Un memorándum de entendimiento que cambiaría para siempre la geopolítica del Cuerno de África pone hoy el foco en Somalilandia. A principios de año, Etiopía decidió reconocer a este enclave como un Estado soberano. Esto se da en el contexto del ingreso de Etiopía al bloque económico de los BRICS+.
-Me perdonarás la interrupción… ¿Quisiste decir “Somalia”?
-No, lo he escrito bien: “Somalilandia”.
Este territorio autónomo formó parte de Somalia hasta 1991 y luego se independizó y estableció su capital en Hargeisa. Está incluido dentro una larga lista de democracias unilaterales que existen en el mundo, que no poseen reconocimiento por parte de la comunidad internacional. Tiene una ubicación geográfica estratégica, ya que controla el estrecho de Bab el Mandeb y el Golfo de Adén. Por aquí transita casi el 40% del comercio marítimo mundial.
He aquí el gran interés etíope en reconocerlo: con la independencia de Eritrea en 1993, Etiopía perdió la salida al mar. Actualmente, su único nexo con el mundo es a través de Yibuti, otro país limítrofe con el que comparte una red ferroviaria que nace en Adis Abeba y muere en los puertos yibutianos. En este contexto y con la necesidad de ampliar sus facultades comerciales, el gobierno etíope de la presidenta Sahle-Work Zewde y el primer ministro Abiy Ahmed Ali, firmaron con su par somalilandés Muse Bihi Abdi, el usufructo de los puertos con salida al mar Rojo durante 50 años.
Cuando se disputa la independencia de un territorio, siempre colisionan dos derechos fundacionales del derecho público internacional: la autodeterminación de los pueblos versus la integridad territorial. “Si uno habilita el paso a conceder este principio de autodeterminación, también puede generar un precedente de una oleada de pedidos en toda África. Se generaría una fuente de inestabilidad importante”, explica Omer Freixa, historiador africanista.
Toda historia tiene un comienzo
Somalilandia formaba parte del protectorado británico de África hasta su independencia del dominio colonial en 1960. Una independencia que duró apenas unos días, ya que decidieron unificarse a la Somalia italiana que también consolidaba su descolonización para las mismas fechas. La unión de estos dos territorios fue breve y tumultuosa. La falta de estabilidad política y la lucha por el poder llevaron a la formación de un gobierno dictatorial en este joven país, liderado por Mohamed Siad Barre, en 1969.
Aunque la asunción de este gobierno militar prometía estabilidad y progreso para el país del Cuerno de África, lo que siguió fue un período caracterizado por la represión política, conflictos étnicos y una guerra civil, que eventualmente condujo a la desintegración del estado somalí.
Al asumir el cargo mediante un golpe de Estado, Siad Barre buscó consolidar su autoridad a través de un régimen militar autocrático. La oposición política fue rápidamente reprimida, y las tensiones étnicas entre los clanes somalíes se intensificaron bajo su gobierno. Siad Barre favoreció a su propio clan, Marehan, en detrimento de otros grupos étnicos, lo que exacerbó las divisiones internas y socavó la cohesión nacional.
La situación empeoró aún más con el estallido de la guerra civil en 1988, alimentada por la resistencia armada de varios grupos opositores, incluidos el Frente para la Salvación de Somalia (SSF) y el Movimiento Patriótico Somali (SPM). La brutal represión del gobierno contra estas facciones rebeldes resultó en una escalada del conflicto y en el deterioro de las condiciones humanitarias en todo el país.
Ahora sí: Bienvenidos a Somalilandia
El punto de inflexión llegó en 1991, cuando el régimen de Siad Barre colapsó tras intensos combates en Mogadiscio. Esto sumió a Somalia en un estado de caos, con facciones armadas rivales luchando por el control del territorio y los recursos. En medio de este caos, la región de Somalilandia, predominantemente habitada por el clan Isaak, proclamó unilateralmente su independencia de Somalia en mayo de 1991, buscando escapar del conflicto y establecer un gobierno propio.
Fue Abdirahman Ahmed Ali Tuur el primer somalilandés en asumir la presidencia y conformar la Gran Conferencia de Reconciliación Nacional de Borama. Su sucesor, Muhammad Haji Ibrahim Egal fue designado por la Gran Conferencia y luego reelecto cada cinco años hasta su muerte en 2002.
Egal es considerado un pilar fundamental en la estabilidad somalilandesa. Mientras Somalia nuevamente incursionaba en una guerra, esta vez entre los grupos islamistas y el Gobierno somalí apoyado por las potencias de la Unión Africana, Somalilandia fue camino a la consolidación.
“En el año 1991, al principio, la intención de los clanes era recuperar el territorio. Pero después fue tan caótica la situación en Somalia, que las urgencias que atender, como la violencia endémica, el hambre y la sequía, lograron que el gobierno somalí dejara al enclave en paz. Durante la primera década de los 2000, el territorio se conformó como autónomo. Cuanto más crecía y, sobre todo cuanto, más tiempo pasaba y se consolidaba institucionalmente, el reclamo de Somalia fue quedando atrás”, explica Silvia Perazzo, docente de la Cátedra Historia de África de la Universidad del Salvador. “Se consolidaron instituciones firmes al derecho, elecciones democráticas y demás, empezado a reclamar el reconocimiento internacional como Estado independiente”.
En 2001, se votó un referéndum constitucional que constaba de 130 artículos. Este escrito ratificaba la independencia de 1960 como definitiva y separaba los dos territorios. Toda la población tuvo derecho a voto y el 97% lo hizo a favor de la conformación de la Jamhuuriyadda Soomaaliland -República de Somalilandia-.
La democracia como pilar fundacional
Si hay algo que supo romper Somalilandia es la estructura clánica que había heredado y sufrido durante tanto tiempo. Poseen una república democrática presidencialista que, en las últimas elecciones de 2021, el presidente Muse Bihi Abdi ganó con el 49% de los votos. Los veedores internacionales presentes dieron por válidos los comicios.
El Parlamento es unicameral y sus representantes son elegidos por los distritos de Awdal, Woqooyi Galbeed, Togdheer, Sanaag y Sool. Incluso, desde hace 20 años, existe en este país sin Estado una Ley de Cuotas. Esto establece que al menos el 25% de los escaños en el Parlamento deben ser ocupados por mujeres. Además, se han establecido organismos gubernamentales y no gubernamentales que trabajan para promover la igualdad de género y empoderar a las mujeres en la toma de decisiones políticas.
En este aspecto, Somalilandia forma parte de la vanguardia en la paridad de género de principios de siglo, junto con Ruanda, Sudáfrica y Senegal.
Una economía off the record y una diáspora consolidada
El chelín somalilandés es la moneda oficial y la administra el Banco Central. Hasta 2019, su PBI nominal era de 2 mil millones de dólares, según el medio ugandés East African Business Week.
“La estimación más cercana de las remesas que ingresan al país podría ser de alrededor de 780 millones de dólares anuales. Alrededor del 30% de esto (234 millones de dólares) proviene de inversiones de capital y/o financieras y el 70% restante (546 millones de dólares) proviene de pequeñas cantidades de entre 100 y 500 dólares, recibidas como mantenimiento del hogar para familias e individuos. Teniendo en cuenta este hecho, sería cierto argumentar que hoy en Somalilandia las remesas son, con diferencia, el mayor contribuyente a la economía (es decir, el 54% del PIB del país)”, expresa un informe de la Oficina del Alto Representante para los Países Menos Adelantados de Naciones Unidas.
Sus principales socios comerciales e importadores son Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Omán, a través del Golfo; y Etiopía y Yibuti por sus pasos fronterizos.
La infraestructura estatal del enclave la financian somalíes afines a la independencia somalilandesa –esto se denomina usualmente como diáspora-. Según el Banco Mundial, la diáspora somalí en su conjunto envía alrededor de mil millones de dólares a cada año.
A pesar de ser socio económico de varios países del mundo, ninguno ha avanzado concretamente –salvo Etiopía de modo parcial- para reconocer Somalilandia. En este sentido, Omer Freixa explica que, incluso, “El Cuerno de África es un gran ajedrez de la política mundial, porque de algún modo están todos metidos. El panorama de cara al reconocimiento sería sumar un problema más a la región. Más allá de las relaciones que se pueda tener con países, por ejemplo, de la Unión Africana. Ni hablar si Turquía se relaciona, ahí ya estaríamos hablando de la intervención de la OTAN. Más allá de eso, también existe algún fundamento étnico, motivo por el cual la Unión Africana o incluso la Liga Árabe, no reconocen a Somalilandia”.
Somalia no es la única amenaza latente: cuál es el rol del yihadismo islámico
“El conflicto que existe en el interior de Somalia está financiado por la propia piratería somalí, de una región que colinda al sur con Somalilandia. De una u otra forma están vinculados con el gran financista que es Al Qaeda y otros grupos terroristas también. Así tendrían acceso a los mercados financieros. Pero no veo al gobierno (somalilandés) dándole asilo, santuario o protección a grupos yihadistas. Al contrario, siempre han sufrido ataques de su vecino del sur”, explica Silvia Perazzo.
Al Shabaab, una organización yihadista vinculada estrechamente con Al Qaeda penetró en 2006 en territorio somalí con la intención de establecer la Sharia -ley islámica- en la región. Nuevamente, el teatro de operaciones y de guerra fue la ciudad de Mogadiscio. Al no poder tomar la capital, decidieron instalarse en el sur de Somalia. La población civil tuvo que someterse a las normativas yihadistas para garantizar su propia supervivencia. Aunque aún no han intentado instalarse en territorio somalilandés, sí representan una amenaza geográfica.