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Víctor Hugo Morales: “Las palabras pueblo y Maradona se llevan muy bien“

Tiempo de lectura: 10 minutos

Diego Armando Maradona no fue simplemente un futbolista excepcional. Fue un fenómeno social y cultural que trascendió las fronteras del deporte. Nació en Villa Fiorito y fue hijo de Don Diego y de Doña Tota. Se convirtió en una figura emblemática no solo para Argentina sino para todo el mundo. Su habilidad con la pelota y su carisma lo catapultaron a la fama mundial.

Nadie mejor que el periodista y relator Víctor Hugo Morales, que supo ser poético en cada relato de los partidos de Diego, para realizar un viaje a través de esta prosa. Quien deseó que Miguel Ángel estuviera vivo, durante un amistoso entre la Argentina e Italia en 1981, para que pudiera pintar al 10 en la Capilla Sixtina. Quien lo definió como un artista, a la altura de Mozart, Picasso, Gardel o Troilo.

Maradona fue un símbolo de la resistencia y la rebeldía. Siempre se identificó con los más humildes, nunca olvidando sus orígenes y manteniéndose fiel a sus principios, a menudo enfrentándose al establishment y a las estructuras de poder. Su vida estuvo marcada por altibajos, luchando contra adicciones y problemas personales, pero siempre mantuvo un vínculo especial con el pueblo argentino, que lo veía no solo como un ídolo deportivo, sino como un defensor de sus derechos y esperanzas.

Diego Maradona levantando la Copa del Mundo en México 1986. Imagen: AP.
Diego Maradona levantando la Copa del Mundo en México 1986. Imagen: AP.

En esta entrevista, Víctor Hugo ofrece una visión íntima y profunda sobre Maradona. Conocido por su emotivo relato del histórico barrilete cósmico en el Mundial de 1986, comparte anécdotas personales y reflexiones sobre el rol del Diego como unificador del pueblo y su lucha constante contra los desafíos que le impuso la fama. A través de sus palabras, se descubre a un Maradona rebelde, inspirador y humano, cuyos ecos resuenan en la memoria colectiva de millones.

Podría decirse que Maradona es defensor del pueblo en más de un sentido. ¿Qué significa su figura para la democracia?

Un factor de unión. Él construyó el segundo más perfecto de la historia de la Argentina, el más unánime, con el segundo gol a los ingleses. En ese momento, cuando todavía la democracia estaba gozando de la buena salud que le imprimía un hombre, para mí admirable como Raúl Alfonsín, era tiempo del Juicio a las Juntas, de la lucha por la ley de divorcio. Aunque las cuestiones económicas ya tenían la dificultad de deuda arrastrada desde la dictadura, era un buen momento en 1986 de la democracia y Diego construyó el instante perfecto en el que unos y otros sintieron que tocaban el cielo con las manos. Siempre sirvió de mística alrededor de los seleccionados argentinos, de impulso para la valorización de lo argentino. Aquello argentino referido a lo que llamamos “pueblo”, es una palabra preciosa, tan linda como “Maradona”. “Pueblo” y “Maradona” se llevan muy bien.

Desde tus primeros trabajos en Buenos Aires, con el primer TA TA TA que fue tapa de Diario Popular y llegando al relato de relatos en 1986 con el barrilete cósmico. ¿Considerabas a Diego una inspiración? 

Los artistas grandes son inspiradores. Los rebeldes son emocionantes. Rebelde para luchar por lo que llamamos pueblo. Para estar siempre del lado de los más humildes, para nunca olvidar su origen. En consecuencia, inspiración a quienes teníamos que hablar de él y rebeldía a quienes queríamos acompañarlo, fueron dos valores de muchos que pueden rescatar la palabra que elijas. Estoy seguro de que no podría probar que es maradoniana, que es una palabra que puede perfectamente aludir a lo que sentimos por Diego.

Ser el “abanderado de los humildes” también le trajo consecuencias. Fue una persona que generó amores y odios por todos lados…

Diego vivió el problema de ser Maradona. Creo que lo llevó bastante bien y al final le ganó a todo, pero debió luchar a brazo partido con lo negativo que significa ser un ídolo adorado, un Dios. Maradona siempre fue una lucha para el Diego, para el Diego del pueblo, porque la vida era muy difícil. Tuvo que afrontar muchas vicisitudes, injusticias, algunas auspiciadas por él mismo en los errores que todos los seres humanos cometemos. Así que Diego es una construcción de sí mismo muy trabajosa, una construcción del periodismo muy afecto a la gloria y al abismo, según las circunstancias. El pueblo tuvo que construirlo en la adoración porque además tuvo que lidiar con lo que llamamos “establishment”, que por un lado tomaba lo bueno y por otro lado combatía su rebeldía.

Mural de Diego Maradona en un campo de refugiados palestinos en Líbano.
Mural de Diego Maradona en un campo de refugiados palestinos en Líbano.
En varias entrevistas comentaste que, en el Mundial de Brasil, cuando trabajaron juntos en un programa especial, cada vez que él te abrazaba, te agradecía al oído por “transmitirle paz”. ¿Se sentía solo?

Depende de cómo definimos “soledad”. Él tuvo mucha gente cercana que lo quiso entrañablemente. Creo que se refería a una cosa periodística. Todas las veces que afrontaba una cámara de televisión se convertía en un desafío, porque los entrevistadores querían hacer la nota de su vida, lucirse. Siempre estaban buscando cuál era la pregunta que permitiera revolver el cuchillo en la vida de Maradona. Él entendía que mi intención era distinta. Yo buscaba el amor hacia Diego y hasta él lo advertía, porque era una persona extraordinariamente inteligente, fuera de lo común, que cuando se metía en un berenjenal de esos de los que salía con un gran lío al otro día, yo en vez de incentivar eso, procuraba sujetarlo. Se daba cuenta de que yo siempre lo quería ayudar. Entonces, se sentía en buenas manos, no por mí, sino por mi actitud. No me valoro como periodista al decir esto, sino humanamente.

Resulta interesante esto que señalás, el periodismo como desestabilizador del entrevistado en pos de desnudar sus oscuridades...

Él sentía que, en esa mesa, estaba amparado por el amor mío. Y cuando terminábamos, al darnos un abrazo, me decía “usted me da paz”. A veces, esos personajes necesitan paz, sentirse simples, personas comunes. Ante el periodista que lo acechaba, lo buscaba, lo empujaba, le quería sacar réditos, pasar a la historia con una nota, tenía un mecanismo de defensa. Conmigo creo que se sentía libre. Siempre era el mejor Maradona posible cuando estaba entre su gente: el señor que manejaba la cámara, el que tiraba el cable, porque él sabía que esa gente lo quería. El único rival que pudo tener era el periodista tomando nota de que está frente a Maradona y que hay que sacarle algo que a él le permita una forma de lucimiento.

Diego Maradona.
Diego Maradona.
Y finalmente, llegó el día que ningún argentino quería, y hubo que aprender a vivir sin Diego. ¿Recordás qué hacías cuando te enteraste?

Me había ido a siestear al mediodía. Siempre lo hago con el televisor sin volumen y vi zócalos y ambulancias que llegaban a su casa y pensé inmediatamente lo peor, pero atento a las novedades. Se ve que en algún momento me quedé un poquito dormido y entró mi hija, la más chica, con una pesadumbre. Se paró al lado de la cama, recostada a la pared como para sostenerse y me dijo: “Papá, murió Diego”. Y ahí sentí un sacudón, un golpe eléctrico, eso que sentimos cuando nos imaginamos que uno mismo u otra persona se cae en el cemento y se raspa la rodilla. Empecé a sentir lo que me provocaba ese momento, ese rocío en la mirada. Esa pena enorme también, con lo complejo que había sido el último tiempo de Diego. Yo no estuve en contacto con él los últimos meses, salvo por Whatsapp. Conservo esos mensajes como tesoros. 

Sus últimos años fueron duros.

Estaba perturbado por la forma de vida que tenía que sobrellevar. Me daba mucha pena y pensé, en algún momento, entre mil cosas controversiales en mí mismo, si no era mejor entrar en el mito. Diego estaba en un callejón sin salida para su salud. Cuando supe de su muerte, tuve la sensación de que su vida dañaba. Pero, inmediatamente, lo que predominó fueron los recuerdos tan variados que tengo, los momentos compartidos, el amor que ese hombre me generó, el buen tipo, el tipo sonriente, Diego a buenas con la vida, un pan de Dios. A veces daba lástima porque todo el mundo lo estaba tironeando y sonsacando cosas. Y él daba y se daba mientras hubiera amor a su alrededor. Y fue tan generoso, tan poco divo. 

¿Cuáles fueron esos recuerdos que vinieron a tu mente?

Los días que vivimos juntos en Brasil y en Rusia, y la gente con la que compartimos. Serían unas veinte personas en Rusia, y en Brasil más de cuarenta. Los trabajadores de la Televisión Pública y Telesur lo adoraron la noche final. Antes de terminar el mundial, nos fuimos a un playón a sacar una foto y nunca vi tanto afecto y tanta gratitud. Cada uno de ellos habrá sentido lo que yo sentí cuando empecé a tomar contacto con Diego. ¿Qué hay acá? ¿Con qué nos vamos a encontrar? ¿Un vivo, un tipo insoportable? Nunca, jamás ocurrió.

Diego y Dalma Maradona. Imagen: Dalma Maradona.
Diego y Dalma Maradona. Imagen: Dalma Maradona.
Durante su velorio en la Casa Rosada, estuviste unos minutos largos observando la gente entrar, rezarle, gritarle, saludarlo, llorarlo. ¿Qué sabor te dejó esa experiencia?

Yo estaba ahí como un hombre que, igual que los edificios, se había implosionado. Estaba derrumbado adentro. Una tristeza insondable. Y esa mezcla de sensaciones de lo que significaba el adiós de Diego para los argentinos, para el futuro de su propio nombre, que por suerte le ha ganado a todo el territorio en todos los tiempos. Vos fijate, estamos hablando de Diego y empiezan a prenderse las luces. Algo se ilumina. *

*Esta entrevista se hizo en los estudios de televisión de Extra y Telesur Internacional, cuyos productores, cuando dieron cuenta de que estábamos allí, espontáneamente encendieron las luces auxiliares del estudio. Originalmente redactada para Diario Publicable en coautoría con Joan Lesta Rodríguez.

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