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    Los tatuajes empoderan, no marginan

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    La ciudad me da un respiro. Me gusta salir a caminar cuando ya todos los negocios de la zona cerraron. Sus cortinas y persianas, ahora dormidas revelan graffitis; muchos de ellos originales y traviesos.

    Las imágenes poblaron mi vida desde chica. Crecí con una madre artista. Sí, sé que estoy hablando mucho de mi madre en estas newsletters. La verdad es que crecí sola con ella y el hecho de que sea artista plástica ayudó mucho a que yo tuviese lo que llamo: una visión alternativa de la vida.

    A medida que crecemos aprendemos a ver a nuestros padres como lo que fueron: personas que intentaron ante todo hacernos felices como pudieron. Una vez ya envejecidos nos hacemos adultos y empezamos a ocupar otro rol familiar, más de cuidadores; centinelas de sus pensamientos.

    Volviendo al tema de las imágenes. Cuando tenía seis años vi en la televisión la película Gia. Protagonizada por Angelina Jolie, Gia es la historia de la modelo Gia Marie Carangi, que murió muy joven tras contraer HIV. La película no es lo que podría llamarse una película para niños pero verla me dejó marcada y es que Gia era rebelde, bella y rockera y tenía algunos tatuajes. La modelo, que provenía de una familia disfuncional tenía una vida diferente, o eso dejaba entrever la película.

    Cuando la vi quise automáticamente ser como ella. Sin saberlo la impronta de una mujer tatuada se había colado en mi imaginario. Desde chica hasta que cumplí mis 18 y me tatué por primera vez los tatuajes representan mi forma de transgredir las normas – aunque ahora estén sumamente normalizados- también una forma de perpetuar, a través de símbolos en la piel, mi imaginario, mis pasiones; mis fanatismos, mis hobbies.

    Haberme tatuado por primera vez, y los tatuajes que vinieron después me hacían sentir distinta. Bella, entusiasta, me daban poder.

    Cuando tenía 26 años, me enteré de la muerte de mi padre. Y digo me enteré porque no pude estar ahí. Tampoco quería llevarme ese recuerdo. Pero la vida es lo que es y no lo que esperamos. Con la muerte de mi padre enterré mi juventud. En vez de abrazarme al dolor entendí que la vida era finita. Y lo que importa de la vida es lo que hacemos con ella. Por momentos me encontraba desconsolada pensando si mi padre habría sido feliz. Por esa época empecé a gastar mis primeros sueldos en recitales, tatuajes y diversión. Entendí que la única frontera que me separaba entre mis objetivos y la vida real, además del dinero, eran mis propios límites y miedos. Así que intenté vencerlos todos.

    Con una canción de MGMT de fondo, en una casa de tatuajes de Palermo me hice mi segundo tatuaje grande: un caballo en la pierna; en honor a mi animal del horóscopo chino, a mi abuela, con quién compartimos el mismo signo en ese horóscopo y para hacer lo que más me gustaba, porque claro, ahora lo sabía: la vida es corta, cortísima.

    Allí conocí al que fue mi tatuador por más de diez años: Alejandro Salcett. Sus dibujos, que él mismo crea intentan captar nuestros anhelos más profundos a través de la cultura japonesa. Sus pasiones: el animé y los gatitos.

    Alejando Salcett nació en Vicente López en 1989. Hizo su primer tatuaje a los 19 años. Trabajó en publicidad como animador e ilustrador. Actualmente trabaja en el estudio Shintaro Tattoo y también es artista plástico.

    -¿Cuándo empezaste a tatuar? ¿Por qué?

    -La primera vez que tatué fue en 2009, pero empecé profesionalmente en el 2015. Basicamente estaba cansado de trabajar en publicidad y que sea algo que realmente no me llenaba a mí en lo personal. A la publicidad te la venden como un rubro supercreativo y la verdad, no lo es. Es realmente aburrido. Es por ahí divertido hacer algunas cosas; pero me sentía como muy bloqueado y la verdad que básicamente no era nada feliz trabajando en publicidad. Estaba cansado ya, odiaba a mi jefe, odiaba a mi trabajo y, bueno, me la jugué. Salió todo bien por suerte.

    Alejando Salcett es tatuador y artista plástico. Actualmente trabaja en el estudio Shintaro Tattoo.
    Alejando Salcett es tatuador y artista plástico. Actualmente trabaja en el estudio Shintaro Tattoo.

    -¿Qué representan -después de tanta experiencia- para vos y para tus clientes los tatuajes?

    -Para mí el tatuaje es un oficio que representa algo muy lindo, primero que es autogestivo, es un camino solitario e independiente, pero si realmente querés explorarlo es mucho mejor hacerlo rodeado tanto de otros tatuadores y la verdad que la gente también suma un montón para mí. Lo que se representa el tatuaje es el punto máximo de poder hacer lo que te gusta y encima compartirlo con otra persona que te buscó previamente porque también le gustó lo que hacías y lo siento como un círculo súper recíproco que está buenísimo

    -¿Por qué la técnica Blackwork? ¿En qué se diferencia de las otras técnicas actuales?

    -Con respecto a la técnica Blackwork, la verdad que cuando yo arranqué siempre me gustaron más los tatuajes en negro, me encantan los tatuajes a color pero en lo personal y en lo que es el estilo y todo, me sentía más cómodo con el Blackwork. Si bien ahora hago algunas cosas con color o detalles en color, a mí personalmente me gusta mucho como envejecen los tatuajes en negro. Y en cuanto a diferencia la realidad es que básicamente es lo mismo pero sin tintas de color, porque la categoría Blackwork es una categoría súper grande, vos podés meter desde un realismo hasta un brazo negro entero, entonces es una categoría muy grande. Dentro de lo que yo hago, que son cosas más con línea fina, con temáticas japonesas y todo, sigue entrando en la línea Blackwork pero bueno, es como una subcategoría por así decirlo.

    -El animé y la cultura japonesa parecen ser tu pasión…

    -Si hablamos de pasión, a mí lo que me apasiona es crear cosas, dibujar, hacer esculturas; hacer cualquier cosa con las manos, crear incluso hasta si se puede llenar algo o lo que sea. Y en cuanto a la cultura japonesa y al animé, lo que pasa es que es lo que mamé desde el principio. Yo soy muy fanático, a mí me pasa mucho que viene mucha gente a tatuarse animé y animé actuales y todo; que me gustan y los veo también, pero si vamos a hablar de lo que me gusta de verdad es animé desde el 2000 para atrás; son lo que realmente me encantan y me fascinan, y es algo que lo sigo consumiendo, lo consumí de chico; lo consumo de grande. En este momento estoy haciendo una obra que es muy autorreferencial a eso, y la verdad que es básicamente lo que a mí me voló la cabeza y creo que por lo menos de chico hizo que me den ganas de dedicarme a esto. Si bien no hago animé porque no hago animación, está totalmente atravesado por eso.

    -¿Cuál fue el máximo placer que te dio la vida de tatuador?

    -Me encanta mi trabajo y realmente voy a trabajar contento; lo disfruto muchísimo, la actividad en sí. Creo que lo máximo que me dio son los vínculos. Hoy en día mis amigos más cercanos, incluso no siendo tatuadores, los conocí a través del tatuaje. También a mi novia. La vida de tatuador me dio el hecho de poder administrar mi tiempo a mi manera; haber podido viajar, haber podido independizarme. Incluso hasta crecer tanto de manera personal, económicamente. Básicamente los vínculos y todo lo que me dio alrededor de esos vínculos. Me parece que termina siendo lo más importante y obviamente encima que te guste lo que estás haciendo es espectacular.

    “Lo que me gusta de verdad es el animé desde el 2000 para atrás”, cuenta el artista. El es fanático de la cultura japonesa y de los gatitos.
    “Lo que me gusta de verdad es el animé desde el 2000 para atrás”, cuenta el artista. El es fanático de la cultura japonesa y de los gatitos.

    -Pareciera que los tatuajes sirven para intercambiar mensajes….

    -Diría que más que para intercambiar mensajes, es como para transportarlos. Uno en general tiene esa idea. El cliente trae la y después la parte del tatuador es componer una estética para esa idea. Es como poder tener algo súper significativo que te quieres tatuar, pero también que se vea lindo y que sea un dibujo copado y bueno básicamente eso; para mí si bien hay un intercambio entre el tatuador y la persona creo que es más como una cuestión de agarrar un concepto y transformarlo en símbolo y literalmente plasmarlo en la piel.

    -Me enteré que sos artista plástico ¿Cómo se dio ese camino?

    -Así es. Si bien tengo formación en Bellas Artes y siempre me gustó pintar y todo, la realidad es que en los últimos diez años prácticamente me dediqué solamente a tatuar. En los últimos años me agarró como un poquito de empezar a virar y decir: “Tengo esta faceta que me gusta”. Cuando yo trabajaba en publicidad, hacía animación. No reniego de haber trabajado en publicidad porque me dio esa herramienta y la verdad que la animación es algo que me encanta. Me encantan las pinturas; me encanta básicamente cualquier medio gráfico. Entonces, mi idea es que se empiece a desdibujar un poco la línea de artista plástico tatuador, un poco las dos cosas. Solamente alguien que hace cosas. O sea, una persona muy curiosa y, por ende, eso me lleva a ir toqueteando un poco de cositas.

    -¿Cuáles son tus proyectos actuales?

    -Tengo montón. En este momento estoy queriendo incursionar en el mundo de los videojuegos desde un lado muy amateur y desde un lado muy principiante; con mucho respeto, pero con muchas ganas. Se aproxima hacer una muestra en la cual quiero empezar a combinar pinturas con esculturas; que sea todo parte de una misma cosa. Y, a su vez, empezar a contar historias. Es algo que te hace mucho tiempo tengo ganas de hacer, vamos a hacer historias cortitas. Empezar a crear universos con personajes; poder mezclarlos en el tatuaje. Básicamente eso, un montón de cosas. Si tuviera el tiempo y las manos, estaría animando, comiendo y tatuando y haciendo cultura; todo al mismo tiempo.

    ***

    Los tatuajes delinean emociones, recuerdos y momentos en nuestra piel. También los inmortalizan. En un mundo donde todo es instantaneidad y ansiedad, los tatuajes son un ancla que nos permite hacer archivo de los mejores y los peores momentos de nuestras vidas.

    Cuando entramos en una casa de tatuajes, sabemos que no saldremos siendo los mismos; porque con cada modificación corporal cambiamos nuestra narración interna. Convertimos en arte nuestras preocupaciones, obsesiones. Exorcizamos nuestros demonios personales con tinta.

    En algún momento los tatuajes sirvieron para marcar quienes eran marginales; por haber ido contra la ley o quienes tenían una vida de vicio y libertinaje. Los tatuajes también los utilizaron los nazis para marcar al pueblo judío en los campos de concentración. Los tatuajes siguen siendo un símbolo de experiencias en las cárceles, y afuera: en la vida societaria; hay tatuajes para todos. Hay frases para las menos arriesgadas, hay dibujos de colores, hay tatuajes negros como la melancolía. Existen inclusive hasta tatuajes que pueden leerse en un QR. Hay tatuajes de mascotas, nombres de hijos y parejas; fechas que recuerdan aniversarios.

    Las luces brillantes de todos los estudios de tatuajes nos llaman la atención por su diseño que rebela: valentía e identidad. Los tatuajes se resignifican; hoy no son un estigma. Los tatuajes nos traen a casa; a la realidad. Nos abrazan con sus diseños. Nos recuerdan que todo en la vida puede cambiar. Una aguja, una canción de fondo y la transformación comienza.

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    Sofía Gómez Pisa es periodista y escritora. Escribe la newsletter "La batalla cultural" domingo de por medio por Ornitorrinco.

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