Una cámara encendida en medio del viento patagónico. El sol, ardiente, cae sobre la tierra rojiza a unos 30 kilómetros de la ciudad de General Roca, en la provincia de Río Negro. Lo que miles de espectadores vieron en el stream de la “Expedición Cretácica I – 2025” fue solo una pequeña ventana: un equipo de paleontólogos del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (LACEV) del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (CONICET) apurando el pincel, limpiando un fragmento de roca que se asomaba entre la arena, y una voz emocionada murmurando: “¡Encontramos algo!”.
Pero detrás del stream —esa transmisión de cinco días, del 6 al 10 de octubre de 2025, que permitió al público seguir el trabajo científico en tiempo real — se esconde un proceso que dura meses, o incluso años, y que combina precisión técnica, estudios y paciencia. Lo que parece un hallazgo instantáneo es, en realidad, el comienzo de una labor meticulosa que transforma una pieza de 70 millones de años encontrada en el campo en un bien patrimonial de valor nacional.
La expedición tuvo como objetivo regresar a un yacimiento clave para continuar la excavación que ya había arrojado hallazgos sin precedentes. Entre los tesoros buscados se encontraban los restos faltantes del dinosaurio carnívoro inédito Bonapartenykus ultimus, cuya garra fue descubierta en una campaña anterior en 2024. Además, se buscaba avanzar en la excavación de lo que se convertiría en una nueva especie de dinosaurio y unas 10 especies nuevas de otros animales, incluyendo anfibios, pequeños reptiles y mamíferos.
Federico Agnolín, paleontólogo adjunto del CONICET en el Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (LACEV) del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” y líder de la expedición “Expedición Cretácica I – 2025”, confesó que el stream de Mar del Plata fue el impulso final para definir la decisión: “En cuanto vimos lo del fondo del mar dijimos ‘es la nuestra’”.

El rastro en la tierra
El proceso científico comienza mucho antes de que se encienda la cámara. Julia D’Angelo, paleontóloga adjunta del CONICET en el Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (LACEV) del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” y miembro de la expedición, explicó que en general, uno cuando llega al lugar, “lo que hace es empezar a caminar y haces la prospección de empezar a buscar los lugares donde puede haber fósiles”. Algunos restos suelen estar aflorando sobre el piso a la espera de ser descubiertos.
El yacimiento, llamado Salitral Ojo de Agua, fue descubierto a fines de los años 80 y tiene un valor incalculable. Agnolín aclaró que la diferencia con otros lugares de Argentina no es solo el sitio en sí, sino la intensidad del trabajo: “la diferencia con este lugar es que estamos trabajando en él de manera intensiva” y por esa razón cada vez que van siempre encuentran hallazgos impensados. El lugar constituye una de las ventanas más completas al mundo previo a la extinción de los dinosaurios.
Las herramientas de campo son rudimentarias, muchas de ellas usadas en albañilería, pero adaptadas para la precisión: cinceles, martillos, piquetas, puntas y pinceles. Sin embargo, Agnolín destacó que “lo que más sirve en el campo es la cuestión humana, los técnicos que saben extraer esos fósiles, no importa si les das un martillo o herramientas más sencillas”. D’Angelo sumó el uso de picos, palas, y tamices para encontrar “dientes de mamíferos o cosas muy chicas que en general no lo ves tan fácil”.
El trabajo es doblemente agotador al incorporar la comunicación a los objetivos científicos. Las dificultades en el desierto son constantes: la falta de agua, el viento y las lluvias fuertes pueden dificultar los caminos. D’Angelo agregó que el calor obliga a cortar el trabajo “alrededor de tres horas” al mediodía donde la amenaza del sol es mucho más fuerte. También deben lidiar con la fauna local, donde pueden aparecer lagartos, tortugas de tierra, viudas negras y yararás. En esta campaña, D’Angelo reveló que le estuvo “caminando un escorpión en el brazo”. Ante un ataque de esta índole, no pueden tener antibióticos en el campamento ya que son muy caros y requieren refrigeración, pero pueden llegar a viajar a la ciudad más cercana para ser atendidos.
Distinguir un fósil de la roca depende del lugar. Agnolín explicó que “al ser la roca y el piso marrón y el hueso blanco, era fácilmente detectable”. No obstante, hay ocasiones donde los huesos están muy rotos y embebidos en la roca donde parece que forman parte de ella y es muy difícil extraerlos.

Una vez que se encuentra la pieza, el protocolo de extracción varía según su tamaño. Si se trata de un fósil grande, se extrae, se limpia parcialmente, y se le coloca un “bochón” (una cubierta de protección) para su conservación y transporte. En cambio, si se trata de piezas pequeñas (como los mamíferos), Agnolín explicó: “si vemos que aparece un bloquecito en donde asumo un hueso, sacamos el bloque entero de roca y guardamos así” , porque en el campo “es muy probable que lo rompas” si intentas limpiarlo.
Mientras se trabaja, el registro es vital. Se realizan notas de campo y se complementan con un registro digital y fotografías, resguardando ambos métodos para asegurar la información.
Finalmente, la pieza extraída se empaqueta muy cuidadosamente en el lugar del hallazgo y se traslada al campamento principal, donde se resguarda en cajones especiales. De ahí, viajan en camionetas hasta el museo nacional.
La transformación en el museo
Cuando los fósiles llegan al Museo Argentino de Ciencias Naturales, comienza la fase de preparación y limpieza. Gonzalo Muñoz, técnico en Paleontología de Vertebrados del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (LACEV) del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”, explicó este proceso: “Cuando llegan al museo tenemos que limpiar ese sedimento de forma minuciosa”.
La limpieza se realiza utilizando martillos neumáticos de diferente dureza, determinada por el tamaño del fósil y la dureza de la roca. Para el trabajo más delicado, se usan “puntitas metálicas, vidias carburotoctenas (metal muy duro y afilado), que nos permite retirar esa roca de forma muy controlada manual usando lupa Binocular Estereoscopica, con mucho aumento” especifico Muñoz.
Gonzalo destacó la fragilidad de ciertos hallazgos: “trabajamos con cosas muy delicadas como dientes de mamíferos, animales que eran más chicos que un gato como pequeñas lagartijas”. Para conservar estos restos frágiles, se utiliza el Paraloid B-72, un consolidante que se prepara con acetona o alcohol y que al evaporarse termina más cohesionado el fósil. Los fósiles más pequeños se “montan” (se colocan sobre una base) para evitar que se rompan o pierdan.
Una vez limpio, comienza el estudio, que puede llevar semanas, meses o años, dependiendo de la complejidad. Se requiere una etapa bibliográfica, comparando los hallazgos con otros fósiles de Argentina y del mundo.

El análisis se centra en la Anatomía Comparada, estudiando las formas de los huesos. Gonzalo Muñoz detalló: “Son los estudios de las formas, las características de los elementos óseos, los que nos van a ir determinando qué son, a qué especie pertenecen”. Por ejemplo, en mamíferos, el diente es muy valioso para identificar la especie , mientras que en reptiles, que tienen dientes más sencillos, es más útil encontrar un tobillo porque te habla de la forma de caminar”. En general, los cráneos son los que más información pueden aportar, y son, a su vez, los más complicados de encontrar. Agnolín enfatizó que el trabajo con restos de mamíferos, lagartijas o crías es muy valioso, ya que son otra figurita difícil de la colección.
Este trabajo es esencialmente interdisciplinario, ya que colaboran geólogos para determinar el ambiente y los botánicos para estudiar restos de plantas. Además, los análisis incluyen técnicas como tomografías computadas para estudiar las imágenes procesadas, y estudios histológicos (cortando huesos) para analizar los anillos de crecimiento o el metabolismo del animal.
Si el equipo logra definir aquellas características que lo hace único, se determina a que especie pertenece o si es una especie nueva. En el último caso se le ponemos un nombre. Todas las conclusiones, una vez consensuadas, se plasman en un artículo científico. Agnolín explicó que todo el proceso desde la preparación hasta la publicación “puede pasar en meses o años”.
Los descubrimientos del stream ya están en el laboratorio. El más importante es el huevo completo de un dinosaurio carnívoro. Agnolín enfatizó este hallazgo como “una locura” y aclaró que “es muy escaso a nivel internacional” , y un “milagro de la naturaleza” , ya que un viento o una lluvia fuerte pudieron haberlo roto.Julia por su parte remarcó: “esta fue la primera vez que se encuentra un huevo tan completo. No es usual”.
El caso del huevo es tan delicado que su preparación es compleja. Muñoz detalló que probablemente se le harán estudios histológicos de los tejidos para entender su composición y “hacerle una tomografía y procesar esas imágenes…para ver si hay un embrión dentro del huevo, que ya sería una locura”. Aunque creen que es un dinosaurio carnívoro, no se puede asegurar la especie hasta tener más información.

Otros hallazgos clave incluyen dientes de mamíferos, que miden milímetros y son muy difíciles de encontrar , y que podrían ser hasta dos especies nuevas , además de dos dinosaurios herbívoros nuevos, tipo Pico de Pato y un Saurópodo.
La Ley del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico
El trabajo científico se rige por la Ley Nacional 25.743 de Protección del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico. La Dra. Julia D’Angelo recordó que la ley argentina protege este patrimonio, por lo que los fósiles son propiedad de la provincia. El equipo científico solo trabaja con un préstamo establecido para analizar los materiales en el museo nacional.
Una vez que finaliza el estudio, el fósil debe emprender el camino de vuelta: “Desde la Ley de Patrimonio 25.743 los fósiles tienen que volver a su lugar de origen, entonces nosotros tenemos los materiales acá y los estudiamos y después vuelven a sus provincias directamente a los museos locales”, explicó Muñoz.
Para el retorno, se hacen unas estructuras protectoras llamadas clamps con yeso y espuma de polietileno, que aseguran que los fósiles queden “contenidos firmemente”. El transporte final debe ser en camioneta, no en avión ya que no garantiza su cuidado, siendo los mismos profesionales quienes realizan el traslado “somos los que más lo vamos a cuidar” afirmó Gonzalo. En los museos, la decisión de exhibir los originales o hacer réplicas, que ahora se hacen por impresión 3D (antes eran con yeso), queda en manos de los equipos locales.
El legado del stream
El stream fue un éxito, superando las expectativas del equipo. La Dra. Julia D’Angelo comentó que el feedback más hermoso fue el de los docentes que etiquetaban al equipo con fotos de sus aulas “mirando el stream”, incluso en universidades.
El proyecto cumplió con su objetivo de llevar la ciencia al público que siempre quiso ver una campaña paleontológica. Federico Agnolín concluyó que, más allá de la utilidad, la investigación es fundamental para el ser humano: “Yo creo que no tenemos que caer en esas discusiones, en explicarle a la gente porque es importante que el hombre sepa, que tengamos conocimiento, que sepamos de dónde venimos y a dónde vamos”.
El viaje del fósil, desde el pincel en la estepa hasta la publicación en una revista, es la prueba fehaciente de que estamos aprendiendo del mundo que nos rodea , una labor que ayuda a reconstruir la historia de la vida y a saber que en Argentina se hace ciencia de primer lugar.

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Agustina Gesto es periodista.


