Sin fantasía nadie nada

Flavia Calise tiene un estilo innegable. Hace unos años, la entrevisté para Indie Hoy a propósito de El incendio que hicimos en tu casa (Textos Intrusos, 2018). En ese momento titulé la nota cómo Glam, incendios y brillos en su poesía. Porque sí, su poesía es una caja de pandora de deseos, colores y glamour. En estos años su figura creció muchísimo, gracias a un incansable trabajo de su parte como tallerista y escritora. En su haber hay muchos libros y cada uno dejó huella.

Sin fantasía nadie nada es un comienzo, pero también es la culminación de una búsqueda. Es pararse sobre la metáfora y decirle: vos tampoco sos, no hay nada. Un intento por comunicar despojada de creencias.

Actualmente acaba de publicar por Hexágono Editoras El diablo se aterra por la velocidad que me obsequió.

Flavia Calise nació en Buenos Aires el 13 de enero de 1992. Es poeta, actriz y performer. Publicó Beso las flores antes de tirarlas (2018, Concreto editorial), ¿Qué es la ternura? (2019, Concreto editorial) y La violencia de una estatua (2020, Hexágono Editoras); También el libro-objeto El libro de los peores sentimientos (2021, Acordeón editorial), Mientras te llamo diseño mi tumba (2021, Concreto editorial), Chiste (2023, Editorial Entre Ríos) y Sin fantasía nadie nada (2024, Mansalva), El diablo se aterra por la velocidad que me obsequió (2025, Hexágono editoras), entre otros. A través de Editorial Cita publicó Del nacimiento moderno somos, al espejismo vamos un libro de fotos analógicas de la autora y poemas acordes a cada una de ellas. También coordina el taller de poesía y performance Es importante besarse bailando de vez en cuando y la clínica de obra multidisciplinaria Clínica radiante.

-¿Qué queda para un poeta cuando ya no hay fantasía?

-Para una poeta, cuando no queda fantasía, se la inventa. La fantasía contiene varias aristas que permiten insistir en la mentira, insistir en la invención de cosas que no están presentes, insistir en escuchar una canción y traducirla a un idioma nuevo o que no exista. Lo que tiene la fantasía es que aparece en varios ambientes, puede ser en una oficina, con el movimiento de un ventilador, puede ser en una cocina, con el movimiento de un plato o el sonido; que el sonido lleve al poema. Por eso digo que cuando no está, hay que buscarla en los objetos cercanos y si tenemos suerte, en los lejanos. Siempre digo que hay que insistir, a menos que no tengamos ganas, pero sí insistir porque eso hace que el poema pueda crecer y pueda estar dentro de la fantasía o la fantasía dentro de él.

-¿Por qué podemos afirmar como en el epígrafe de Anne Sexton que abre Sin fantasía nadie nada que la poesía es una estafa?

-La poesía es una estafa, a mi parecer, porque es un juego de artilugios. Son trucos, truquitos que le quitamos a la realidad para sostener mundos y mundillos que quizás no existen; o que sí existen, tienen cierta particularidad que los vuelven distintos. Por ejemplo, hay una ciudad, hay árboles, hay autos, pero uno de los árboles canta si llueve. Por eso la poesía es una estafa, porque se puede mentir de manera dulce y se puede conquistar para llegar a la emoción que a veces queremos transmitir, y que por eso escribimos. Siempre escribimos para alguien o para muches, y me parece que por eso también aparece esta sensación de lo político, como dentro de la palabra, y si queremos pensar en lo político también como sentimiento, la poesía lo que hace es llevar, poner en palabras lo que quizás piensa una persona, 20, una nación, y es cuidar para mí el sentimiento quizás de un país.

-Uno de los poemas nombra al pasar lo que se espera de una mujer en sus treinta años. ¿Qué se espera?

-Creo que se espera que sea simpática, que sea amorosa, sobre todo que cuide de, y ahí entran un montón de cosas. Que cuide de ella, que cuide de sus hijos o hijas, que cuide de su marido o también mismo su esposa, que cuide en su trabajo; que cuide. Y vuelvo al tema de ella, en relación a ella me refiero a su cuerpo, su ánimo, lo que se pone, lo que no se pone, lo que dice, lo que no, que esté cuerda, por ejemplo, para arrancar, y que tenga lo que tiene que hacer una mujer de 30 años, o tener hijos, hijas, o estudiar o trabajar o hacer todo eso. Vivir sola, comer sano, cuidar su cuerpo, y creo que la palabra que prevalece es el cuidado. Los veintis son más otra cosa y a partir de los treintis tiene que ver con la mujer como cuidadora, como no poder zafarse, ni poder ser otra cosa más que madre, proveedora de alguna cosa, sostén emocional en diferentes ámbitos de su vida y encima sonriendo, todo eso …

-¿Qué tipo de desplazamiento diferente hiciste con respecto a tus libros de poesía anteriores? ¿Notás un desplazamiento?

-Me parece interesante que lo nombres porque sí en este libro hay un desplazamiento en relación quizás a una madurez literaria, de modo de escribir; de escritura, donde pude mezclar, logré o intenté mezclar objetos extraños con una mirada simplemente cruda frente a una realidad exasperante tanto del país como de mi propia salud mental. Hay un poema que dice, hay cosas que no se pueden decir bien, como hay cosas que no tienen metáfora y después están las metáforas, pero me parece que no hay que intentar siempre la metáfora forzada porque hay cosas que no se pueden decir bien.

-¿Por qué escribimos desde la contradicción?

-Esto lo digo a modo personal. Escribimos desde la contradicción, primero porque para mí, en general, una persona no puede, no existe si no vive dentro de la contradicción. El ser humano es contradictorio. Nos pueden gustar cosas muy diferentes, podemos un día pensar una cosa y otro día quizás dudar, podemos dudar en el mismo momento, cambiamos, por suerte, crecemos, nos atascamos, repetimos. Pero todos esos son cambios y son contradicciones. Me llama la atención, en realidad no creo en las personas que no dicen no contradecirse o que muestran eso. Como este es mi yo, mi yo se estanca, este es mi yo, nada lo toca. De hecho, me parece que las personas que escriben tienen un grado de sensibilidad muy alto, que están muy conectadas con la vida en general. También con la muerte, que es lo mismo. Una cosa es parte de y viceversa. Habitar el mundo y no contradecirse con lo contradictorio que es el mundo. Y no, ahora, más allá de la crisis actual, siempre el mundo fue contradictorio en la política, en la moda, en la comida, en las amistades, en las parejas, con les niñes, cómo se cría un niño, por ejemplo, una niña. Así que me parece que todo hacemos desde la contradicción. Y especialmente, los escritores, porque lo hacemos desde la nada. Entonces empezamos teniendo una idea, pero no nos basamos mucho en algo puntual. Estamos un poco aterrados, un poco seguros, un poco animados, y eso es una contradicción.

Flavia Calise es autora de El diablo se aterra por la velocidad que me obsequió
Flavia Calise es autora de El diablo se aterra por la velocidad que me obsequió

-¿Qué hábitos son infalibles a la hora de sentarte a escribir?

-No creo para nada en los hábitos para escribir. He descubierto personalmente que los hábitos para escribir no funcionan. A mí no me funcionan. No tuve mesa, tuve cuarto, no tuve cuarto, tuve papelito, tuve tren, no tuve tren, tuve vacaciones, tuve mucho tiempo libre, tuve poco tiempo libre, y en todos los casos escribí o no escribí. Y tiene que ver con algo interno, no tanto con el hábito, con lo que se repite. En mi caso el hábito me cuesta un poco más que quizás, no sé, a otras personas. Sobre todo, sobre todo para escribir.

-¿De dónde sacás todas las increíbles metáforas que rodean la escritura de tus últimos años? ¿Te considerás una persona visual?

-Las metáforas están muy relacionadas con el cine. Yo últimamente me relaciono mucho con el cine. En los últimos años solo vi películas. Quizás por la pandemia, quizás porque fue así. Siempre fui muy de ver películas, desde muy chiquita. Pero en los últimos años ya se acrecentó eso como una cosa vital y también cotidiana. Ahí sí entra lo cotidiano o el hábito. Un hábito más tendiente al disfrute. Pero bueno, mis ideas o metáforas surgen mucho de películas. Siempre digo que no sé meditar; pero medito con la música. Me doy cuenta de que cuando escucho una canción, estoy meditando porque estoy escuchando la canción. O bailando la canción y nada más que eso. Eso es una forma para mí, en la meditación, de encontrar un nuevo movimiento, algo que veo que me llama la atención. Y después, en relación a la pregunta de si me considero una persona visual, súper, sí. Eso también creo yo que es por ser una persona… Soy bastante controladora y estoy mirando todo el tiempo. Lo bueno de eso y de escribir es que veo, por ejemplo, sombras y me imagino cosas y ahí hay algo. Y veo una nube y cambia la forma y veo otra cosa. Ni hablar de otras cuestiones visuales, pero estoy yendo a lo más cotidiano, a lo que más se ve. También cuando una está predispuesta a eso, cuando no está demasiado encerrada en una, que es lo peor que puede pasar, algo que detesto mucho, se ven cosas.

-¿Si no fueras escritora, que te hubiera gustado ser? ¿Por qué?

-Si no fuese escritora, primero sería psicóloga, y es algo que estudié de chica, que lo estoy retomando después de 15 años. Retomé ahora la carrera. Por otro lado, algo que no voy a hacer, pero que me hubiese gustado, es ser aeromoza, como se le dice, o ser azafata. Yo tengo una romantización muy fuerte con ser azafata, siempre me encantó, me fascinó por diferentes cosas, de chica, por la elegancia, los maquillajes, aparte hablamos de los noventas, que eran lamentablemente igual. Pero nada, estaba eso del maquillaje y la cosa muy… Después vino el feminismo y nos dimos cuenta que estaba mal, pero siempre me gustó, porque para mí al ser chiquitita y ver esa elegancia era como… Nada, me llamaba la atención, era como ver princesas, muñecas, después bueno. Pero en ese momento no importaba y me gustaba el rush, y me gustaban los peinados, la ropa. Después cuando crecí, eso pasó, me encantó la idea de estar todo el tiempo en el aire, me encanta la idea de ver a los pasajeres, medio un estudio sociológico, ver quiénes se dirigen a tal país, inventarles una historia. Eso lo hago de civil, digamos, esta persona va por trabajo, esta pareja se va de luna de miel, y me parece que es más amoroso él porque el otro no sé qué, y como que eso me encanta, y quizás como pasajera, como azafata tenés una perspectiva distinta.

Me encanta la posibilidad de conocer diferentes culturas, sí es cierto que está muy romantizado, la idea de que la azafata recorre, que va a un lugar, quizás tiene como mucho uno o dos días, pero porque vuelve con el mismo vuelo, o a veces se acuesta, se levanta y se va. Al par de días sí que tienen más para recorrer, porque se queda más el vuelo ahí, qué sé yo. El otro día, no, hace mucho tiempo, pero este año, vi una película que se llama Pasajes, que es una película del 2023, que la dirigió Ira Sachs, que es un director de Estados Unidos, y que es una película que muestra la vida cruda de una azafata, y la verdad me parece increíble, actúa como protagonista principal Adèle Exarchopoulos, que es la protagonista de la vida de Adele. A mí me encantan sus películas, todas las que vi, que creo que son todas, son espectaculares, ella es una gran actriz, y en este papel, igual, es lo mismo, no cambia ese atributo, y muestran todo, cómo es la vida de ella, lo líquido de los vínculos; la guachada también dentro de los aviones, así que bueno: psicóloga, que ojalá cede, que estoy en eso, y azafata.

-Hablame sobre El diablo se aterra por la velocidad que me obsequió

-El Diablo se aterra por la velocidad que me obsequió es un libro que comencé a escribir el año pasado, que se lo planteé a Hexagono Editoras. Estuvieron de acuerdo en el proceso, la publicación, ya que es algo un poco fuera de lo que ellas vienen publicando. La propuesta fue, y termino siendo, el libro de Andrés Caicedo, que ayudó a la música, al libro, que es una novela, que tiene muchos años. Traducirlo, digamos, a un poemario, totalmente libre, de forma libre. Lo único que dejé, igual, son los nombres de los personajes, pero todo lo demás, cada verso y cada comentario y cada forma de hablar entre ellas, es distinta.

-¿Te gusta el libro?

-Me gusta mucho, estoy muy contenta. Es un libro que siempre tuve muchas ganas de hacer, ya que soy muy fanática de Caicedo, porque me parece una persona muy talentosa. En Cali hizo mucho por la cultura, escribía guiones de cine también, con sus amigos puso el Cine Club, un lugar donde pasaban películas. Era también crítico del cine, estuvo muy sumergido ahí, es algo que a mí me importa y me gusta mucho, así que siempre quedé muy enamorada de él y desde los 19 que tengo el libro, estuvo conmigo, ahora tengo 33. Quise hacer algo con eso, porque me acompañó muchísimo en toda mi carrera, carrera no, en todo mi camino, y terminó siendo un poemario basado en una novela. Pero fue agarrar la novela y hacer página por página, una idea de lo que sería, y lo que me gusta es poder entrar en otra ciudad que no es la que conozco, yo nunca fui para Colombia, a través de la lectura que iba la música y de la interpretación, e imaginar los lugares, imaginar la década, imaginar la vestimenta, cómo se llevan, cómo se habla, hay un guiño entre hablar como muelles entre sí, muy argentinizado, entonces hay una mezcla ahí, muy interesante. Creo que va a ser un libro me gusta decirle a mí, para mí es un libro bisagra porque me llevó a hacer otra cosa y estoy muy contenta con él.

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Esta semana en el portal de Ornitorrinco:

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Sofía Gómez Pisa es periodista y escritora. Escribe la newsletter "La batalla cultural" domingo de por medio por Ornitorrinco.

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