sí misma y de los dramas que la hacen consumir cocaína, a veces inclusive con su hijo, buscando un amor en medio del dolor desgarrado de la repetición compulsiva del abandono.
¿Qué es una familia? ¿Cómo se conforma una personalidad en base a un vínculo? ¿Qué hacemos cuando alguien muere? Estás son algunas preguntas que Flores Muertas de Villamil intenta develar.
Estas familias interactúan rozando la sátira, sobre todo en personajes como el Nora, construido por Matilde Campilongo, la mujer racional que lo sabe todo pero que sin embargo, está tan errada como sus hermanas.
Por su parte la vemos a Liliana Weimer – excelente actriz – es un papel muy logrado. Es la hermana mayor que sufre porque su marido se fue con una mujer más joven y descarga su frustración en pastillas y en su hija (Yanina Gruden).
Por otro lado, están los hijos. Todos ellos obsesionados con algo: Pedro, el hijo de Ana con la muerte, el hijo de Nora, Román, interpretado por Juan Tupac Soler – el otro artista de la familia que no es su tío muerto – con su producción poética sobre los “vínculos vinculares” y la hija de Esperanza vomitando constantemente.
Hay en los hijos cierta melancolía, como si en su discurso estuvieran rotos, a la espera de ser completados, entendidos, mimados. Entre el Román y Solange también habrá algo más que un vínculo familiar. Estos primos sienten una atracción imposible de parar y la familia lo sabe.
Me llamó poderosamente la atención la banda sonora, temas como Resistiré, la originaria canción española suena y emociona hasta las lágrimas porque en tiempos de neoliberalismo fatal, donde se recortan los derechos, donde lo público pierde su peso para darle lugar a un capitalismo voraz que arrasa con las subjetividades, quizás resistir es todo lo que nos queda.
Por su parte la autora, Natalia, ya había profundizado sobre vínculos relacionados con la maternidad en anteriores obras como Rota y Clandestina.
Natalia Villamil es Licenciada en Psicología por la UNLP y estudió una Maestría en Dramaturgia en la UNA. Ejerció el psicoanálisis durante varios años. Y trabajó en la línea 144 de atención a víctimas de violencia de género. Su obra Rota fue Primer Premio Nacional por el Instituto Nacional del Teatro. Flores Muertas por su parte, ganadora del Concurso Comunidad Orsai. Actualmente dicta talleres de dramaturgia y escribe dirige y produce sus obras teatrales. Muchas de ellas con premios y distinciones.

–Flores Muertas tiene guiños a Todo Sobre mi Madre. ¿Qué representa Almodóvar en tu vida a la hora de organizar tus creaciones?
-Almodóvar es un referente cultural y humano. Todo el mundo sabe que tiene una obra impecable. Además de tener una maravillosa relación con las mujeres. Esa sensibilidad particular y esa sensación que transmite de que se puede contar todo de diferentes maneras. En esta obra en particular fue inspiración su película Todo sobre mi madre y después ya se fue estableciendo un diálogo y un código con otras películas a lo largo de la obra. Un poco por sistematización y otro poco por deseo.
-¿De qué manera actúa el incesto como tabú o motor para escribir la obra?
-De ninguna en especial. Justamente tomando de referencia o de poética Almódovar me parecía que el tono melodramático podía contar estos vínculos, que por dificultad, falta de recursos, falta de amor y necesidad de estar bien, se refugian en los parientes. Como se ve en la mayoría de las películas de Almodóvar, pasa de todo, y muchas veces el universo es sórdido. Algo de eso me interesa siempre que escribo. Pero para nada se intenta hacer hincapié en el incesto sino en el dolor que arrastran los personajes. La imposibilidad de ser personas con una salida exogámica. Una salida que les permita manejarse con el mundo exterior de manera más fluida. Es por dolor e imposibilidad que recurren a los vínculos internos.
-¿Cómo se entrelazan en tu proceso creativo teatro y psicología?
-Se entrelazan de manera muy armónica. No ejerzo la profesión en este momento de mi vida, pero el saber psicoanalítico nutre mucho la construcción de universos. Y justamente, a propósito del incesto y la muerte, es a partir de eso que enseña el psicoanálisis que cuando no es posible la salida exogámica todos los límites están borrados y el duelo tarda en llegar o no llega nunca.
-Al final de la obra una tragedia se evita por la fuerza de un vínculo…
-La tragedia se evita por la fuerza de los vínculos en toda la obra, así es. A pesar de lo que son, a pesar de lo que transmiten y a pesar de sus recursos, ellos intentan salvarse. Y también hay otros (como Gabriela personaje aludido que no aparece o como “el mono” que decidió irse) que por el hecho de alejarse o no aparecer están intentando salvarse. La distancia entre ellos funciona como un salvavidas. De hecho esa es la tesis de la obra: es mejor la separación que la unión dolorosa.
-Los personajes de Flores Muertas parecen ir y venir entre los agridulces de la vida pero aún así se mantienen de alguna forma unidos… ¿Por qué la muerte nos conecta?
-La muerte nos conecta porque nadie safa de morir y porque no sabemos nada de ella.
-¿En qué estás trabajando ahora? ¿Cúales son los próximos proyectos?
Estoy escribiendo mi segunda novela. Girando con otra obra: Clandestina con Belén Blanco y Guadalupe Otheguy. Y pensando cómo hacer teatro el año que viene en este contexto cultural tan oscuro y desfavorable.
Como dilucidamos más arriba con la pregunta a veces una persona puede pensar en la muerte. Este fue el caso de Juan, el hijo de Ana. Es un vínculo, como podrán apreciar los que vean la obra, lo que salva a este personaje del abismo de las drogas y el suicidio.
La familia no siempre es la que elegimos, pero los seres humanos no somos islas, y esto la obra lo deja bien en claro.
Flores Muertas también habla de que se hace con los recuerdos. Con esos bastos mapas de vida que fuimos trazando en el Google Maps de nuestra existencia.
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Esta semana en el portal de Ornitorrinco:
Anime y obsesión: opening, ending, por Manuela Mafud
¡Feliz domingo!
Sofí
Sofía Gómez Pisa es periodista y escritora. Escribe la newsletter "La batalla cultural" domingo de por medio por Ornitorrinco.