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    “No es que pasen aquí ‘más cosas’ de las que pasan en otros países, por lo menos si hablamos de nuestra región: nuestra vida política no es más inestable, movida o accidentada que las de Perú, Chile, Bolivia o Brasil. Pero supongo que sí hay una diferencia difícil de describir en el ámbito discursivo, un goce en desmenuzar el día a día de la cosa pública, un rasgo cultural que nos convoca a sentir una responsabilidad, incluso, de hablar mucho de política”. Así arrancaba su columna en el DiarioAr la filósofa y escritora Tamara Tenenbaum. Data del 24 de agosto de este año, hace exactamente un mes.

    No pretendo (solamente) robarme su arranque, sino que creo que pone en palabras justas algo que pienso y que a mi entender piensan muchas personas. No es normal que los medios televisivos de nuestro país tengan una oferta tan amplia de noticieros. En el resto del mundo, este tipo de programas es utilizado como un formato más, del que disponen algunos canales principales o públicos para cumplir con cierta cuota de información que hay que darle a las audiencias. Es decir, los noticieros le dan noticias a las personas, las informan.

    Acá, eso sucede pero en proporciones mucho menores. Un canal puede estar transmitiendo a una o dos personas hablando de nada, refritando con aceite viejo una información de índole política que segundo a segundo sólo va perdiendo valor.

    Pero bueno, en esa maraña de habladurías que escapa de la tele hacia todos los medios de comunicación y que se sienta en las mesas de los cafés y los bares, las mesas familiares y las navidades, aparecen algunas voces y algunos análisis que sí aportan algo. No es poco. Julieta Waisgold es consultora en comunicación política. También es abogada (UBA), periodista (TEA) y maestranda en Comunicación Política (Universidad Austral). Hoy será nuestra entrevistada.

    Julieta Waisgold es consultora en comunicación política, abogada y periodista.
    Julieta Waisgold es consultora en comunicación política, abogada y periodista.

    El texto de Tamara Tenenbaum que cité al principio no tiene nada que ver con elecciones o corrupción, es una crítica de la película Magic Farm, de la argentina Amalia Ulman. Los primeros párrafos de Tenenbaum eran una aclaración, como para decir “no está mal no hablar de política incluso cuando hay que hablar de política”. Comparto con ella; haremos todo lo contrario.

    “No para entrar, sino para saber cómo estar afuera mejor preparado. Como para que no te lleven por delante”, pensé antes de entrevistar a Waisgold, pero sé que es un planteo romántico. “Quizás como para no creer, incluso en tiempos en donde parece cada vez más necesario encontrar algo en lo que depositar la fe. Ningún espectáculo va a salvarnos, pero peor aún estaremos si no entendemos cómo funciona”, me digo ahora. Creo que es menos ambicioso.

    En fin, acá va otra charla de política:

    ***

    -¿Argentina es un país con una política particularmente ajetreada o lo que es intenso es la cobertura y el debate que se da en torno a ella?

    -La historia de la polarización política en nuestro país no es nueva, a pesar de que la intensidad con la que se manifiesta esa polarización, la grieta que inventó Jorge Lanata en 2013, se potenció al cuadrado. Dejó de ser una discusión como tal para ser algo más saturado, rígido. En algún punto, esta forma de ver la política aparece en otros lugares del mundo. Estados Unidos solía tener otras maneras de debate y de golpe mirás a Trump y empiezan a aparecer cosas parecidas. Ellos tienen otros funcionamientos de los partidos políticos y otras dinámicas en la discusión. Argentina suele ser un país más intenso. Tiene un nivel de pobreza mucho mayor que Estados Unidos, por ejemplo, pero también tiene una clase media que es mucho más maciza en comparación con otros países de Latinoamérica. Pero no diría que hoy somos el único país en el que está pasando algo particular en términos de intensidad política.

    -Los primeros meses de Milei en el poder estuvieron marcados por la eficacia. Proyecto de ley que entraba al Congreso, proyecto de ley que terminaba, de alguna u otra manera, saliendo aprobado. Como sucedió con la Ley Bases. En general, al Presidente le salía casi todo como quería. Con la derrota de LLA en la Provincia de Buenos Aires, ¿se le hicieron las 12 a Cenicienta?

    -Se empiezan a ver los harapos. El rey desnudo. A mediados del siglo pasado comenzó a generarse la idea de la política como espectáculo. Luego, esa idea sólo fue creciendo: cada vez pesan menos los discursos y las palabras de los políticos y, al contrario, se fue volviendo más relevante la construcción de la escena mediática, algo que se potenció en este siglo con las redes sociales. Milei llegó al poder como un fenómeno, como para cristalizar esta cuestión de la política como espectáculo. Si te fijas en la dinámica del comportamiento del Gobierno en torno a la opinión pública desde que asumió podés ver que tuvo caídas, pero siempre volvía. Como sucedió el año pasado con las temáticas de jubilados o con el presupuesto universitario. Con el caso $LIBRA cayó de nuevo y volvió, pero nunca terminó de recuperarse. Siguió en una inercia política que lo llevó a ir cada vez más rápido. Los manuales de crisis te dicen que en momentos así lo mejor es dar certidumbre y apoyarte en tu esquema de alianzas. Bueno, no hizo nada de eso. Volviendo, entonces, a lo de la espectacularización de la política, Milei dejó de sostener su propio relato. No pudo sostener su propio espectáculo. Empezó a perder peso en las redes, en su propio territorio. Entre la economía que no muestra señales de mejora y el escándalo de $LIBRA, que abrió la puerta de la desconfianza, la insatisfacción empezó a notarse en las encuestas. Fueron cosas que se acumularon, junto al caso de los audios de Diego Spagnuolo, exdirector de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), y envolvieron al Gobierno. Ahora no las pueden soltar.

    Comenzó la agenda de Javier Milei en Estados Unidos, en busca de un rescate del Tesoro.
    Comenzó la agenda de Javier Milei en Estados Unidos, en busca de un rescate del Tesoro.

    -El 15 de septiembre, en la cadena nacional sobre el presupuesto para 2026, Milei se mostró algo más sobrio. Dejó de lado la cuestión del sacrificio, un tema que explícita o implícitamente siempre aparecía en sus discursos, para pasar a hablar de futuro y de inversión tanto en salud como en educación. “Lo peor ya pasó”, fue la frase que más polémica generó. ¿Qué repercusiones tienen estas definiciones en las audiencias, en los votantes?

    -Los discursos, para que tengan peso, tienen que estar anclados a las vivencias de la gente. Se nota cuando el Presidente dice algo que no tiene que ver con lo que ofrece. Ese hiato se ve. Esa frase, “lo peor ya pasó”, debería ir acompañada de decisiones fuertes del Gobierno, pero por ahora no aparecieron. Sobre todo después del resultado electoral en la Provincia. Necesita hechos políticos contundentes. Eso es lo que puede volver a abrir el diálogo real con la gente, principalmente con sus propios votantes.

    -Viendo móviles de periodistas preguntándole a distintas personas en la calle por su opinión sobre el Gobierno te encontrás con que varias responden que no creen que lo peor ya haya pasado y que tampoco piensan que lo bueno esté por pasar, pero aún así siguen bancando a Milei. ¿Se te ocurre algún otro Gobierno que haya podido jactarse de un apoyo parecido?

    -A ver, para empezar, incluso hasta poco tiempo después del caso $LIBRA, su base electoral todavía no le había soltado la mano. Había gente diciendo: “Si yo me tengo que tomar dos colectivos para ir al trabajo y ahora solo me alcanza para uno, entonces me tomo uno sólo y camino, pero sigo apoyando a Milei”. El punto es que vos no podés soltarle la mano en todo a la gente. Si su estrategia es dar una esperanza de cambio, que después se puede discutir si es realista o no, y para eso tiene que aparecer la oposición en el discurso público, entonces no puede oponerse a su contrato electoral inicial, así es muy difícil seguir sosteniendo la confianza de personas que decidieron creerte con mucho esfuerzo de su parte y a ciegas. El caso $LIBRA y el escándalo de los audios van en contra de ese contrato inicial que le decía no a la casta y a la corrupción.

    -En ese sentido, ¿creés que la alianza con el PRO en la Provincia le jugó otra mala pasada o fue una buena estrategia?

    -Lo que hizo LLA con el PRO, más que aliarse, fue terminar de romperlo. Hizo una jugada que terminó siendo equivocada porque el PRO ya estaba debilitado. Macri nunca pudo recuperarse del 2019, al punto tal que terminó apoyando a Milei en 2023. ¿Qué mejor que tener un aliado debilitado, pero aliado al fin? En lugar de aceptar esa alianza, lo descabezaron. “Podrían haber repartido un poco más el juego”, decía Macri, y no lo hicieron. Fue una alianza que en términos políticos, y sobre todo simbólicos, no fue una alianza. Quisieron jugar al todo o nada, en todos los planos. Incluso en sus internas, también en lo económico y en la agresividad de los discursos. Uno frente a eso se preguntan: “¿A dónde están yendo?”. En la democracia siempre hay algún tipo de diálogo, por más que haya un clima muy polarizante debe existir una chance de dialogar, aunque sea por contraste, “yo no soy vos, vos no sos yo”.

    -Algo que no se menciona demasiado es el hecho de que prácticamente cada vez que Kicillof habla plantea que Milei no le acepta una reunión. El Gobernador insiste pero el Presidente ni siquiera le responde. ¿Qué efectos podría causar esa reunión?, ¿qué podría causarle a Milei en cuanto a su imagen?

    -A esta altura, cualquier cosa que represente un volantazo de cambio de signo o cambio de actitud a Milei le vendría bien. Porque el discurso del antikirchnerismo no le funcionó en la Provincia. Cerraron el discurso: antes era contra la casta, que dentro incluía al kirchnerismo, pero que no era el único eje porque la casta era algo mucho más amplio. Ahora el discurso se parece mucho al de Cambiemos en la última etapa de Macri en el poder. Un discurso duro, rígido, que tampoco era propio del PRO, que originalmente giraba en torno a la eficiencia. A pesar de que Manuel Adorni ganó en la Ciudad, tampoco el antikirchnerismo sirvió demasiado. Ganó con los mismos colores que el PRO, no sumó ningún voto de base más popular o de sectores medios. Sirvió el discurso, pero relativamente.

    El gobernador bonaerense Axel Kicillof celebró en el búnker de Fuerza Patria la victoria en las elecciones de medio término de la provincia de Buenos Aires.
    El gobernador bonaerense Axel Kicillof celebró en el búnker de Fuerza Patria la victoria en las elecciones de medio término de la provincia de Buenos Aires.

    -Justo que mencionas esto, el Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) realizó un informe en el que se analiza la relación voto-clase social en la Provincia de Buenos Aires. Lo que muestran los resultados es que en 2025 LLA perdió muchos votos en las clases bajas para ganar en las más altas, pareciéndose más al electorado de Juntos por el Cambio en 2023. En la Ciudad pasó algo parecido. A LLA le fue bien en los barrios del norte pero mal en los del sur. ¿Creés que esta lógica clase-voto puede repetirse en las elecciones nacionales?

    -Si sigue con este discurso lo más probable es que sí. Se está yendo a buscar el público del PRO. Cuando digo discurso no me refiero solamente a las palabras, no estoy hablando sólo del uso de la idea del antikirchnerismo. Me refiero también a las medidas que está tomando. Porque más allá de que en la cadena nacional que dio para presentar el presupuesto 2026 habló de aumentar las partidas para los jubilados y para las universidades, hubo de nuevo movilizaciones en las calles por los vetos a las leyes relacionadas a esos temas. No está haciendo anuncios para este año, tampoco aumenta esas partidas. Las demandas sociales son ahora, no el año que viene. Otra cosa que es importante mencionar es que LLA perdió votos que eran del PRO. Muchos se fueron a SOMOS, es decir, hubo gente que prefirió votar a una tercera opción antes que votar a esta nueva alianza.

    -Volviendo sobre lo que decías de la espectacularización de la política, Kicillof parece quedar bastante exento de esa lógica. Cuando habla, habla mucho y no suele dejar demasiadas frases para TikTok…

    -Lo que termina definiendo qué es lo más propicio para un momento y para un país es lo que pasa con un discurso y su impacto en la gente. No me refiero sólo a si habla mucho o poco. Cristina podía llegar a hablar tres o cuatro horas. Incluso cuando los consultores políticos solemos recomendar hablar simple, que se utilicen las cajas de mensajes, mensajes sintéticos que según la escuela estadounidense hay que repetir para producir recordación sobre temas. Milei tampoco habla así.

    -Bueno, pero Cristina y Milei son muy teatrales.

    -Claro, el por qué se llega es otro tema. Macri, por ejemplo, no es muy teatral y llegó más como componente de una marca, por su equipo y por la idea que vendía el PRO y no por su liderazgo o su carisma, mejor dicho. De la Rúa llega a través de una elección y así le va. A veces, más que liderazgos son campañas. Kicillof por ahí se puede proyectar en otros atributos como la gestión y el camino que decida hacer hasta 2027.

    -El hecho de que Kicillof sea un candidato a presidente tan anunciado ¿no le puede jugar una mala pasada, como le pasó a Horacio Rodríguez Larreta?

    -Que suene tanto que sonó, decís vos. Como pasar, puede pasar. Depende de la construcción que haga él en este camino y de cuánto priorice también la gestión. Uno de los mayores problemas que tuvo Larreta no fue tanto el haber anunciado las ganas que tenía de jugar, sino cómo jugó después de la pandemia. Siempre digo que lo que hizo fue como una carrera por el desposicionamiento. Empezó a zigzaguear persiguiendo a la opinión pública. Las tendencias iban para un lado y Larreta decía una cosa, si después el debate se corría para otro lado, entonces, decía algo distinto. Navegaba sin rumbo hacia la opinión pública.

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    Joaquín Benitez Demark es periodista. Escribe el newsletter "La sociedad del rebote" miércoles de por medio.

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