More
    InicioNewslettersLa ciudad que da calambre

    La ciudad que da calambre

    - Advertisement -

    Querido lector,

    ¿Es muy romántico pedir una ciudad que vuelva a enamorarnos? Buenos Aires es bella y tiene sus argumentos. Uno, es que a muchas personas les gusta visitarla, aunque estén viniendo menos: según el Observatorio Turístico de la Ciudad, 2,83 millones de viajeros eligieron como destino Buenos Aires en 2024, un 1,5% menos que en 2023 y un 3,5% menos en relación a 2019. Por otro lado, es la vigesimosegunda ciudad más valorada en la plataforma Tripadvisor desde su creación.

    Si bien algunos datos sirven para explicar que Buenos Aires sigue siendo una ciudad atractiva, la realidad para quienes la habitan todos los días va más allá de los rankings. La pregunta que abre la nota va a título personal, me hago cargo, y si bien la Ciudad admite halagos y comparaciones con las primeras metrópolis del mundo, el orgullo porteño no basta para ocultar la sensación de que su territorio no da más.

    ¿Es el olor a pis?, ¿es el costo de la vivienda?, ¿es la inseguridad? Rigiéndonos por los datos que arrojó una encuesta de Proyección Consultoras en marzo de este año, los temas que más le preocupan a los porteños son la inseguridad y la delincuencia, que fueron votados por el 50% de los encuestados. Oscilando entre el 30% y el 36%, le siguen la inflación/el precio de los alimentos/otros gastos básicos del hogar, los bajos salarios y el funcionamiento de la justicia.

    Uno de los ítems que no incluía la encuesta era el del urbanismo, la ciudad en sí, algo que fue un debate central en el camino a las elecciones legislativas que se celebraron en mayo. “La ciudad tiene olor a pis”, acusaba el ex Jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta. “La suciedad en el subte”, decía Santoro. Ambas cosas son ciertas: desde que asumió Jorge Macri Buenos Aires huele peor y se ve peor, pero su gestión no fue la que comenzó con el problema.

    Desde 2007 gobierna el mismo signo político, con diferentes caras. La Ciudad de la pospandemia deja ver las cosas que desde hace un tiempo atrás se venían haciendo mal. La baja del consumo hace que cierren comercios gastronómicos, el encarecimiento en dólares provoca que vengan menos turistas, las plazas porteñas tienen cada vez más cemento y menos colores, principalmente el verde.

    Esta lista puede extenderse a medida que uno decide salir a dar un paseo por los puntos más gentrificados. Un Microcentro demoledor, un Palermo desgastante. El norte aún subsiste debido a cierta inyección de dinero interesada, mientras tanto, al sur se lo olvida año tras año.

    La entrevistada de hoy viene a traernos un juego viejo y conocido, el de la comparación. También el de la experiencia. Karina Niebla es una periodista argentina especializada en urbanismo. Ha escrito para Clarín, Revista Ñ y Cenital. Hoy es más conocida por su columna en el DiarioAr llamada Escala Humana, en la que cubre temáticas urbanas con su propia línea editorial. Debo admitir que disfruto leerla, me invita a adentrarme en temas sobre los cuales vagamente reflexiono en una caminata cualquiera. Recomiendo su lectura a cualquiera que le concierna el espacio físico que la o lo rodea.

    Desde hace tres meses vive en Berlín, pero previamente tuvo varias estadías en Alemania. Llegó, en esta ocasión, por una beca del gobierno alemán, el Internationale Journalisten-Programme (IJP), para trabajar en un medio mientras reside. Su plan, si el oficio lo permite, es quedarse.

    Ahora escribe su columna desde allá y sobre allá, claro, volviendo siempre en sus textos a Buenos Aires, pensándola desde lejos. Sabe ser una porteña por adopción ya que proviene originalmente de Olavarría. Quizás de ahí viene su manera de ver las ciudades, desde la curiosidad de quien quiere volverlas propias.

    Me explico: ni bien llegada a Buenos Aires, con dos o tres semanas encima, una amiga me dijo que lo que más le sorprendió de la Ciudad era el comportamiento de las palomas. Ella, de Villa Gesell, notaba que acá los pájaros parecían haberse acostumbrado al caos y caminaban a la par, pegaditas a las personas. En cambio, en la costa, todavía eran más asustadizas. Salen volando ante el primer motor que se enciende o ante cualquier pisotazo improvisto. Para mí, las palomas eran todas iguales.

    https%3A%2F%2Fsubstack post media.s3.amazonaws.com%2Fpublic%2Fimages%2F2786c2c0 772a 4726 b4e4 | La ciudad que da calambre | Ornitorrinco
    Karina Niebla es una periodista argentina especializada en urbanismo. Foto/Gabriel Pecot

     

    ***

    -¿En qué cuestiones se diferencian principalmente Berlín y Buenos Aires?

    -Lo más obvio es en lo que se diferencian y lo menos obvio es en lo que se parecen. Hay una gran idealización sobre el primer mundo. Muchas personas no leen la columna entera y piensan que escribo con esa idea de Berlín. El transporte es uno de los mayores puntos disímiles, en Alemania en general. A pesar de que cada vez tiene más problemas, por ahora sostiene un sistema funcional y que está pensado para que tenga una alta fluidez. No sólo es la movilidad sino que también hay una gran ventaja en cuanto a la información en tiempo real sobre esa movilidad. Otra cosa es que en Berlín gana la izquierda, al contrario que en Buenos Aires. Algo que suelo hablar con berlineses y se me ríen en la cara es sobre la cantidad y calidad de espacios verdes y públicos. Se me ríen porque fueron perdiendo algo de calidad en el último tiempo o porque lo comparan con algo mejor, pero la calidad y la abundancia de espacios públicos en Berlín es muy distinta.

    Esto es algo que me cuesta decirlo porque estoy acostumbrada a formularlo por escrito, pero acá los problemas derivados de la salud mental son más evidentes. Es todo “sin carpa”, a full. No se tiene tanto en cuenta a la gente con estas enfermedades. Hay una cuestión con el ser alemán, que se entiende como un ser independiente y un poco más individualista que tiene impacto. Se ve en la cantidad de personas que uno ve en situación de consumo problemático al aire libre o con un trastorno de salud mental. Acá está todo más al aire libre. Es una ciudad en la que hace 40 años se filmó Christiane F., una película sobre una adicta a la heroína que vivía en la estación de subte del Zoológico de Berlín. Es una película basada en una historia real. Berlín es una ciudad bastante punk que no tiene miedo de mostrar su locura. El problema es cuando el sistema deja a gente afuera de una salud pública que debería ocuparse también de lo mental.

    -Pero a la vez, Alemania cuenta con estos lugares seguros en los que gente con problemas de consumo se puede ir a drogar. Eso en Buenos Aires no existe.

    -Sí, las salas de consumo. Hay 24 espacios así en Alemania. Ahí, la policía no puede entrar, se ofrecen duchas, comida caliente por muy poca plata y jeringas limpias. Los que consumen están supervisados por asistentes sociales y personal médico.

    -En Argentina tenemos una fuerte costumbre de narrarnos a nosotros mismos, como argentinos, como porteños. Narrativas que dicen que somos el mejor país, que Buenos Aires es la mejor ciudad. Hoy cuesta seguir aferrándose a estos dichos, especialmente respecto a la Ciudad: alquiler, desarrollo inmobiliario, seguridad, limpieza, espacios verdes, transporte. Se puede decir que todas estas áreas están en crisis. ¿Es algo que vino con la pospandemia?

    -Pensemos que Buenos Aires no escapa a la lógica nacional y, de hecho, me parece que hay ciudades que incluso están peor. Lo que pasa es que la Ciudad tenía mucha capacidad instalada entonces se perdió mucho proporcionalmente. Se supone que Buenos Aires es la ciudad más rica del país, entonces tiene un punto de partida un poco mejor. Tiene que ver en parte con la pospandemia y en parte con las gestiones, tanto porteñas como nacionales. Este cementerio estaba planificado. La retracción del consumo era algo buscado y genera muchísimo dolor. El no control de la Ley de Alquileres y la desatención por completo al tema de la vivienda demuestra que esos temas nunca fueron parte de la agenda. La construcción de edificios, en muchos casos, está ligada a la especulación inmobiliaria y a que sean tomados en cuenta como cajas de ahorro. ¿Se está construyendo para atender una demanda de viviendas o se está construyendo para blanquear plata y guardar ahorros? Es muy complicado si ves desde ese lugar a la vivienda.

    https%3A%2F%2Fsubstack post media.s3.amazonaws.com%2Fpublic%2Fimages%2F37551690 e9f0 416a ac5a | La ciudad que da calambre | Ornitorrinco
    Línea C de sube porteño. Foto/Germán García Adrasti

    -¿Y qué pasa con el transporte público?

    -El tema de la movilidad es inescindible de lo que pasa en todo el área metropolitana. No existe un esfuerzo para ver ese tema desde un punto de vista interjurisdiccional. Se separa todo el tiempo Nación de la Ciudad y ésta de la Provincia y se miden para ver quién se pelea más con el otro. Después se gasta pintura en denotar qué colectivos son meramente porteños y así diferenciarlos de los que cruzan la General Paz. La población no parece ser una prioridad. Las decisiones parecen ser tomadas para mostrarse como político o para hacer plata. Tampoco hay una visión de ciudad ni una planificación. Es una oportunidad perdida. Hace 18 años la Ciudad está gobernada por el mismo signo político, pero se desaprovechó esta larga estadía en la que se pudieron haber planeado más políticas a largo plazo.

    Ni hablar de lo que era lo básico, que era el mantenimiento. Es decir, seguir sin romper nada. Se ve que no se mandaron los mails que se tenían que mandar para que levantaran las ramas después del temporal de diciembre de 2023.

    -La desidia con la que se trató ese postemporal se asemeja a la solución que encontró el gobierno de la Ciudad para hacerle frente al olor a pis tan denunciado por Larreta: poner pastillas con aroma a limón en las estaciones de subte.

    -Un parche. Un parche para la gilada. Si uno lo quiere flashear por un lado más filosófico, lo que está sucediendo es que desde lo sensorial, lo anecdótico y lo material se está intentando cambiar algo que no se está haciendo con mentalidad y administración. Bueno, esto del olor… ¿Qué hacemos: todas las gestiones necesarias para que no haya mal olor, aunque conlleve más tiempo, o inventamos una solución mágica, como las pastillas de limón? Ni hablar de las campañas de Jorge Macri hechas a base de anuncios de obras que ni se empezaron o de la Línea F del subte.

    Noche de paz, noche de amor

    -”La ciudad que nunca duerme” desde hace años viene demostrando no estar tan despierta. ¿Qué pasa con la nocturnidad porteña?

    -Hace 10 meses escribí sobre este tema y hace poco volví a mencionarlo en una nota sobre la noche berlinesa. Muchas personas saltaron a decirme: “No vengas a decirnos a nosotros cómo es la noche porteña”, como si yo viviera en Berlín hace diez años. Amo la noche de Buenos Aires. Perdón por la autorreferencialidad, cito el caso para remarcar esta cuestión de que nos gusta narrarnos a nosotros mismos pero termina siendo una estrategia defensiva. Quizás porque nos sentimos un poco mal y decir que somos los mejores en todo nos hace sentir mejor.

    Pero bueno, de nuevo, la crisis económica invade todo, la pandemia y la pospandemia también junto a los cambios de hábitos que trajo. No es una crítica a la gestión de la cuarentena, pero sí hay una generación de jóvenes que durante un período formativo estuvo en su casa y terminó socializando de manera remota. Esos hábitos de salida se ven también en Berlín. Los jóvenes no van tanto a los boliches como antes y algo que se suele decir, aunque no lo avale, es que hay menos jóvenes tomando alcohol y más bajando drogas químicas con agua. La malaria económica y el transporte son cuestiones que se mezclan y que también repercuten a la hora de salir: si yo no tengo plata para volverme en un transporte privado y el público es cada vez más deficiente (las frecuencias se recortaron en los últimos años, esto está chequeado) tampoco tenés una noche que invite a que haya más nocturnidad. La gente atrae gente. Eso está estudiado a nivel de caminabilidad. Si vos caminás en un área donde hay gente es más probable que sigas tu camino y no te vayas a tu casa. Y, de nuevo, una cosa va llevando a la otra: si sumás la crisis económica al hecho de que hay menos gente en la calle de noche, entonces es más probable que haya una mayor sensación de inseguridad en materia de delitos.

    -En una de tus últimas notas escribiste sobre los Spätis, una especie de maxikioscos 24 horas en los que la gente se puede quedar tomando una cerveza por poca plata en caso de que no haya otro plan para la noche, ¿efectivamente son tan populares?

    -No es tipo: “Che, salgamos a un Späti”, como si fuese una variante o un plan A para salir. Pero sí es una alternativa si no conseguís lugar en un bar, no lográs entrar al boliche o en caso de que quieras extender la noche. Incluso si un Späti está cerrado uno puede usar sus instalaciones, sus mesas y sillas sobre la vereda. Es un elemento más de la noche que sabés que siempre va a estar ahí. En esta retracción de la nocturnidad que viene habiendo en Buenos Aires no es tan sencillo sentarte en un kiosco a las 2 de la mañana, ni tampoco en el conurbano. Hay kioscos abiertos pero por ahí están cerrados con reja. Es un hábito que supo existir en la noche porteña, sentarse a tomar una birra afuera de un maxikiosco, pero mucho de eso se perdió con el 2001.

    -Berlín suele citarse en muchos aspectos como una ciudad modelo, incluso dentro de su continente. ¿Cuáles son las principales problemáticas que enfrenta hoy?

    -La vivienda. En 2021, mediante un plebiscito, los berlineses votaron a favor de que el Estado expropie 200.000 viviendas vacías a empresas privadas. Un tema que tiene Berlín, que es peor que en Buenos Aires, es la concentración de las propiedades en alquiler dentro del mercado inmobiliario. Por ejemplo, ahora me mudo a un piso compartido gracias a que pude subalquilar la habitación a una colega que obtuvo una beca en Chile. Uno va encontrando en dónde vivir como puede. Hay filas de horas para ver departamentos e incluso hay pisos que son alquilados sin una visita previa. Las inmobiliarias públicas pensaron un sistema para que sea lo más igualitario posible: no hay que inventarle una historia al inquilino para convencerlo sino que se hace un sorteo aleatorio con todas las personas que se postularon para alquilar un departamento. Son un montón esas personas y para tener chance de salir en algún sorteo tenés que postularte a otro montón de departamentos. Con las públicas no pasa, pero en las inmobiliarias privadas hay muchísimas estafas y cada vez más sofisticadas. En los medios de acá salen notas tituladas: “Es más difícil conseguir un lugar para vivir que conseguir un trabajo”.

    Hay otro tema que es la gentrificación. Hay barrios que eran históricamente más accesibles y ahora se volvieron caros. Lugares como Kreuzberg, que eran más bien alternativos, se convirtieron en espacios muy cotizados, a un nivel que están tirando abajo edificios viejos para hacer otros nuevos. Incluso, los boliches a los que se les acaba el contrato de alquiler terminan derivando en torres residenciales.

    Atada con alambre

    -Poniendo el foco sobre los paralelismos entre las ciudades, aparecen algunas medidas gubernamentales guiadas por el cortoplacismo. Por un lado, el enrejado de parques públicos y por el otro, la criminalización de personas vulnerables. En Alemania los inmigrantes y en Buenos Aires quienes viven en situación de calle.

    -No es necesariamente una cosa que va acompañada de la otra, pero sí forman parte de un horizonte ideológico similar. Son políticas populistas, en este caso, de derecha. En Europa, el tema de la inmigración siempre se pone como el chivo expiatorio. Al mismo tiempo, resurge la idea cortoplacista de que con la muerte del perro se acaba la rabia. Es decir, se saca el elemento que se supone disruptivo de un espacio y al correrlo ya se cree solucionado y podemos ser todos felices. En las ciudades las cuestiones son mucho más complejas. El Görlitzer es uno de los parques más famosos de Berlín y finalmente se está enrejando después de muchos intentos por parte del Gobierno. Ante la insistencia con esta propuesta muchos vecinos se rindieron en su lucha por hacer que no suceda. En estos casos, en vez de llegar al significado, las medidas van dirigidas al significante de los problemas. ¿Se están tomando decisiones para que el inmigrante que vive del narcomenudeo en el Görli pueda generarse un sustento de otra manera? ¿Se están generando las oportunidades laborales para las masas de inmigrantes que llegaron en las oleadas de los últimos años o simplemente están enrejando un parque para que el narcotraficante venda en otro lado y que el visitante tenga un horario límite?

    Esto es real: hay un proyecto para poner DJs en las estaciones de subte para que sean menos sórdidas. Es como la pastilla de limón para tapar el mal olor. Siempre es la cosa rápida para ganar una elección. Para empezar, la derecha siempre tiene ese objetivo: alinearse con los empresarios o con el establishment económico e ir en contra de los más vulnerables.

    -¿Qué otros ejemplos se te ocurren sobre este cortoplacismo volcado a lo urbanístico?

    -La popularización del término fisura y todo lo que viene detrás. El concepto lo impulsó Ramiro Marra, pero también lo tomó Guillermo Montenegro, el intendente de General Pueyrredón, y ahora Jorge Macri. El Gobierno de la Ciudad está utilizando el tema para levantar gente de la calle como para “limpiar”. Difunden videos de personal de limpieza llevándose a quienes están en situación de calle como si fuese algo sobre lo que vanagloriarse. No les preguntan sus nombres, qué hacen ni por qué están como están. Es algo muy violento, pero también muy sintomático de la política urbana en este momento: se pone al otro, a la persona que está en los márgenes, aún más al margen, como si no fuera un ser humano. Cada vez es más normal la deshumanización de la política y desde el punto de vista más capitalista posible. Lo que genera dinero se hace y lo que no, es algo extra.

    https%3A%2F%2Fsubstack post media.s3.amazonaws.com%2Fpublic%2Fimages%2F67035dd7 c700 47f1 933e | La ciudad que da calambre | Ornitorrinco
    Karina Niebla ha escrito para Clarín, Revista Ñ y Cenital. Hoy es más conocida por su columna en el DiarioAr llamada Escala Humana, en la que cubre temáticas urbanas con su propia línea editorial. Foto/Witters.

    -¿Qué pierde una ciudad cuando le quitan espacio verde?

    -En cuanto a contaminación ambiental, pierde absorción de dióxido de carbono y da lugar al efecto isla de calor. La población también pierde disfrute y respiración, tanto literal como visualmente. Suena tonta la idea del contacto con la naturaleza, pero es necesario. Hay palabras en otros idiomas que describen el concepto de “inundarse” de verde refiriéndose a la ganancia de calidad de salud física y mental. Las medidas que se toman respecto a los espacios públicos sirven para hablar de las ciudades. ¿Interesa más el negocio y lo comercial o la calidad de vida de la gente? Perdón por ponerlo en términos tan maniqueos, pero es bastante evidente. Cuando vas a Puerta del Sol, en Madrid, y ves que sacaron los pocos maceteros que habían, sabiendo que en verano hacen 40 °C a la sombra, no lo podés creer. Esas cuestiones, aunque pequeñas, hablan de lo que piensan los gobernantes sobre la salud de su población a todo nivel.

    -Por último, volviendo a tus notas, en una de ellas elaboraste un mapa sensorial de Berlín en el que arrancaste por el olor del subte y el porqué de su aroma tan particular. Si tuvieses que hacer rápido uno de Buenos Aires, ¿cómo sería?

    -Para escribir eso estuve un montón de tiempo, pero creo que puedo hacer un intento, aunque me va a costar más porque el tiempo que viví en Buenos Aires es mucho mayor. Me dio mucha risa cuando una amiga me dijo que salga a oler las bolsas de basura en Berlín. “¡No huelen a mate!”, y evidentemente tenía razón. Es algo muy característico de Buenos Aires porque el olor de la yerba desechada contamina todo el resto. Celebro, además, que en la basura de las redacciones haya también ese aroma porque antes no nos dejaban tomar mate, algo que hoy no podría aceptar porque siempre estoy tomando mientras trabajo. Por un lado, podríamos decir que el olor a basura viene en aumento y es algo negativo pero el olor a mate es positivo.

    Después, me quedo con los jazmines del barrio de Saavedra, que es mi barrio, o con el Sol tan directo y tan cálido, que mucha veces nos lleva a buscar una sombra, y que acá me hace falta. En Buenos Aires no tenemos una deficiencia de vitamina D que sí afecta a muchos lugares del hemisferio norte. Ni hablar a nivel sonoro; es una ciudad muy ruidosa en donde todavía está muy presente la combustión en el transporte. Además, cuenta con una red de buses muy importante. No es como en otras ciudades, donde el colectivo es solamente un medio más o un complemento del subte. En Buenos Aires los bondis son parte troncal del transporte. A esto también se le suman los bocinazos. En cuanto al sabor, destacaría la pizza porteña. Necesitaría un poco más de tiempo para pensar la textura, es el sentido que más me costó describir sobre Berlín.

    ***

    ¡Feliz mitad de semana!

    Joaquín Benítez Demark

    IMG 20250506 124843 scaled e1746551613146 | La ciudad que da calambre | Ornitorrinco
    + notas

    Joaquín Benitez Demark es periodista. Escribe el newsletter "La sociedad del rebote" miércoles de por medio.

    TE PUEDE INTERESAR

    Invitanos un cafecito