Equipo Argentino de Antropología Forense

Leila Guerriero jugó tanto con las palabras que se convirtió en un sinónimo. Reencarnada en crónica, escribió, a lo largo de su carrera, un manojo de textos que retratan distintas seguidillas de vivencias personales narradas como si fuesen un manual de instrucciones. Para intentar asimilar el trabajo de Virginia Urquizu tuve que desglosar historias de heridas de otros y armar, en el aire, su propio manual. Como resultaría igualmente errado que ajeno, lo reservo para mí. No es lo importante. En reemplazo, una entrevista.

Son fastidiosos los periodistas preambulosos que se jactan de haber padecido el proceso de producción y escritura de una nota. Este no es el caso, no pretendo jactarme de nada, pero vale ahora atajarse de antemano. A lo que voy es que éste diálogo insistía con cómos y cómos. Volvía siempre a la dinámica entrometida de querer estar en la cabeza del otro. Lector: eso te propongo.

-¿Nosotros damos buenas o malas noticias? Nos preguntamos eso a menudo.

Virginia Urquizu es la coordinadora de la Unidad de Casos del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Ella es la encargada de llevar a cabo el contacto con los familiares de personas desaparecidas, de entrevistarlos y a partir de ahí ver la posibilidad de que quieran dar su muestra de sangre para aportarlas al banco forense del Equipo. Si logran llegar a una identificación, su unidad notifica esos resultados a las familias y a la Justicia. El proceso concluye con la burocracia que conlleva la restitución de los restos.

Virginia Urquizu es la coordinadora de la Unidad de Casos del Equipo Argentino de Antropología Forense. Crédito: Prensa EAAF
Virginia Urquizu es la coordinadora de la Unidad de Casos del Equipo Argentino de Antropología Forense. Crédito: Prensa EAAF

En síntesis, su trabajo no es el de encontrar un cuerpo, examinarlo en el laboratorio e identificarlo. Ante la pregunta, no tan conforme, Urquizu me respondió que sí, que su unidad es la que realiza la parte más social dentro del Equipo.

El EAAF fue formado en 1984 por el estadounidense Clyde Snow, un antropólogo forense que, solicitado por la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) y Abuelas de Plaza de Mayo, tuvo la misión de reunir y liderar un grupo con colegas argentinos para aportar pruebas de crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura en el Juicio a las Juntas Militares. Ante la falta de profesionales experimentados con ganas de poner en juego su pellejo, Snow tuvo que conformarse con un puñado de estudiantes de medicina, arqueología y antropología. Desde entonces el EAAF creció y se profesionalizó hasta alcanzar el estándar de referencia mundial. Ha trabajado en más de 60 países y colaborado en casos tan mediáticos como el desentierro del Che o la muerte de Pablo Neruda.

Este mes identificaron a Aida Inés Villegas Herrera, desaparecida en 1976. Sus restos habían sido recuperados en el Pozo de Vargas, en Tafí Viejo (Tucumán), por el Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán. Con ella, ya son 121 las personas identificadas recuperadas en esa fosa común. Informa el Equipo: “Aida tenía 22 años recién cumplidos cuando fue secuestrada en su casa, el 2 de noviembre de 1976. Acababa de recibirse de psicóloga en la Universidad Nacional de Tucumán y era militante política. Cuatro autos llegaron y un testigo vio cuando se la llevaban.

“Sofía”, como le decían sus compañeros, estuvo cautiva en los centros clandestinos Jefatura de Policía, San Miguel, e Ingenio Nueva Baviera, en Famaillá. Los responsables de su secuestro y asesinato fueron juzgados en la megacausa Arsenales II en 2013. La familia aún continúa la búsqueda de su hermano Jorge, secuestrado a los 19 años”.

-¿Qué es lo que hace que aparezcan nuevos casos aislados como el de Aída Villegas en lugares en los que se ha trabajado tanto como el Pozo de Vargas?

-No pensaría el de Aída como un caso aislado. Son situaciones que se resuelven después de investigaciones que conllevan muchísimos años. El equipo que trabaja en el Pozo de Vargas ha llegado a un número muy alto de identificados en relación al número de individuos hallados hasta ahora en el Pozo. Lo que sí, los avances a nivel genético y en procesamiento de datos permitieron que se pudieran sumar nuevos identificados en muchos casos sobre los que no habíamos logrado llegar a ningún match positivo. Las muestras familiares de Aída las teníamos desde hace mucho tiempo pero todavía no habíamos alcanzado un nivel de procesamiento que permitiera la identificación.

En la mayoría de los casos, el familiar es el que se acerca. En otros, cuando contamos con poca información genética los que nos acercamos somos nosotros. Siempre explicándoles lo que hacemos y planteando las posibilidades sin generar falsas expectativas. Hay un montón de casos en los que nosotros sabemos objetivamente que no vamos a poder identificar el cuerpo. A partir de ahí, si el familiar está de acuerdo, y con la firma de un consentimiento informado, aporta su muestra.

-¿Cuáles son las principales adversidades para trabajar en fosas comunes como el Pozo o el sector 134 del Cementerio de Avellaneda?

-Con el Pozo de Vargas estamos hablando de una perforación de mucha profundidad, donde los restos no están depositados como sucede en una fosa normal sino que están completamente mezclados y fragmentados. Eso habla de las diferentes formas que se utilizaron para hacer desaparecer los cuerpos en la dictadura. No había consciencia respecto a que tantos años después, gracias a la ciencia y a los avances que permiten la recuperación de cuerpos en contextos tan complejos, se pudiera lograr tanta cantidad de reconocimientos. Con ojos de alguien de los ‘80 ésto parece ciencia ficción. El hecho de que se pueda obtener ADN de cada uno de estos restos y, además, que ese ADN pueda ser asociable parece increíble. En el sector 134 del Cementerio de Avellaneda habían enterrados más de 230 cuerpos y gracias a un trabajo minucioso muchos de esos restos se pudieron individualizar. Si en estos lugares el trabajo se hubiese hecho con palas mecánicas, como ha sucedido en otros cementerios, la evidencia que se hubiera perdido habría sido muchísima.

-En alguna entrevista te escuché decir que el alivio que le sigue a la certeza es el sentimiento común que suscita la restitución del cuerpo desaparecido en las familias. ¿Por qué es tan potente la certeza?

-El alivio que produce la certeza tiene que ver con llenar algo que está vacío. Genera en los familiares un camino que ninguno pudo recorrer. La certeza es la apertura. Hasta saber el verdadero paradero del desaparecido, muchos van reconstruyendo su historia en base a años y años de preguntas y, en muchos casos, las respuestas tampoco reflejan lo que realmente pasó. La certeza produce un acomodamiento, habilita a poner en fila todo eso que estuvo durante tanto tiempo mezclado y a la vez permite ocupar eso que estaba vacío. La mayoría de las familias siguen esperando a ese familiar. La verdad representa la posibilidad de materializar la muerte y de despedir a los restos. De despedir algo concreto. Uno no lo piensa porque a casi todas las personas la muerte se les pone enfrente; como un proceso, largo o corto; con una enfermedad y una edad, con ceremonias o sin ellas; incluso puede aparecer la depresión. Ese camino que acompaña y sigue a la muerte es vital, hace que un duelo no sea un duelo eterno. No podemos vivir duelando. La muerte, en algún momento, tiene que convertirse en otra cosa. La ausencia del cuerpo perdido inhabilita todo lo demás. Cuando lo reciben, la mayoría de los familiares no te dicen que con eso cierran una etapa, sino que abren la posibilidad de llorar, de extrañar. De verdad extrañar.

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Laboratorio de genética forense, ubicado en Córdoba, donde hicieron los cotejos para las identificaciones de los “soldados sólo conocidos por DIos”, de las Islas Malvinas. Crédito: Prensa EAAF
Laboratorio de genética forense, ubicado en Córdoba, donde hicieron los cotejos para las identificaciones de los “soldados sólo conocidos por DIos”, de las Islas Malvinas. Crédito: Prensa EAAF

Urquizu forma parte de dos iniciativas del EAAF fuera del territorio argentino continental. Una es el Plan Proyecto Humanitario Malvinas, una misión que tiene como propósito identificar a los soldados inhumados en el Cementerio de Darwin. Finalizada la guerra, se estima que 240 cuerpos fueron enterrados en las islas por las que pelearon. Sólo fueron reconocidos los que contaban con alguna pertenencia particular que los distinguiera. El resto de los combatientes fueron señalados con la misma sepultura: “Soldado Argentino sólo conocido por Dios”. Hoy, sólo quedan cinco por identificar.

La otra misión en la que participa Urquizu es el Proyecto Frontera. Su principal objetivo es la creación de un mecanismo regional de intercambio de información forense acerca de migrantes desaparecidos y restos no identificados. Una de sus herramientas principales es la creación de bancos de datos ubicados en los países o comunidades de origen. El propósito es mejorar la búsqueda de migrantes no localizados o desaparecidos entre restos no identificados a lo largo del corredor migratorio constituido por Centroamérica, México y Estados Unidos. Además, desde su nacimiento, el Equipo Argentino de Antropología Forense ha operado en más de 60 países y en todos los continentes.

-Llaman restitución al extenso proceso que concluye con el recibimiento del cuerpo por parte de las familias. ¿Varía la manera de afrontar la recuperación de los restos según el lugar en el mundo en el que se da?

-No depende del lugar geográfico, tampoco de la causa que haya producido la desaparición. No importa si fue forzada o un caso de violencia institucional, incluso aunque se trate de un femicidio; sea producto de la migración, o de una guerra, como Malvinas; la restitución de un cuerpo es siempre la misma. La ceremonia que se haga en cada lugar, en cada país, sí puede ser distinta porque forma parte de lo cultural. Un argentino, por ejemplo, no hace lo mismo que un mexicano frente a la muerte, pero la reparación que produce la restitución en una hermana, en una madre o en un hijo es transversal, como el dolor. No importa el lugar.

-Tomando como ejemplo el corredor migratorio de Centroamérica, ¿cómo se manifiesta la búsqueda de desaparecidos en un conflicto que se está desarrollando en el presente?

-El contexto migratorio es hoy, la violencia que acarrea ese contexto está sucediendo en este momento. Es común que aparezca la desconfianza y que las familias crean que nosotros somos parte de ese mismo aparato desaparecedor. Hay muchas maneras en las que las familias pueden llevar la búsqueda, también existe la no búsqueda. El abanico de posibilidades es enorme. Acá y en el resto del mundo.

-Sí, pero acá en Argentina se logró que la búsqueda por la verdad y la justicia pase a formar parte de nuestra cultura y desde hace 40 años la sociedad y el propio Estado, dependiendo el momento, intentan hacer que los derechos humanos siempre estén sobre la mesa, en discusión. Cuando el conflicto es tan actual como pasa en Centroamérica, ¿aparecen otras formas en las que se expresa la búsqueda?

-En ese sentido, sí. Aparecen situaciones distintas. En Centroamérica los familiares salen con la pala a buscar a sus familiares y muchas veces ellos encuentran a los cuerpos antes que las fuerzas de seguridad. Nosotros intentamos acompañar a esos grupos de buscadores para que, si lo siguen haciendo, a pesar de que uno le diga que no es lo mejor, lo hagan de la mejor manera. Es lógico que si un familiar no obtiene respuestas él o ella misma salga a clavar la pala en la tierra y deje la tarea en sus manos.

-¿Te ha pasado que tu vínculo con una familia se mantenga después de una restitución?

-Siempre lo decimos, nosotros sabemos cuando empezamos una relación con un familiar pero nunca sabemos si va a terminar. Hay casos en los que nosotros damos la noticia, entregamos los restos y hasta ahí llega la relación. Otras familias llaman todos los años: hay veces en que lo que estamos comunicando es tan vital para ellos que… a ver, uno no puede decir que pasa a ser parte de la familia, pero te toman en cuenta de esa manera. Si hay una mala noticia o se muere alguien, te avisan; si hay un nacimiento, te avisan; si alguno se egresa, te avisan. Fijate que son todas situaciones vitales dentro de una familia.

-Leí que hay forenses del área de laboratorio del EAAF a los que les ha pasado que un caso los supere emocionalmente. Porque al encontrar un cuerpo se toparon con un objeto personal de ese sujeto que les hacía recordar situaciones particulares de su propia vida. En lugar de un objeto, ¿a vos te pasó eso con alguna historia?

-Es inevitable. Lo importante es darse cuenta a tiempo de que la historia te está superando. También hay que lograr entender por qué te toca en particular. En 2007, cuando entré al Equipo para recibir llamados de familiares, todavía no era mamá. Rodrigo, mi hijo, nació en 2008, a partir de ahí, mi relación con las madres que buscan fue otra.

-¿Tuviste que llegar a apartarte de algún caso?

-Nunca llegué a apartarme pero sí me ha pasado de terminar una entrevista llorando a la par de la otra persona y salir pensando que eso no está bien. La primera vez que me pasó, un compañero me lo cuestionaba: “¿Por qué?, ¿por qué no está bien? Si pudiste llevar a cabo la entrevista, si el familiar se fue tranquilo. Fue la única manera que tuviste de poder estar ahí y llorar no limitó tu capacidad de escucha ni de repreguntar”.

Los compañeros que trabajan con desapariciones actuales, en democracia, lidian con dolores distintos. Si bien el sentimiento siempre es el mismo, la manera de transitarlo es muy diferente de acuerdo al momento en el que se encuentra la búsqueda. Estamos hablando de casos de madres con hijos desaparecidos hace tres meses. Hay quienes no pueden aguantar eso y está bien apartarse cuando te das cuenta que no lo soportás y que además corrés el riesgo de no ser útil.

-¿Uno se puede ir volviendo menos sensible con el paso del tiempo?

-No soy capaz de endurecerme ante el dolor ajeno. Al contrario, creo que cada vez estoy más llorona. Hay cosas que me tocan más que antes, aunque a la vez siento que hay mecanismos naturales que uno va adquiriendo cuando trabaja durante tanto tiempo sobre estas temáticas. Lo que sí es sano y necesario es empatizar con el otro pero entendiendo que ese dolor no es tuyo, más allá de que hay algo que es compartido, porque tiene que ver con nuestra historia reciente. Voy a las entrevistas pensando que la otra persona no es un familiar pero sí es parte de mi historia.

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Personas visitando a sus familiares en el cementerio Darwin de las Islas Malvinas. Crédito: Prensa EAAF
Personas visitando a sus familiares en el cementerio Darwin de las Islas Malvinas. Crédito: Prensa EAAF

-En un contexto de ajuste, motosierra e intentos oficiales de denigrar las causas relacionadas a los derechos humanos, ¿el EAAF se vio afectado?

-Más allá de las opiniones personales de cada uno, seguimos funcionando como una ONG y nuestra búsqueda es clara y apartidaria: llegar a la verdad y la justicia aportando pruebas mientras acompañamos a las familias. Hemos vivido los avatares de éste pero también de otros gobiernos. De otras gestiones. El año pasado recibimos el dinero del presupuesto nacional. No hubo una votación y recibimos el mismo presupuesto que el año anterior. Intentamos meternos lo menos posible en el ámbito de las discusiones políticas bajo la mirada pública porque implica mucha angustia en los familiares de desaparecidos. Tienen miedo de que dejemos de hacer nuestro trabajo y de que puedan llevarse los restos que tenemos en custodia así que nos manejamos con cuidado. No negamos que tenemos dificultades pero siempre dejamos en claro que vamos a seguir igual de activos en nuestros proyectos y que el compromiso está intacto. Una nota en los medios diciendo que el EAAF va a dejar de funcionar representa un aluvión de llamadas y preocupaciones. Ésta no es la primera ni la última crisis que vamos a atravesar. Lo más importante es llevar tranquilidad a las familias.

-Además de la tecnología avanzada con la que cuenta, ¿qué es lo que hace que al EAAF lo busquen en todo el mundo?, ¿cuál es su diferencial?

-No todos los equipos de antropología son iguales. No todos tienen el mismo cuidado en cuanto a lo humano. Creo que tiene que ver con la historia particular del equipo y también con la historia argentina. Desde su creación el EAAF se ha planteado que lo más importante es dar respuestas a las familias. A familias que sufren. Nosotros vamos a escucharlos y si quieren que estemos ahí lo haremos, y si no, nos retiramos. La conformación del Equipo da un indicio de cómo trabajamos: el EAAF se creó gracias a un yankee que vino y juntó a un grupete de estudiantes para dar pruebas a la Justicia en un juicio sin precedentes en el mundo.

-Cuando veo a tus compañeros en entrevistas, cuando te escucho, siento como si esos mismos estudiantes orgullosos fueran los que hablan por ustedes. O ustedes por ellos…

-Es lindo lo que decís. Es verdad, los fundadores siguen acá.

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Si tenés un familiar desaparecido, tenés derecho a saber si su cuerpo fue encontrado. El EAAF tiene en resguardo más de 800 cuerpos de víctimas de desaparición forzada entre 1974 y 1983.

Una gota de tu sangre puede ayudar a identificarlo.
iniciativa@eaaf.org // 0800-345-3236

Esta semana en el portal de Ornitorrinco:

Anime y obsesión: opening, ending, repeat – por Manuela Mafud

¡Feliz domingo!

Joaquín

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Joaquín Benitez Demark es periodista. Escribe el newsletter "La sociedad del rebote" miércoles de por medio.

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