-Uy, ahí viene el puto.
Fabio Zacarías trabaja en Solo Deportes, una de las casas de indumentaria deportiva más importantes del país, y es delegado en el Sindicato de Empleados de Comercio (SEC). Según la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC), la masa de asalariados registrados pertenecientes al sector representa casi un 10% de la población nacional total. Suponemos, entonces, que el SEC defiende los intereses de trabajadores muy diferentes a lo largo de todo el territorio. “Es un gremio muy diverso”, señala Zacarías. Claro, con esta sola cifra es fácil determinar que sí.
Pero calma, esta no va a ser una charla sobre una mera problemática gremial. Fabio Zacarías también es gay, dato que no mencionaría si esta entrevista fuese sobre paritarias. Sin embargo, hace dos años tuvo una situación en el trabajo que lo llevó a repensar la relación entre su sexualidad y su gremio. Hoy es referente de SEC Diversidad, un espacio que promueve el cumplimiento de los derechos laborales de trabajadores LGBT así como también la no violencia por cuestiones de género y sexualidad.
Este espacio, a su vez, forma parte de la Mesa Intersindical por la Diversidad, una red que nuclea espacios como el que dirige Zacarías pero de todos los rubros amparados por la CGT. Ambas organizaciones han ido dependiendo de las voluntades gubernamentales y los intereses de la política por mostrarse más o menos diversos con el correr de los años.
La Mesa Intersindical nace desde el Ministerio de Trabajo en 2014, pero en 2015 se desarticula para volver a existir activamente en 2019 y así podría ser por la eternidad. El presente demuestra no ser un proceso demasiado favorable para las minorías. Este año, por ejemplo, se eliminaron 13 programas para mitigar la desigualdad de género, entre ellos el Programa de Apoyo Urgente e Integral ante Casos de Violencias Extremas.
Lo cierto es que una comunidad no puede depender de los vaivenes, o al menos no su plena actividad. Así lo entiende Zacarías, que algo también sabe sobre el ir y venir de la vida. De Misiones a los conventillos de San Telmo. De la Marcha del Orgullo a la CGT. La historia de Fabio, que espero me permita llamarlo por el nombre en vez del apellido, y perdón por el lugar común, merece ser contada.

A lo largo de su recorrido hay inspiración en Carlos Jáuregui, fundador de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), y una notable habilidad para aprender a reirse de cosas más vinculadas al sufrimiento que a la comedia. Siga siga, dice Freud.
Hoy, un horizonte borroso le permite soñar con un espacio formalizado, quién dice en el SEC, quién dice en la CGT. Un cocktail pesado el de esta entrega: putos, sindicalistas y crisis.
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-¿Cómo fueron los primeros años de la Mesa Intersindical?
-En 2014 se armó la primera red junto al Ministerio de Trabajo. En ese momento se nuclearon varios gremios, pero siempre era básicamente lo mismo: ir a hacer la foto y después cada uno volvía a su sindicato para no llegar a ningún puerto. Cuando gana Macri se deshace todo. En 2019 vuelve a cambiar el gobierno y aparece de nuevo la posibilidad de seguir trabajando conjuntamente, pero sin ningún resultado concreto.
-Muchos sindicatos tienen una secretaría de la mujer, pero no una dedicada a la diversidad en particular, como sucede en el SEC…
-En el SEC, Sabrina Paredes, Secretaria de la Mujer y Protección de la Niñez, es quien me abre la puerta para generar la primera mesa. Comercio es muy grande y es muy diverso. Uno de los temas más importantes hoy es armar un protocolo relacionado a la inclusión laboral, a la violencia de género y a la sexualidad. En 2023 empecé a dar la discusión y propuse que se empiecen a tratar estos temas desde el gremio. Me dijeron que no, que “esos temas” no los podíamos tocar acá. Justo había tenido un problema en mi espacio de trabajo.
-Para ese momento, ¿habías salido del clóset en el mundo laboral?
-No. Por lo general, en una charla con compañeros de trabajo se suele hablar de lo que uno hace con su pareja el fin de semana o si alguno está saliendo con alguien. Yo nunca contaba nada. Un día, mientras estábamos comiendo todos juntos, una compañera me delató: “¿Cuándo vas a decir que sos gay?, ¿cuándo vas a decir que sos puto? Nunca hablás de tu vida privada”. Me puso súper incómodo, no estaba preparado para dar ese paso. Ahí se me despertó el bichito de que hay que hablar de espacios laborales inclusivos, de diversidad y de género. Para que eso pase, tenía que empezar a hacerlo desde mi espacio, en este caso, el sindicato. Cuando fui a planteárselo a la Secretaria me dijo que sí. Obviamente que me iba a ir mal con la conducción del gremio. No les interesaba mucho el tema.
-¿Así de tajante: “Acá de eso no se habla”?
-Sí. En 2023 llevé la bandera del SEC a la Marcha del Orgullo. Lo hice con apoyo de la Secretaría. Junto a otros delegados pusimos un stand como un mensaje político para el gremio, que obviamente me mandó a sacar el gazebo que habíamos montado y también las banderas. “No iba en línea”, me dijeron, con lo que hacía el sindicato. Obviamente no lo saqué. Instalé el tema de esa manera, por la fuerza. A partir de ahí empecé a llevar a cabo actividades. Si nosotros no lo hacíamos, si no lo seguimos haciendo, no lo va a hacer nadie. No va a venir el secretario general a proponernos que hagamos una mesa de diversidad, lo tenemos que impulsar nosotros. Hoy saben que estamos y de momento formamos parte de la Secretaría de la Mujer, aunque deberíamos tener una secretaría aparte. Pero esa es una discusión que va a llevar un tiempo.
-Encima, uno cuando piensa en el mundo sindical se imagina el meme del gordo CGT: un hombre, rodeado de hombres impostando una actitud de viejo macho a argentino. Digamos, al menos, no muy deconstruidos…
-Es que sí, de arranque ya te miran raro. Deben pensar: “Uy, ahí viene el puto”. Hace un tiempo no me paraban de cargar con el hecho de ser gay. Me ponía súper incómodo. Los gremios son lugares muy machistas y la realidad es que si llegan a relacionarse con temáticas de diversidad lo hacen por la foto y nada más. Lo que hice entonces fue tomar la palabra “puto”, como decía Carlos Jáuregui, y transformarla. Es una herramienta de construcción y de visibilización, es una respuesta política, una forma. Antes, me daba muchísima vergüenza decir que era puto. Algo que me marcó mucho fue la primera vez que vi el documental sobre Jáuregui, El puto inolvidable, que muestra cómo fue la construcción del movimiento LGBT en la década de 1970, 80 y 90 hasta llegar a la primera Marcha del Orgullo. Me dejó cebado: si él pudo hacer eso en un momento tan duro como la posdictadura, con el menemismo y la Iglesia en contra, ¿por qué no lo podría hacer yo en un gremio y en esta década? Me causa gracia porque ahora que digo abiertamente que soy puto los que se ponen incómodos son mis compañeros. Los veo que se cuidan para no hacer chistes. No se si voy a llegar a algo dentro del sindicato, si voy a ser secretario, espero que sí. Y sino, tampoco eso me va a quitar el sueño. Mi tarea ya la hice y la voy a seguir haciendo. Hoy, el gremio hace un comunicado por el Día Internacional del Orgullo cuando nunca lo había hecho.
-El fenómeno que atraviesan los sindicatos es parecido al que se ve en toda la política en general: en época de crisis y ajuste no hay tiempo para las minorías. Qué momento y qué lugar el que elegís para dar la discusión…
-Era muy amigo de Pablo Vasco, que falleció en enero. Fue un militante histórico del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) y quien escribió el libro 30.400, vinculado a los 400 desaparecidos de identidad LGBTI+ durante la última dictadura. Él siempre me decía que aguante, que siga construyendo, que me pegue a los secretarios que me bancan, que no me saque y que construya. Yo solía ser muy calentón y me peleaba con todos. Tratamos de estar en contacto con la Red Intersindical para ver qué está haciendo cada uno en su espacio, sin embargo está todo un poco dormido. Es difícil meter actividades cuando tenés compañeros que no llegan a cubrir la canasta básica, cuando a fin de mes alguien se tiene que arreglar con 900 mil pesos para vivir. Estamos atravesando un momento complejo, uno quiere dar la discusión pero a la vez te consume la cantidad de laburo que tenés que hacer para subsistir.

El primer deseo
-Crecí siendo un pibe muy afeminado que la pasaba como el orto, además tenía la tonada paraguaya porque soy de Misiones. Ambas cosas eran motivo de acoso constante en la escuela. Me pegaban todo el tiempo. Ahí fue que empecé a ocultarme y a aprender a ser alguien que no soy. Ahora estoy terminando de escribir un libro, una autobiografía. En uno de los capítulos cuento que me encerraba en mi cuarto para aprender a caminar. Caminar como caminan los hombres. Para mis compañeros yo caminaba como una mujer y me lo hacían notar todo el tiempo. Me pegaban para que yo caminara bien. Me costó mucho tiempo darme cuenta de que eso tuvo que ver con el desarrollo de mi personalidad, de una personalidad que no era realmente la mía. Todo eso explota en algún momento.
-Y te hiciste delegado gremial encima…
-Desde chico me interesa la militancia, eso no cambió. Estoy tratando de armar una asociación civil en Misiones a la que todavía no le puedo terminar de dar forma. Pero sí, participé en varias elecciones. Llevo ocho años como delegado en Solo Deportes y antes también lo fui en un call center.
-¿A qué edad viniste de Misiones?
-Vinimos con mi familia en la crisis del 2001, tenía 11 años. Cuando llegamos a Buenos Aires terminamos parando en San Telmo, en un conventillo. Ahora ya no quedan muchos, se volvió un barrio turístico. Mis viejos volvieron allá. Voy todos los años, mi provincia es como mi refugio. Los pibes me dicen que los chicos de El Dorado, mi pueblo, siempre me están esperando para hacer actividades.
-Ah, estás en todas.
-Es mi distracción. A mis amigos les digo que para ellos es el fútbol lo que para mí es la política.
-¿De dónde salió la idea de escribir un libro?
-Me sentía muy mal conmigo mismo así que me puse a escribir todos los momentos en los que la pase mal por ser gay. El disparador fue un día que estaba en mi casa y me di cuenta que la palabra puto en particular me daba mucho miedo. ¿Por qué? Me puse a investigar para tratar de entenderlo. Primero, el término se utilizaba para hablar de los hombres que ejercían la prostitución y después se empezó a vincular a la homosexualidad. Después fui entendiendo que la palabra en sí me generaba tanto pudor por todas las veces en las que me habían dicho puto con desprecio. Antes del 2010 todavía estaba muy expuesta la homofobia. Una vez estaba en un bar con mi pareja y él se desmayó entonces le pedí al que estaba en la barra si no me daba un vaso de agua. “No, yo a los putos no les vendo agua”, me respondió. Me puse todo colorado y le pregunté de nuevo, si por favor, porque mi pareja se había desmayado, pero no me la quiso vender. Me llevó 30 años aprender a convivir conmigo, 30 años de mierda. No te digo que hoy soy la persona más feliz del mundo pero puedo estar más tranquilo conmigo mismo. La idea es que el libro salga el año que viene. Nunca me hubiera imaginado que iba a escribirlo.
-¿Ya sabés cómo se va a llamar?
-Pensé varias cosas. La primer idea fue que se llamara La palabra puto. Pero no, sectoriza mucho, seguro que le va a interesar a gente de la comunidad, pero la idea es que no quede solo ahí. Hoy se llama Mi primer deseo, es algo que menciono mucho en el libro. Sobre todo en mi adolescencia cuando no sabía qué hacer con el deseo, que siempre estaba tratando de reprimirlo. Mi primer deseo puede ser el primer beso, puede ser algo material, puede ser una persona. A muchos les ha pasado y les pasa; te ponés de novio con una chica y ves que más o menos la pasás bien hasta que de golpe te empieza a gustar el mejor amigo. Yo pensaba que la cabeza no me funcionaba bien.
Joaquín Benitez Demark es periodista. Escribe el newsletter "La sociedad del rebote" miércoles de por medio.